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El clima dentro de la sala de reuniones era tan denso, que hasta podría cortarse con un cuchillo. Kai no podía concentrarse en las preguntas que le había hecho el señor Hamilton, apenas iniciaron la entrevista. Su atención estaba concentrada en la esbelta figura de la chica dorada, quien, elegante y serena, anotaba todo en la agenda de la abeja reina. Lisa también estaba presente, pero se mantuvo estoica al lado de Jennie, en silencio, observando a su enemigo con total frialdad.

— Si hay algo que perturbe su concentración, señor Jong In, le aseguro que podemos solucionarlo — mencionó Chaerin, con unas tremendas ganas de rodar los ojos, como lo haría de no ser el hijo de unos viejos conocidos — Solo dígalo. Si desea que tanto mi asistente como su interna se retiren, no será problema alguno. Debe saber que no es la única entrevista que tendré y que mi tiempo vale oro — añadió, enarcando levemente sus cejas.

El joven negó de inmediato, y luego de aclararse la garganta continuó. El dulce señor Hamilton había puesto su rostro más fiero e intolerante, tal vez por empatía con su joven predilecta, Jennie.

— No, lo siento. No me molesta la presencia de nadie, solo me distraje — se disculpó Kai, profundamente avergonzado.

— Lo primero que debe saber de mí, señor Jong In, es que no tolero... a las personas distraídas — mencionó Chaerin, con una leve sonrisa, no una amable, sino una con cierto destello de ironía — Me ponen de mal humor.

— No volverá a suceder, no se preocupe — él se disculpó e irguió la espalda, luciendo más elegante.

Jennie se mantenía callada, pero con una una mirada que, aunque pareciera, estaba cargada de curiosidad, se preguntaba si ya estaría luciendo ese anillo en el dedo a estas alturas de no haber acabado con esa relación. Así como tampoco pudo evitar preguntarse dónde se encontraría en ese momento, con quiénes, si hubiera sido una mejor vida, pero luego desvió la mirada y se encontró con la de Lisa y, supuso que tal vez no hubiera pasado nada de lo mucho que ha disfrutado con la pelirroja.

«El sabio destino mueve sus piezas de una manera que no lo entiendes, hasta que te pone en el lugar correcto y con las personas correctas», pensó la rubia, con una casi imperceptible sonrisa para su interna. Sin embargo, al parecer, no había sido del todo imperceptible como pensó, porque alguien las había estado observando mientras respondía a las preguntas que le había hecho (de nuevo) el señor Hamilton.

Cuando todo terminó, Chaerin se despidió anticipadamente, dejando solos al asesor legal con el postulante. Jennie la siguió y Lisa también, pero en un momento de picardía, o tal vez de celos, ésta última rozó el dorso de su mano con el de la rubia, haciendo que sus miradas se encontraran fugazmente. Y si lo hizo a propósito, acertó, porque estaba segura que Kai había visto esa osadía.

— ¿Fue eso lo que te puso de mal humor? — preguntó Lisa, casi en un susurro, al momento en que ordenaba los papeles en su escritorio. Chaerin tomaba una llamada y eso significaba que no debía tener audiencia, ambas la vieron hablar con el rostro serio y asentir varias veces con una mano en la frente. Jennie miró la superficie de su escritorio por unos segundos antes de contestar.

— Si — respondió la rubia escueta. Lisa consideró las palabras correctas para obtener una respuesta sincera de parte de Jennie, cuidando de no parecer celosa.

— ¿Todavía te importa? — La miró con temor, presa de una incertidumbre y auto reprensión por ser tan directa en su pregunta, pero debía oírlo de sus labios. La forma en la que Jennie frunció los labios y negó levemente con la cabeza, generó una calma en su agitado corazón, pero todavía se preguntaba por qué se había alterado tanto con la noticia de su visita — ¿Entonces? — añadió, mirando hacia la sala de reuniones, donde los dos hombres seguían debatiendo algo que no lograban oír desde donde estaban.

The Secret [Jenlisa]Where stories live. Discover now