8. Respirar-te

1.2K 45 10
                                    

«Realizar [un ser vivo] la función de la respiración.»


Cepeda

Estaba de espaldas, mirando al rededor, ni siquiera se dio cuenta de mi presencia hasta que la saqué de su pequeño gran mundo.

Me senté a su lado, le ofrecí mi chaqueta al ver que estaba tiritando y un hombro en el que apoyarse. No me negó ninguno de los dos y yo sonreí por ello.

¿En qué pensabas?

En nada, o en todo más bien —sonríe encogiéndose de hombros, como si lo que hubiese dicho no tuviese valor alguno—.

¿Quieres hablar? —pregunté confuso—

Quiero explotar.

Pues hazlo, explotar, aunque no lo parezca, es bueno.

Pero tengo miedo de romperme aún más —sus ojos empezaron a aguarde al igual que su labio inferior a temblar—

Bueno, yo no te puedo prometer que no te rompas. Pero, si tú quieres, puedo abrazarte fuerte para que por lo menos, las piezas no se rompan.

Asintió débilmente, coló sus finos brazos entre mis axilas y su cabeza se acopló perfectamente en mi pecho, como si estuviésemos hechos para el otro.

Creo que me agobio. Quiero decir, he estado más de dos meses sujetando la mano de mi abuelo, con la promesa de cantar juntos por última vez. Los médicos entendieron que yo no iba con la palabra "horario de visitas" y que, por lo tanto, viviría en aquel hospital.
Juré estar ahí hasta el final, y, sin embargo, no sé qué fue lo último que dijo antes de irse. Y me jode no haber podido decirle adiós como se merecía.

Aiti, yo...

Sí, lo sé, él estaría orgulloso pero esas excusas han dejado de consolarme.

Y te entiendo, es normal que te sientas así. Supongo que, el tiempo cura las heridas, pero probablemente te quede cicatriz. Yo tengo muchas, y aun así, ahora, podría decirse que soy feliz —no lo había dicho nunca en voz alta. Y creo que hacerlo me estaba ayudando—. No sé, yo me apoyé en la música, es sanadora, ¿Sabes?

Anda Luisín, otra cosa que tenemos en común —yo me río, porque, aunque me haya dado un golpe en el pecho, me ha hecho gracia su cara—

Nos quedamos estáticos pero abrazados, viendo cómo el tiempo pasaba de largo, retando al reloj para que se quedase sin agujas. Dándonos por ganadores cuando vimos al Sol salir.

Deberías dormir —la advierto—.

Qué más da ya, total, cinco minutos más no vas a servir de nada. Por lo menos disfrutamos del amanecer.

¿Disfrutamos? —dije en tono burlón—.

Bueno, que si tú te quieres ir a dormir lo entiendo eh. Pero pensé que te ibas a quedar.

Aiti, que era broma —le explico cuando veo que se pone nerviosa—.

Las estrellas van desapareciendo y Sol cada vez brilla más, iluminando el cielo a su paso. Los colores se mezclaban, formando una especie de arcoíris pero que no podía ni compararse con ella. Quién todavía seguía apoyado en mí.

Es Amaia quién nos saca de esa pequeña burbuja que sin querer habíamos creado. Aitana se levanta bajo la atenta mirada pilla de su amiga, que, por las caras que pone, se ha debido pensar algo que no era.

Tus acordes en mi guitarraWhere stories live. Discover now