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Jennie tuvo un larguísimo vuelo y estaba agotada, aunque, lo que realmente la tenía así, prácticamente arrastrando los pasos por los pasillos del aeropuerto y, buscando con la mirada algún cartel con su nombre, era que deseaba con toda su alma haber ido con Lisa.

Entrecerró los ojos y pudo notar a un hombre perfectamente trajeado, como en sus tiempos lo estaba su Alfred, con un cartel que decía «Miss Jennie Kim».

Supuso que era el chófer del señor Zozlov y caminó hacia él con pasos seguros.

— Hola, soy Jennie Kim — Señaló con el dedo al cartel. El hombre miró una foto en su teléfono para corroborar que era a quien esperaba.

— Bienvenida, señorita Kim, espero que haya tenido un vuelo placentero — respondió el hombre, con una amable sonrisa. Debía tener unos cuarenta años, pero esa barba le añadía un poco más.

A su alrededor, todo olía y se veía a Navidad. Con coros entonando villancicos y personas vestidas con disfraces de duendes o Santa Claus. El frío la golpeó al salir a la calle, donde debía estar el vehículo. Las fotos que tenía de la ciudad de Praga no le hacían para nada justicia. Tal vez porque en ellas no podía oler ese fresco aroma a nieve mezclada con esencia de pinos y chocolate. Apretó el equipaje de mano que tenía contra su pecho y disfrutó de la vista antes de partir.

Rápidamente se perdieron entre los demás vehículos y fueron alejándose del aeropuerto, hacia una zona alejada de la ciudad. Miró sorprendida los inmensos portones de hierro que se abrieron para darles paso. La casa que se hacía inmensa a medida que la rodeaban, estaba adornada con guirnaldas y luces de Navidad.

Había otro auto que parecía haber llegado recién también, pero supuso que debía ser para el traslado del empresario y su familia. Reconoció al viejo que esperaba en la puerta, del brazo de una simpática mujer con un turbante de piel de zorro y unos lentes enormes y trasparentes. Era el señor Zozlov.

— ¡Señorita Kim! — saludó el hombre, pronunciando la R un poco más fuerte que las demás letras — Sea muy bienvenida. Ella es mi esposa, Theodore.

La mujer, cuyas arrugas delataba su edad, se apresuró a abrazarla.

— ¡Oh, cariño! Perdona que mi marido te haya hecho venir en estas fechas, pero alguien le dijo que soñabas con conocer Praga en Navidad... — Su mirada pícara era imposible de ignorar y no amarla. Su voz era suave.

— Desde hace años... — respondió la rubia, con una sonrisa de costado. Eso había sido idea de Lisa, estaba segura — Muchas gracias por la invitación, estoy muy contenta de estar aquí — Miró a su alrededor y disfrutó de toda la vista.

— ¡Pero entra! Que hace frío acá afuera.

Todos entraron luego de la simpática mujer. Jennie pudo notar, por su forma de hablar, que la mujer no era rusa, como su esposo, su acento más bien parecía británico.

Estaban a un día de la víspera de Navidad, por lo que, luego de ubicarse donde le indicaron y de tomar un baño, se reunió con sus anfitriones en el despacho. El viejo Leroy le había aconsejado no rechazar si la invitaban a beber un trago.

«Muchos de los negocios se cierran con un trago, mi querida Jennie. Nunca rechaces uno si te invitan, porque si lo haces, se sentirán ofendidos», recordó.

— ¿Algo de beber? — Preguntó Igor Zozlov, con una mirada pícara. Era evidente que la estaba probando, pero ella lo sorprendió, aceptando la invitación.

—Claro, ¿tiene brandy? — Había leído en las notas de Leroy, que el viejo prefería el brandy al wiski, lo que comprobó al ver que en sus labios se dibujaba una sonrisa cómplice.

The Secret [Jenlisa]Where stories live. Discover now