zx 9 xz

11.1K 1.1K 65
                                    


El señor Meyer y su asistente estaban citados para media hora más tarde, porque a la abeja reina le gustaba repasar todo antes con su equipo.

Consensuada la propuesta que le harían al empresario, Jennie recibió la orden de hacerlos pasar, por lo que se retiró a su escritorio para hacer la llamada al piso de abajo. Lisa se levantó de golpe luego de recordar algo, sorprendiendo a todos, incluso a su madre, quien, aunque la miró curiosa, restó importancia a su comportamiento.

La pelirroja había recordado que el señor Meyer la conocía como hija de Chaerin, luego de que una vez hubiera participado en el único evento de caridad al que había aceptado ir con su madre. Sintió un vuelco en el estómago al pensar que podría delatarla frente a todos, especialmente, frente a Jennie. Debía encontrar una excusa muy buena para desaparecer el tiempo que durará la reunión y que ésta no sospechara o se decepcionara.

La chica dorada vio a su interna dirigirse hacia el ascensor y, como estaba terminando su llamada, se apresuró a colgar y a seguirla. Estuvo a punto de detenerla, pero las puertas se cerraron en sus narices y no la volvió a ver hasta la hora del almuerzo. Pero la iba a oír. No importaba que fuera la hija del mismísimo presidente de la Nación, ni que hubiera sido su primera vez, no permitiría que la dejara en ridículo frente a su jefa, no luego de su tajante advertencia. No iba a permitir que la hiciera fracasar en sus propósitos.

******

Jennie paseaba de lado a lado en el comedor del séptimo piso, ante la atenta y desconcertada mirada de su mejor amiga, quien parecía clasificar los vegetales por colores en su plato, antes de llevarlos a la boca. Ella mantenía sus puños apretados y murmuraba cosas que la castaña no lograba entender ¿Estaba maldiciendo a alguien?

— ¿Por qué estás tan molesta? — preguntó al fin Rosé, con la boca llena de lo que parecían ser brócolis — Ya ven a almorzar...

— Me las va a pagar — murmuro Jennie para sí misma, pisando con fuerza sus tacones — ni crea que voy a ser compasiva — miró a su amiga y negó con un dedo — Ni siquiera quiero imaginar lo que Chaerin me dirá cuando me pregunte por la interna y le diga que no sé dónde se metió — La rubia levantó un puño cerrado con mucha fuerza. Su rostro estaba cargado de impotencia.

— Por cierto, Jennie... Está mañana, cuando fueron juntas a buscar su carnet, tenías un rostro muy extraño — mencionó la castaña, señalando a su amiga con su tenedor, el cual sostenía en ese momento un trozo de zanahoria — De verdad que no entendí lo que quisiste decirme — Levantó una ceja de manera muy afilada. Jennie llevó una mano a la frente y cerró los ojos. Al parecer se había cansado de andar, o se había mareado.

— Oh, eso... — Empezó a decir la rubia y se mordió el labio. Estaba tan furiosa hace un momento, que le asustó la forma en que se le pasó la furia al recordar lo que pasó esa noche en cuestión. No quiso reconocer, ni siquiera para sí misma, que esa chica podía con su voluntad. Estuvo a punto de contestarle, pero dos secretarias entraban al comedor con sus platillos. Nuevamente, no podía contarle a su amiga que era lo que sus ojos quisieron decirle esa mañana — Nada importante, te lo cuento luego. De repente me dio hambre — Jennie se acercó a la mesa donde su amiga llevaba más de la mitad de su plato devorado.

—Si no fuera importante me lo contrarias ahora — repuso Rosé, con los ojos entrecerrados. Jennie miró a las dos chicas que habían ocupado la mesa de al lado y negó con la cabeza.

— Ya te lo contaré luego. Ahora voy a almorzar. Presiento que hoy voy a asesinar a alguien y quiero cargar fuerzas... — Jennie tomó el plato de espagueti en la mano y lo llevó al microondas para calentarlo.

The Secret [Jenlisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora