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Jennie sintió que la segunda vez fue incluso aún mejor, tal vez porque aún estaban desbordadas por la lujuria que las había llevado a fundirse con mayor soltura que la primera vez. La forma en que su agitado pecho subía y bajaba de manera incontenible, además de su amplia sonrisa, con los ojos cubiertos con sus dos manos, lo demostraban. Ella descubrió uno de sus ojos, mientras Lisa reposaba la cabeza sobre sus pechos, entonces vio su ropa interior por el espaldero del sillón, así que se apresuró a tomarla y rio divertida por su victoria.

Lisa se sentó completamente desnuda, mientras observaba con mucho interés a Jennie vestirse con cada una de sus prendas, como si fuera la mejor obra de arte. Miró a su costado y vio la reluciente máscara dorada de su chica y sin pudor alguno (evidentemente orgullosa de la maravilla de cuerpo que poseía), caminó hasta quedar detrás de ella. Jennie se tensó al sentir su cuerpo tan cerca, pero Lisa sólo le puso el antifaz, le besó el hombro y la dejó ir.

La rubia antes de salir, giró la llave y se volteó para mirar una vez más a su chica misteriosa, Lisa ya tenía los pantalones puestos y ponía en su lugar todo lo que habían desordenado.

— Tal vez nunca nos volvamos a ver... pero quería que supieras que fue un placer encontrarte, misteriosa fantasma... — Lisa sonrió de costado y se puso nuevamente la máscara.

"¡Qué arrebatadora vista!" pensó Jennie, mientras se mordía el labio inferior. En ese momento pensó en cómo le contaría a Rosé que perdió la virginidad con una completa y sensual desconocida, hasta pudo imaginar el rostro escandalizado que pondría la castaña.

— Dejemos que el destino diga si debemos volver a vernos. Si es así, me debes una cena — Sonrió Lisa. Jennie lo consideró totalmente imposible, así que aceptó divertida. Su chica misteriosa tenía una sonrisa que podía derretir un témpano de hielo, o de hacer olvidar el peor de los males.

Definitivamente era una noche que jamás olvidaría.

Jennie se recostó en la puerta luego de cerrarla a sus espaldas después de salir. Se tomó un momento para reflexionar sobre lo que acababa de suceder ahí adentro, con el corazón golpeando muy fuerte en su pecho. Se abrazó a sí misma, recordando las caricias como si aún le ardieran en la piel. Pensó en lo que Lisa debía estar haciendo en ese momento ¿Lo había disfrutado? ¿Estaría pensando que era una chica fácil? Un momento, se había comportado como una y no le importaba, ahora que lo pensaba mejor. De todas formas, jamás la volvería a ver.

Caminó pensativa y con una sonrisa pícara por un elegante pasillo, adornado por arañas de cristal, cuadros de Picasso y Monet, por ambos lados. Admiró el buen gusto de Chaerin y recordó algunas conversaciones que habían tenido sobre arte, en las cuales por cierto, había aprendido mucho sobre el tema. Miraba temerosa a su alrededor, aterrorizada de que alguien (especialmente su jefa), la pescara saliendo del despacho, pero afortunadamente la fiesta estaba muy entretenida en el salón principal, donde la música sonaba estentóreamente, coreada por los cientos de invitados.

— ¡Te estuve buscando por horas! ¿Dónde te habías metido? — inquirió Rosé.

— ¡Tengo que contarte algo! — gritó Jennie, intentando que su animada amiga la escuchara.

— ¡¿Qué?! — preguntó Rosé, con el mismo tono de voz que su amiga. Cuando por fin asumió que se refería a lo que había plagado las redes sociales y las noticias con el encabezado de « Kim Jong In contraerá matrimonio con Rebecca McKane, hija del congresista Tomas McKane, en una ceremonia que promete ser la boda del año » — Lo vi en Twitter — Hizo una mueca con los labios — Lo siento mucho... ¿Quieres hablar de ello? ¿Es eso?

