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Lisa entró detrás de Jennie a lo que, ésta última supuso, era el despacho de alguien. Y efectivamente, ahí estaba el bar que había mencionado la enmascarada, con variopintas botellas de vidrio, las cuales contenían atractivos colores de la gama ambarina. La chica dorada miró a Lisa asustada al notar que era el despacho de su jefa. Un hermoso retrato suyo en óleo, con unos veinte años menos y en compañía de un apuesto hombre, se lo confirmaron, además de unas carpetas que le había entregado esa misma tarde sobre el lustroso y ordenado escritorio.

— No sé por qué tengo esta sensación de que no deberíamos estar aquí... — mencionó Jennie lentamente, girándose a buscar a su atractiva acompañante. Ésta, sin ningún preámbulo, caminó directo hacia el bar y tomó dos copas. Jennie le hizo un gesto para que se detuviera, pero a la chica parecía no importarle — Te juro que si pierdo mi trabajo por tu culpa — Levantó un dedo y la señaló inquisitivamente — voy a hacer tu vida tan miserable que vas a desear no haber nacido.

Lisa carcajeó al notar que la rubia de verdad estaba muerta de miedo. Le pasó una de las copas que llenó de champaña "una que Jennie reconoció como muy costosa" y empezó a sudar frío. Podía imaginar el rostro de la abeja reina al verla tomar de su bodega privada. Ya tenía suficiente con las fotos cargadas de felicidad de su ex novio con su futura esposa, "luciendo el anillo que ella había elegido para sí misma", no necesitaba una reprimenda de Chaerin.

— Confía en mí. Te juro que conozco a los dueños. Estaremos... bien — dijo Lisa, caminando directo hacia la puerta. Cerró con llave y levantó su copa invitando a brindar a la rubia. Jennie la miró irónica. Quería gritar, llorar, incluso pegarle a alguien, pero no brindar. Hasta ese momento ella no había sentido miedo. No conocía a esa enmascarada, pero algo en ella le inspiraba confianza. Si eran compañeras de trabajo, debió pasar por estrictos controles psicológicos, al igual que todos los trabajadores de la empresa para entrar, si no, el hecho de conocer a su jefa valía como si lo hubiera pasado.

Jennie bebió en un abrir y cerrar de ojos todo el contenido de su copa. Lisa levantó una ceja al ver cómo la rubia se servía una segunda ronda, entonces dedujo que tal vez Jennie necesitaba sacar lo que la estaba matando por dentro. Lisa se sentó en uno de los sillones de cuero marrón, frente al escritorio, viendo como la otra chica se bebía de un trago su segunda copa.

— ¿Mal de amores? — preguntó Lisa, intentando parecer casual, porque de hecho, ella ya sabía de qué se trataba. Jennie suspiró con la mirada perdida en su copa y luego de varios segundos, asintió levemente.

— En realidad lo que me duele es mi orgullo ¿sabes? Yo... lo amé mucho. Incluso pensé que llegaríamos a casarnos... Que tendríamos una gran boda... Que él sería mi primera vez... — respondió la rubia observando su copa ya vacía.

Lisa oía en completo silencio.

— Pero según su madre, «su bendita madre», su hijito no podía relacionarse con alguien en quiebra como yo — pronunció entre dientes y con los ojos cargados de lágrimas que amenazaban con caer — Le dijo que no era buena imagen para el imperio que heredaría. Ahora está comprometido con una insulsa, pero hija de un congresista. ¡Y ni siquiera puedo odiarla! — Le pasó la copa vacía a Lisa, como si le estuviera insinuando que necesitaba otra más.

— ¿Dices que ustedes nunca...? — la rubia negó, meditabunda — Si él te hubiera amado de verdad, no le hubiera importado el que dirían. A mí no me hubiera importado — Jennie la miró incrédula, no podía creer que se lo dijera así de directa. Lisa se acercó a ofrecerle una copa nueva y ella aceptó de inmediato. Con ese comentario, Jennie sintió un leve calor en sus mejillas.

¿La conocía esa chica de algún lado? ¿Sabía quién era ella?, tal vez lo descubra, pero aunque así no lo fuera, se sentía extrañamente bien en su compañía.

The Secret [Jenlisa]Where stories live. Discover now