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Chaerin había ido sola esa vez al hospital. Jiyong había aceptado a duras penas, sólo por el ofrecimiento de Momo de cuidar de ella durante su consulta. De no haber sido tan importante la reunión de ese día, le hubiera pedido a Jennie que la acompañara nuevamente, más la joven médico prometió cuidarla.

Pero en realidad, nada podía protegerla de la noticia que acababa de oír.

Miraba con los ojos acuosos a su amigo, quien con la mayor suavidad y prudencia del mundo le explicaba que su tomografía revelaba la presencia de un tumor en su cabeza. Ella estaba asustada y se podía notar por la forma en que le temblaban las manos y los labios. Le había explicado de la mejor manera todos los términos médicos que ella podría no entender, pero lo único que recordaba era las palabras del neurólogo comunicándole que debían agendar una resonancia magnética para determinar con mayor certeza el lugar donde estaba alojado el tumor, como también su tamaño y consistencia.

Aunque el doctor Levine intentaba darle esperanzas a Chaerin, tanto Daesung como Momo se mostraban muy pesimistas, atentos a todo cuanto salía de boca del especialista y en total silencio. Las peores teorías de la joven doctora se estaban cumpliendo y sólo le restaba esperar a que el tumor estuviese en un lugar donde no fuera peligroso operar.

— Quiero... saber mis opciones, doctor — mencionó Chaerin, casi en un susurro. El doctor miró nuevamente la placa que mostraba la tomografía de la abeja reina a contraluz y deseó poder decirle que había muchas, pero no podía engañarla.

— No podría decirlo sin antes realizar la resonancia, señora Lee. Agendaremos como prioridad, así salimos de dudas lo antes posible.

Momo estaba cerca de Chaerin afortunadamente, porque ella, tal vez por la impresión o por su condición, perdió el conocimiento y se desmayó. Momo la sostuvo a tiempo y la abrazó con todas sus fuerzas, como si de no hacerlo, fuera a morir.

La cercanía le permitió disfrutar del delicioso aroma del perfume que se había puesto ese día la abeja reina, también, que su pelo era muy suave y que sus labios pedían ser besados. Esto último se lo guardó para sí, porque no estaba muy segura de que fuera correcto tener esos pensamientos hacia la madre de su mejor amiga. Con mucho pesar, como si su cuerpo se negara a soltarla, la bajó suavemente sobre la camilla de examinación. La miró dormida, acostada y sintió deseos de besar su cuello y lo que escondía ese escote. Se reprendió por tales pensamientos, pero cada vez podía resistir menos a sus instintos.

******

Horas más tarde...

Chaerin miraba fijamente a través de la ventana que daba hacia la calle. Su piso tenía una de las mejores vistas del edificio y, nada podía ser mejor en ese momento. De sus ojos caían unas lágrimas, pero ni siquiera se molestaba en escurrirlas, sino que sólo se sorbía la nariz de tanto en tanto y resollaba. Estaba en el despacho de su casa y nunca antes había sentido esa necesidad de ver a los suyos.

Apenas llegó, Jiyong fue abordado por un preocupado Timothy, quien le informó que la señora estaba encerrada en su despacho desde que llegó del hospital. Sí, el hombre la había llevado ese día, así que sea lo que sea que la había puesto así, debió oírlo en ese lugar.

— Gracias, Timothy, iré a ver qué sucedió — Le palmoteó el hombro con suavidad y se dispuso a continuar — Ah, y por cierto, déjanos a solas. Puedes retirarte a descansar.

Jiyong estaba seguro de que Chaerin, aunque confiaba en su personal, no quería que la vieran débil y vulnerable, así que prefirió mantener la discreción del momento. Estaba seguro de que las noticias no eran buenas, así que suspiró muy profundo antes de tocar la puerta con los nudillos.

The Secret [Jenlisa]Where stories live. Discover now