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Había pasado una semana de esa noche en que había recibido la terrible noticia del compromiso de Jisoo, su Jisoo. Rosé había pasado casi un día sin hablar con ella, sin saber qué decisión era la correcta. Pero una persona muy sabia le dijo que no siempre debía hacer lo correcto para ser feliz y, aunque le sorprendió mucho de quien venía el consejo, estaba totalmente agradecida. Hizo todo cuanto le había dicho, y todo estaba funcionando.

Pero... ¿Quién había sido esa sabia persona? Para responder esta pregunta, es necesario retroceder (por un momento) unos días atrás, exactamente, el día después de hablar con Jisoo. Jennie le había prometido ayudarla a encontrar una solución, pero no tenía la más pálida idea de por dónde empezar.

Habían llegado más temprano que de costumbre a la empresa, porque casi no pudieron dormir esa noche. Habían pasado horas hablando y pensando en muchas ideas descabelladas, pero el silencio de Jisoo desde que la dejó frente al edificio de Jennie empezaba a preocuparle. ¿Y si había decidido darle una oportunidad a Violeta y terminaba por elegirla a ella para darle el gusto a sus padres? Antes de encontrar la forma de terminar con ese compromiso, sentía la necesidad de asegurar su amor y que no estaba luchando en vano.

Poco a poco habían llegado todos los que trabajaban en el décimo piso, así que decidieron continuar luego. Jennie iba a aprovechar la mañana para enseñarle todo lo que podía a su mejor amiga, así de paso despejaba un poco su mente. Lisa había dedicado tiernas miradas a su novia cada vez que éstas se encontraban con las de ella, pero como tenía trabajo acumulado, se mantuvo al margen de lo que ambas cuchicheaban.

Aunque ya era normal que Lisa se relacionara con la abeja reina, a Jennie siempre le causaba curiosidad esa forma en la que Chaerin miraba a su novia, como si hubiera cierta familiaridad entre ellas. Por supuesto, pensaba que debía ser impresión suya y no quería empezar a ver fantasmas en donde no los había, así que siempre callaba. Asumía que se debía a lo que le había dicho Lisa cuando se conocieron, pero eso no evitaba que sintiera unos celos tremendos. Al fin y al cabo, su jefa era una mujer demasiado hermosa para su edad, hasta resultaba injusto.

Rosé había echado sin querer una carpeta, desparramando los papeles que contenía, llamando la atención de la jefa. Maldijo en silencio y se apresuró a recogerlos con cierta dificultad que le causaba su falda, la cual, aunque no era corta, sí era un poco entallada. Lisa se apresuró a ayudarla, pero Chaerin se quedó mirándola con atención.

— ¿Todo bien? — preguntó la pelirroja al verla toda alterada. Ella fingió una sonrisa y asintió, pero para nada convenció a la interna.

— Gracias... — susurró. Jennie estaba al teléfono, pero la miró apenada, como si se compadeciera de ella.

Aunque había intentado evitar cometer más errores durante toda la mañana (poniendo más atención de lo normal a todo lo que hacía), terminó imprimiendo un memorándum con fecha equivocada, lo que hizo que mereciera ser llamada a la oficina de Chaerin justo antes del almuerzo.

— Jennie, ¿Puedes venir con la señorita Manoban, por favor? — Ambas se miraron sorprendidas pero no tardaron en llegar hasta la abeja reina. Se quedaron paradas una al lado de la otra, a la espera de que Chaerin hablara — Lalisa, acompañarás a Jennie en la oficina de Negociaciones Internacionales y aprenderás lo mismo que ella — la rubia no entendía nada, pero sintió que su rostro se desencajó de repente, mientras que el calor parecía abandonar su cuerpo. Miró a Lisa y esta parecía decirle que no entendía nada, con la mirada — Es todo, sólo eso quería comunicarles. Pueden retirarse.

— Pero... ¿y la secretaría? No puede quedarse Roseanne sola... aún no acababa de enseñarle — cuestionó Jennie preocupada. No entendía ese repentino cambio de parecer de la presidenta.

The Secret [Jenlisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora