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Esa noche casi nadie durmió. Chaerin descubrió el alba entre pensamientos sobre la vida. Estaba asustada y tenía la sensación de estar en un túnel muy oscuro, pero el recuerdo de ese maravilloso e inesperado beso de la hermosa joven que podría ser su hija y, sobre todo, las sensaciones que generaba en ella esa ilusión, significó el ínfimo rayo de luz que necesitaba para no darse por vencida.

Momo, en la paz de su habitación, se reprendía por haber sido tan impulsiva y por haberle tal vez faltado al respeto a la madre de su mejor amiga; aunque, contorneando sus labios con el dedo, recordó con el corazón acelerado, el momento en que besó a Chaerin. Lo había imaginado por mucho tiempo, pero en un instante, su fantasía de adolescente se había hecho realidad y aún no lo podía creer.

Rosé y Jisoo vieron los primeros rayos de sol desde el interior del auto, en una zona alejada del barullo de Manhattan. Sus cuerpos ya no estaban desnudos, pero se negaban a separarse para volver a la realidad. Sus dedos estaban enredados y Jisoo buscaba hipnotizada, los tibios labios de su amada, mientras se desprendía de su agarre para acunarle el rostro con ambas manos.

— ¿Por qué estabas tan feliz anoche? — preguntó Rosé, con la voz un poco ronca. Sus ojos, poco a poco iban cayendo en los efectos del sueño.

— Todavía estoy feliz... — susurró Jisoo, antes de besarla en la cúspide de su cabeza. Le acarició los hombros y la castaña levantó, curiosa, la mirada.

— ¿No me vas a contar? — Rosé abrió los ojos exageradamente y empezó una guerra de cosquillas, hasta que sin querer apretaron el claxon.

— Creo que muy pronto tendremos buenas noticias — Jisoo la miró con complicidad y suspiró.

— ¿A qué te refieres? — La castaña se incorporó un poco y le dio toda su atención a su amante.

Jisoo era de las que siempre iba al grano, pero esa vez estaba disfrutando al ver a Rosé toda impaciente, buscando en su mirada alguna respuesta.

— Cuando esté segura te lo contaré — Rosé estuvo a punto de chillar, pero Jisoo la detuvo con un dedo sobre sus labios — No quiero que te ilusiones si no es lo que imagino, pero creo que muy pronto me libraré de este compromiso.

La castaña se acurrucó nuevamente en el pecho de su amada y disfrutó de ese embriagante perfume que tanto la caracterizaba, ese perfume permanecería en su piel hasta que la cruel ducha se lo arrebatara.

Hoseok había tenido una cita romántica con Taehyung, y éste le había mostrado su lado más espontáneo llevándolo a ver películas viejas en un auto cinema. Esa noche fue en la que Tae conoció el lugar al cual Hoseok llamaba hogar y, se sintió tan a gusto, que por un momento olvidó sus orígenes y su despiadado destino. Por una noche no deseó morir, por una noche encontró sentido a su miserable vida. Esa noche, en que sus cuerpos se fundieron al compás de sus almas, fue feliz.

Jeongyeon, por su parte, no llegó al Palace esa noche. Había coincidido con la vecina de Lisa en el ascensor y, algo en su pálido y dulce rostro hizo que sintiera una extrema curiosidad. La chica parecía tan triste y rota como ella y, a pesar de que aún no quería relacionarse con alguien, algo en esa chica la invitaba a acercarse.

«¿Por qué eres amable conmigo? Usualmente la gente me ignora», recordó Jeongyeon, proveniente de la boca de la extraña joven de cabello castaño. Sus ojos demostraban tanta tristeza que le dio pena.

Le había pasado un pañuelo al ver que se limpiaba el rostro con sus dedos. Ella había decidido no ignorarla, y aún más, la había invitado a un café que abría las veinticuatro horas. Quedaba a unas cuadras del edificio de Lisa, por lo que decidieron caminar en la fresca noche, a pesar de la hora.

The Secret [Jenlisa]Where stories live. Discover now