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Mientras Jennie bailaba con su padre, en medio de la pista, Lisa lo hacía con su madre. Estaba feliz de poder compartir con ella y con todos, ese momento especial. Quería atesorar todo lo que pudiera a su lado, por lo que cerró los ojos al sentir ese dulce y tierno beso que le dio su madre en la frente. Lo sintió como un beso de despedida, pero rogó que la vida le concediera más tiempo.

— Por favor, prométeme que serás muy feliz y que serás la gran mujer para lo cual te eduqué. No sigas mis pasos, hija. Dedícale más tiempo a tu familia — Le acarició el rostro como si quisiera grabarlo en su mente — Perdóname por no haber sido una madre más presente, por haber permitido que te lastimen... — pidió Chaerin, con la mirada puesta en los bellos ojos de su hija.

— No cambiaría nada de ti... — Lisa la abrazó y siguieron meciéndose lentamente al ritmo de la música, como si no hubiera nadie más — Te extrañaré tanto.... — La pelirroja ya no pudo contener más a esa obstinada lagrima.

— Shh... No llores... No te pongas triste cuando me vaya. Recuérdame como siempre fui y lo que te diría si te viera llorar — sonrió la abeja reina con picardía. Lisa sonrió también — Yo me iré con los mejores recuerdos. Soy muy feliz... porque fui la esposa de mi mejor amigo, la madre de una mujer excepcional, de la cual me siento inmensamente orgullosa y, porque conocí el amor...

— Estoy segura de que Momo te ama mucho... y que todos nos habremos quedado con algo de ti — Lisa sonrió y miró a su esposa — Hubieras sido una abuela genial — Suspiró y se quedó pensativa por unos segundos — pero no te preocupes, le contaremos quien fue su abuela, Lee Chaerin.

******

A la pelirroja le extrañó ver al señor Hamilton en la boda. No recordaba haberlo invitado, aunque siempre fue amigo de su madre y de su suegro. El hombre había sido el abogado, no solo de la empresa, sino también de Chaerin, desde siempre.

Una idea se le pasó por la mente a Lisa, pero estaba segura de que tarde o temprano, el abogado le contaría el motivo de su visita a Japón.

— Por fin solas... — dijo Lisa, abrazando desde atrás a Jennie, mientras miraban por la ventana de su habitación nupcial.

— Pareciera que lo estuvo esperando con ansias, señorita Lee... — bromeó la rubia, girándose para mirarla. Lisa le acarició la espada como respuesta, dejando sus manos en su cintura, con las cuales la pegó a su cuerpo.

— ¿Sabes? Cuando nos dimos nuestro primer beso, de niñas, pasé mucho tiempo preguntándome cómo sería poder besarte todos los días... — Lisa sonrió cabizbaja. Jennie la miró con ternura — Me sentí invencible ese día, pero a la vez, pensé que tenía tan pocas probabilidades de que se repitiera, que llevé deseando hacerlo hasta esa noche en el despacho de mi madre, en la fiesta de año nuevo. Esa noche, casi todos mis sueños se habían cumplido...

— ¿Casi todos? — preguntó Jennie, con los ojos entrecerrados.

— Ahora ya se cumplieron todos... — La pelirroja besó a su esposa de nuevo y por un largo rato, como si el tiempo no corriera para las dos.

Sobre una mesa había champaña y dos copas, como también unos dulces, pero ellas decidieron bailar un poco más. Jennie reposó la cabeza en el pecho de su esposa y, aún sin música, sus cuerpos empezaron a mecerse como si la hubiera.

Lisa buscó la cremallera del vestido de Jennie y lo bajó hasta poder quitarle el vestido. La rubia quedó nada más que con la hermosa lencería, mientras ayudaba a su esposa con su ropa. Jennie sentía el ardor del deseo quemándole la piel, el cual aumentaba a medida que su esposa la llenaba de besos en su desnuda espalda.

The Secret [Jenlisa]Where stories live. Discover now