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Rosé tenía esa mañana un brillo especial. Estaba más que agradecida con su jefa, tanto que había preparado el mejor café para llevárselo esa mañana, a un día de la fiesta de compromiso de Jisoo y Violeta. Habían sido unos días muy intensos, en los cuales había conseguido apoderarse de todos y cada uno de los pensamientos de su amante, como se lo había predicho la abeja reina, quien en ese momento se masajeaba la sien con una mano mientras mantenía los ojos cerrados.

«Pasé años deseando que me dieras una oportunidad, Rosé... pensando que sería capaz de matar a quien te hiciera daño y ahora yo te lo estoy haciendo» recordó la castaña al tocar con las yemas de sus dedos la pulsera con un dije con la forma de barco de papel que le había regalado la noche anterior.

«Seremos felices, Rosé. No pienso casarme con ella, pero necesito que confíes en mí».

Se aclaró la garganta para anunciarse en la puerta de vidrio. Chaerin abrió uno de sus ojos y la miró con dificultad. Le hizo una seña con la mano para que entrara y ella obedeció sin dudarlo. Escudriñó a la mujer por un instante mientras parecía intentar abrir ambos ojos. Lo hizo luego de un profundo suspiro y, no parecía para nada contenta.

— Hable, señorita Park, que no tengo toda la mañana — ¿Qué la habría puesto de ese humor? Aunque era consabido su carácter intimidante, algo la tenía de un pésimo humor, así que Rosé borró de inmediato esa sonrisita con la que había entrado y mantuvo el rostro serio.

— Sólo quería ofrecerle esto — Extendió los brazos y dejó la taza de café sobre su escritorio con cierta reserva. Retrocedió sin dejar de mirarla. Chaerin hizo un gesto con la mano para despedirla, sin decir ni siquiera «Gracias».

— Llama a Jennie. Dile que deje lo que sea que está haciendo y que venga junto a mí — sentenció la abeja reina, sobándose nuevamente la sien. Tal vez a eso se debía la expresión de su rostro, un fuerte dolor.

En un principio Rosé sólo asintió, pero luego se percató de que ella no lo sabría porque la mujer tenía los ojos cerrados, así que se lo dijo.

— Lo haré de inmediato — Había tanto silencio que solo se oía el repicar de sus tacones, los cuales sonaban apresurados.

Jennie controlaba que Lisa cargara correctamente los datos de la reunión anterior en las actas. Ambas parecían muy concentradas en lo que hacían, y la pelirroja aún más. Leía con atención cada línea y corroboraba sí era lo mismo que había copiado en la computadora. Ni siquiera se habían percatado de que la castaña ya había ido y vuelto de la oficina de la abeja reina.

— Ehh... Jennie, te llama la jefa — Las dos levantaron la mirada, aunque Rosé sólo se había dirigido a su amiga. Ésta entrecerró los ojos y miró a su espalda, hacia donde estaba la oficina de su jefa — Creo que no se siente bien... — añadió la castaña, casi en un susurro cómplice.

Lisa no pudo disimular su preocupación y también miró hacia su madre, dejando lo que estaba haciendo. Ese detalle no pasó desapercibido para ambas amigas, quienes intercambiaron miradas fugaces cargadas de curiosidad. Cuando se dio cuenta, la pelirroja se acomodó mejor en su asiento y continuó con lo suyo, aunque más seria de lo que estaba. Jennie asintió para su amiga y se encaminó de inmediato hacia la presidencia.

— ¿Me mandó llamar? — preguntó la rubia, entrando con pasos seguros y firmes. Chaerin asintió pesadamente y miró hacia afuera.

— Cierra la puerta, por favor — pidió la abeja reina. A pesar de su impecable maquillaje, se veía un poco pálida. Jennie hizo lo que le pidió y se acercó nuevamente con mucha curiosidad — ¿Tenemos reuniones hoy? — preguntó. La Rubia revisó rápidamente su agenda, la cual llevaba en la mano, y negó con la cabeza.

The Secret [Jenlisa]Where stories live. Discover now