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Jennie y Lisa acababan de hacer el amor. La rubia miraba a su interna desde donde estaba, sentada aún sobre su miembro, con las piernas temblorosas y acunándole el rostro con ambas manos. Lisa le acariciaba la espalda y las nalgas con ternura, mientras observaba sus pechos subir y bajar agitados.

A pesar de la penumbra en la que estaban, Jennie pudo notar, al contornear los labios de la pelirroja con el dedo pulgar, una casi invisible cicatriz. La miró con el ceño fruncido entrecerrando los ojos. La rubia se preguntaba cómo se lo había hecho, pero aun así, nada podía disminuir su belleza.

Lisa miraba a su chica dorada como si quisiera decirle algo, contarle una verdad, con una sonrisa perversa. Buscó a un costado de la cama su pantalón y, cuando lo consiguió, tomó algo de su bolsillo, luego de pensarlo por unos segundos, sacó lo que había dentro.

Jennie no entendía qué era todo eso ¿Acaso buscaba otro condón? No... lo que tomó en su mano era más bien como una joya.

— Cierra los ojos... — pidió Lisa, casi en un susurro. La rubia obedeció de inmediato, aunque la curiosidad la corroía.

Los cerró más fuerte al sentir las manos de su interna recorrerle nuevamente la cintura e ir subiendo hacia sus excitados pechos. Terminaron en su cuello, y cuando le pidió que los abriera, sintió alrededor de éste un peculiar collar con un dije en forma de avión de papel.

Jennie lo acarició con las yemas de sus dedos y cuando reconoció el collar, unas lágrimas brotaron de sus brillantes ojos. Empezó a sollozar silenciosamente, Lisa la atrajo hacia sí para abrazarla. Era el collar que ella le había regalado a Lisa la última tarde que se vieron en el parque, porque le había contado que viajaría muy lejos.

«Cuando me extrañes, solo tócalo y ahí estaré», esas palabras fueran las últimas que le dijo a su pelinegra amiga entes de que esta última se fuera. Lo recordaba como si hubiese sido ayer.

— Sabía que tus ojos los conocía de antes... Y pensaba y pensaba, pero no lo recordé hasta ahora... — Los labios de la rubia temblaban, pero de alegría. Ni en sus más remotos sueños hubiera pensado que esa mujer a quien no podía quitar de su mente y de su piel, era la niña a quien había defendido de unas bravuconas y con quien había forjado una hermosa y tierna amistad en su pasado — Te ves tan diferente... pero yo... nunca te olvidé Lisa. Nunca olvidé a esa chica que me hacía sentir segura, feliz... Te extrañé cada día desde que te fuiste en ese avión — volvió a sollozar y la besó — Mi amiga... y ahora mi amante... — La volvió a besar, pero con más pasión.

— Yo viví cada día tocando este dije y soñando que realmente estabas ahí, conmigo... — Lisa fue recostado lentamente la rubia, hasta quedar sobre ella. La pelirroja acarició el collar y el dije, para luego continuar por la sensible piel de su amada. Jennie se encorvada y gemía con cada beso que le daba, desde sus labios, bajando luego por su cuello, hasta llegar a sus pechos — Y no eres mi amante, Jennie. Yo no quiero que seamos eso. Tú eres especial, yo te amo... — La chica dorada gimió sonoramente, con los labios entreabiertos, cuando sintió el miembro de Lisa nuevamente moverse en su interior. Era la sensación más placentera que podía pedir en ese momento.

— Esa noche... en la fiesta — jadeo — ya sabías que era yo... —La pelirroja asintió sonriente, sin parar su sensual vaivén de caderas.

— Siempre supe que eras tú... Y siempre supe que cuando tuviera tu amor, sería la mujer más afortunada de la tierra, así que esperé paciente a que ese día llegara. Esa noche, fuiste como un sueño, esa fantasía que me acompañó desde que supe que no te quería como una amiga. Si no lo hacía, si no lo intentaba, iba a morir.

— Oh, Lisa... — susurró la rubia llorosa. Su cuerpo ya no podía resistir, sintió la explosión de miles de fuegos artificiales en su interior. Si antes, aun sin saber de quién se trataba, la sentía de una manera especial, ahora que sabía algo de la verdad, que había recuperado a su amiga de infancia, hacía que esa fusión de cuerpos ya no fuera algo meramente físico.

Exhaustas, se contemplaron un rato más desde la proximidad en la que estaban, Lisa apoyándose en sus codos y acariciaba el rostro de la rubia, mientras Jennie acariciaba el collar y sus corazones recuperaban la paz.

— Ni siquiera a mis padres los extrañé tanto como a ti cuando estuve en Tokio. Me propuse convertirme en alguien a quien admiraras y acercarme luego, cuando fuera el momento. Y ese momento fue el último día del año... — Jennie la miraba feliz — Te amo Jennie...

Sus labios se buscaron con necesidad, pero esta vez se limitaron a abrazarse y a disfrutar de su simple compañía. Acunada por los brazos de Lisa, Jennie le acariciaba el torso, su perfecto torso y pensaba en lo misteriosa y sorpresiva que era la vida. Hasta ese día se había preguntado qué pasó con su joven amiga, ella que le había enseñado a hacer aviones y barcos de papel, la que nunca faltaba a sus encuentros y la que le había dado su primer beso.

******

Jisoo aguardaba a Rosé, completamente desnuda, en el jacuzzi de su camarote. Por supuesto, había elegido el más lindo para su primera vez con la chica que se había adueñado de sus más profundos y secretos deseos. Sirvió en dos copas, del champagne que había tomado del bar y le ofreció una de ellas a la castaña. Ésta caminó hacia ella, aún vestida como para la cena y, de un trago, vació la copa.

Rosé retrocedió sin dejar de mirar a Jisoo, y mordiéndose el labio inferior, comenzó a desvestirse de una manera tan sensual que llevó a su acompañante a apretar los puños y emitir un incontenible jadeo.

Para todos, la castaña era una mojigata, incluso para una desinformada Jisoo, quien había dibujado en su rostro una sonrisa perversa. Cuando ya sólo le restaba su sensual lencería, Rosé se acercó nuevamente y, con una simple mirada, la invitó a ayudarla a terminar de desvestirse. Jisoo la miró desde abajo, completamente anonadada por el incontenible deseo que la había embargado con esa cercanía, y sólo pudo acercar sus labios a sus muslos y a su abdomen, antes de bajar muy lentamente y sin dejar de mirarla, sus bragas.

Rosé consideró que había llegado el momento de terminar con su tormento, fue entonces que entró al agua, sentándose sobre la predispuesta Jisoo, cerró los ojos con placer al sentirla por completo dentro de ella, mientras Jisoo buscaba desesperadamente, liberarla de su sostén, para saborear esos dulces y suaves pezones. Al lograrlo, la abrazo con fuerza y seguidamente Rosé empezó un sensual movimiento sobre ella.

Tenían el rostro tan cerca la una de la otra, que podían respirar del mismo aire, mientras sus labios rozaban, pero sin besarse. Jisoo bajó sus manos hasta la cintura de su chica y la ayudó a moverse con mayor intensidad, lo que provocó que jadeara más fuerte con los ojos cerrados.

Toda su piel ardía y grababa las caricias que su amante propiciaba.

Todo presagiaba que la noche sería eterna y que ambas jamás la olvidarían, ninguna de las dos se arrepentían del paso que dieron y dejarían que el destino se encargara de madurar ese sentimiento que había empezado a surgir en ellas.

A la castaña le gustaba lo que sentía cuando Jisoo la desnudaba con la mirada, o lo que generaban sus besos al quemarle la piel. Le gustaba saber que ella la deseaba con tanta intensidad, pero algo en su interior le impedía entregarse por completo. Cuando pensaba en un futuro con ella, sentía un inexplicable desasosiego, el cual esa noche decidió ignorar y vivir esa excitante experiencia.

En ese momento Rosé solo quería disfrutar todo eso que estaba sintiendo, sin pensar en el mañana.

The Secret [Jenlisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora