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Hoseok había decidido ir a dormir al apartamento de Jennie. Ésta había insistido en que lo hiciera, pues debían salir temprano y dudaba que él llegara a tiempo si debía tomar el metro, como todos los días. Además, siempre podía ayudarla a escoger las ropas adecuadas para el fin de semana. Jennie confiaba plenamente en su buen gusto, pero elegirlas con Hoseok era siempre una divertida pasada y más si lo hacían con unos tragos de por medio.

Ellos habían dejado montañas de ropas en cada lugar que podían, pero las dos pequeñas maletas estaban listas a un costado de la puerta. Ni siquiera tuvieron que esperar a que sonara el despertador, la ansiedad los despertó cuando apenas empezaba a amanecer, si es que se podía decir así. Ese día, por fortuna, había amanecido frío, pero despejado, sin nieve.

Apenas salieron, el delicioso aroma a café recién hecho los invitó a visitar a Luz en la cocina. Ésta cantaba una música que ni Jennie ni Hoseok reconocieron, pero la veían tan animada (incluso bailando), que no quisieron interrumpirla. Tomaron asiento en la barra, donde supusieron estaban preparado sus lugares y esperaron a que Luz terminara lo que estaba haciendo en la estufa. Cuando ésta se giró a poner los waffles en un plato, los vio a ambos sonriendo de oreja a oreja y extendiendo sus respectivos platos para que les sirviera.

— Por favor aliméntese bien en ese viaje, señorita Jennie... — pidió la mujer, cuyos rulos se habían desprendido de su moño y caían a ambos costados de su rostro. Su mirada de cariño había sido siempre como un bálsamo para la chica dorada, especialmente desde que su madre murió.

— Por supuesto que lo hará, Luz... Comerá de todo... — siseó Hoseok malicioso. Jennie lo codeó, provocando que chillara como una niña.

El señor Kim salía de su habitación, ataviado con una bata y con el periódico en la mano. El intenso olor a colonia y el escaso pelo muy bien acomodado, daba a entender que había tomado recientemente un baño. Él saludó con un tierno beso en la frente a su hija y con una cariñosa palmada en la espalda al amigo de ésta, antes de tomar asiento en uno de los extremos.

— Por favor, si me necesitas, no dudes en llamarme, papá... — mencionó la rubia, acariciándole la mano.

— No me va a pasar nada, hijita. Tú ve a divertirte con tus amigos, que yo me las arreglaré con Luz ¿No? — se dirigió a la aludida y ésta asintió muy convencida mientras servía el café a cada uno — No debes castigarte permaneciendo siempre al lado de este viejo aburrido... Antes adorabas ir de fiesta en fiesta — Recordó anhelante. Jennie ladeó la cabeza y le pellizcó el rostro a su viejo padre.

— Eran otras épocas — expresó la rubia con una sonrisa de costado, con un brillo especial en los ojos — Supongo que maduré. Ahora me gustan otras cosas... — Jennie levantó los hombros rápidamente y los volvió a bajar. No había mentido.

La dura prueba que les tocó pasar la habían hecho madurar sin otra salida. Ahora era una joven responsable, y motivo de orgullo para su padre.

— Por ejemplo su interna... — susurró Hoseok, eso le valió un pisotazo de la rubia. Él se puso firme en su lugar al momento en que sintió el taco de la bota de su amiga casi penetrar en sus zapatillas, pero sólo hizo una mueca de dolor. Se lo había buscado.

— No se preocupe por su padre, señorita Jennie. Yo lo cuidaré como siempre. Usted disfrute de su fin de semana y venga con las pilas recargadas — Jennie imaginó ese viaje, junto a Lisa y las inmensas ganas que tenía de dormir en sus brazos. De pronto sintió que sus mejillas estaban muy calientes y que una parte de su cuerpo latía con intensidad.

— Gracias, Luz — La rubia se paró y le dio un inesperado beso en la mejilla. La mujer negó divertida. Amaba a esa joven como si fuera su hija.

The Secret [Jenlisa]Where stories live. Discover now