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Lisa oía una tranquila melodía mientras esperaba a Jennie. Miraba de tanto en tanto la entrada, viendo solamente al portero, abrigado hasta las narices, bajo el toldo. Había mirado su aspecto en el espejo y sonrió al ver que todo estaba correcto, pero todo su cuerpo se tensó al ver salir a la rubia, como un sol, y caminar hacia la acera de esa manera tan elegante que ella adoraba. Bajó de inmediato y le abrió la puerta del copiloto como toda una "caballera", a lo que Jennie respondió con una tierna sonrisa. Lisa tenía lo suyo y era imposible ignorar. Ya casi nadie tenía esos detalles con su cita. Nota mental: Punto para la interna.

— Te ves... hermosa — mencionó la pelirroja, con una leve sonrisa, ya sentada al volante. Puso en marcha el lujoso auto negro y, antes de que Jennie reaccionara, ya estaban surcando las calles de Manhattan. Otro punto para ella. Que la llamara así debía valerlo.

— Tu tampoco te ves nada mal... — bromeó Jennie y logró que su cita irradiara de felicidad.

— Gracias — respondió Lisa, ya con una sonrisa prieta y afilada. Luego de unos segundos, miró a la rubia fugazmente de costado y continuó una vez que el semáforo dio en verde.

Poco a poco fueron alejándose y el puente de Brooklyn se veía más grande frente a sus ojos. A pesar del frío y la nieve que caía, las luces se veían algo mortecinas, iluminando tenuemente todo a su alrededor. El puente, los edificios, los autos, parecían estrellas en la nieve, con sus luces en variopintos colores.

A pesar de parecer tranquila, por dentro la rubia se preguntaba una y otra vez a donde la llevaba su interna. Sólo sabía que se dirigían a Brooklyn, por el camino que habían tomado. ¿Acaso ella vivía ahí? Su mente albergaba en ese momento una cantidad de preguntas que no sabía en qué momento las conseguiría formular todas, o que Lisa las respondiera sin pensar que era una acosadora. Luego de unos minutos, supuso que estaban llegando, al notar que la pelirroja había disminuido considerablemente la velocidad. Apenas habían terminado de bajar el puente, el cual vestía una grisácea bruma que sólo dejaba ver los destellos de las luces más fuertes.

Habían conversado en el camino sobre fiestas, cantantes favoritos y de cómo habían pasado la Navidad. Jennie quería encontrarla con la guardia baja y que tal vez Lisa mencionara a su familia, pero sólo la decepción respondió. La pelirroja había evitado en todo momento hacerlo, solo soltó que había llegado a Estados Unidos (luego de una temporada fuera) para Navidad. Sin embargo, no todo fue en vano, porque gracias a esa conversación Jennie supo que Lisa tenía dos mejores amigas en Tokio (donde había estado) y, que las consideraba como hermanas. Inmediatamente se formuló otra pregunta en la curiosa mente de la chica dorada ¿Habría también alguna novia por allá? ¿Pensaba regresar luego de su pasantía en la empresa?

Al responderse ella misma a esas preguntas con lo que podía ser más probable, Jennie sintió una inexplicable tristeza en su interior. No entendía por qué sentía que Lisa le pertenecía. Ni siquiera tenían algo. Sólo habían tenido una única, ardiente y maravillosa noche que jamás olvidaría.

— Llegamos — Menciono la pelirroja. Jennie sonrió y asintió. Observó maravillada el lugar, era hermoso.

El cartel luminoso decía: River Café y tenía una privilegiada vista del horizonte de Manhattan, cuyas luces apenas se veían a causa de la bruma. Viéndolo desde otra perspectiva, una más positiva, parecían estar en el mismísimo cielo.

El frío golpeó sus cuerpos al salir del auto, pero ¡qué bien se sentía! El frío y el viento siempre le dieron a Jennie una sensación de libertad. Lisa la invitó a pasar, donde un hombre las recibió para luego ubicarlas en su lugar. Las mesas vestían manteles color crema y sobre ellas destacaban unos hermosos arreglos florales en tonos rosas, como también unas pequeñas lámparas que irradiaban una cálida luz amarilla, las cuales iluminaban los rostros de las enamoradas parejas que ya conversaban cuando ellas tomaron su mesa.

The Secret [Jenlisa]Where stories live. Discover now