La chica dorada negó con la cabeza, al levantar la mirada vio a lo lejos a Chaerin, quien levantó una copa y asintió (al parecer), complacida con su presencia. Jennie sonrió prieta e hizo también una leve reverencia con la cabeza.

— Hace rato preguntó por ti — la interrumpió Rosé — Me la topé en la «estupenda» barra de tragos. Deberías ir a probar uno, por cierto — Señaló hacia el lugar que mencionaba.

El lugar lucía verdaderamente atractivo, con luces de neón y una variedad de frutas y botellas de licores, las cuales eran manipuladas por un fornido chico de piel canela, cuya barba rebajada lo hacía lucir muy sensual. Jennie sonrió por lo bajo al pensar en la cantidad de champaña que había consumido esa noche y en lo que había desencadenado su ligera borrachera.

— Me alegra haber venido. Es una gran fiesta... — La rubia suspiró y miró a su amiga. Ésta la escudriñó con la mirada. La notaba algo diferente, con un hermoso brillo en los ojos y moría por saber qué se traía — Pero si tomo una copa más, corro el riesgo de olvidar esta noche... y no quiero que eso pase — Al decirlo, desvió la mirada hacia un rincón y sus miradas se conectaron de nuevo. Su chica misteriosa estaba igual de hermosa como la había conocido, mirándola fijamente, como si le estuviera haciendo el amor con el pensamiento.

Jennie sintió que un escalofrío le recorrió la espalda. Rosé no entendió por qué su amiga se había quedado callada tan de repente y con la mirada fija hacia ese lugar, pero cuando buscó lo que distraía a la chica dorada, no vio a nadie. Lisa ya no estaba, se había perdido entre la multitud.

Ellas regresaron al salón principal justo a tiempo para el conteo tradicional de la llegada del año nuevo. La multitud estaba exultante de felicidad, con sus copas cargadas y sus serpentinas listas para dar la bienvenida al nuevo año.

— Ganaste — Oyó Chaerin en su oído. Ella sonrió de costado y asintió complacida.

— ¡Sólo faltan cinco minutos! — gritó el D.J. con un redoble de tambores. La multitud estalló en gritos, levantando las manos con la nueva música que sonaba.

— Acepto tu propuesta, Chaerin. Este año empiezo mi internado en tu empresa — Chaerin buscó a Jennie con la mirada y sonrió de costado — pero tengo una condición.

— Te escucho.

— No quiero que sepan quién soy — Chaerin puso su típico rostro de « ¡Qué tontería! », el cual el noventa por ciento de sus empleados odiaba, pero Lisa mantenía su seriedad — Me tratarás como a uno de tus empleados y que sea Jennie quien me enseñe todo lo que necesito saber.

— Pensé que ese capricho se te había pasado — mintió. Chaerin la conocía muy bien para saber que ella seguía perdidamente enamorada de Jennie, desde que se lo había mencionado por primera vez, cuando apenas era una niña.

— No es un capricho, Chaerin. Y esa es mi condición, ¿aceptas? — Lisa cruzó los brazos, esperando su respuesta.

Las cornetas empezaron a sonar. Faltaba un minuto para media noche y la mirada de Lisa parecía impaciente, pasando la mirada de Chaerin a Jennie repetidas veces. La abeja reina parecía disfrutar de su agonía, pero justo cuando todos empezaron a corear la cuenta regresiva, la miró con esa sonrisa de triunfadora que usualmente tenía cuando cerraba un negocio importante.

— Está bien. Acepto, pero luego no te quejes — Lisa solo asintió como respuesta justo cuando el reloj marcó las doce en punto. Ella buscó con la mirada a la chica dorada y suspiró tranquila al ver que brindaba con su amiga, mientras se abrazaban.

Lisa recordó la forma en que se sentía el cuerpo desnudo de Jennie rodeándola y deseó perderse nuevamente en esa delicada anatomía. Sonrió con picardía al imaginar la cara que pondría la rubia, cuando la viera en la empresa y la que pondría cuando se enterara que debía tenerla como su interna.

The Secret [Jenlisa]Where stories live. Discover now