38. Sombras

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«Imagen oscura que proyecta un cuerpo opaco sobre una superficie al interceptar los rayos de luz.»

Aitana

Le vi camuflarse entre sombras y figuras de mucha gente. Ana se abrazó a mi justo después de que Luis se diese la vuelta para decirnos adiós con la mano, el ultimo adiós.

Recogí rápida la lágrima que se resbalaba por mi mejilla haciéndome más humana, menos de piedra. Se me habían quedado muchas cosas por decirle, mil abrazos no eran suficientes y fui consciente demasiado tarde. Como siempre.

Le echaría de menos, le extrañaría de más. Ojalá todo esto fuese una mentira, un sueño de noches oscuras en el que después de un sol, él volverá. Tantos recuerdos en mi mente y, sin embargo, me faltaba el hecho de tenerle. No podría olvidar un amor tan grande como el suyo ni, aunque las horas pasasen más despacio esperando que la historia se volviese escribir.

Esta vez no eran cinco meses, y al final tres, era todo lo que podía llegar a durar una vida. A pesar de que sabía que todas las historias tenían su final, yo no podía pretender olvidarle cuando le había dado todo.

2 meses después...

Cerré la maleta más pronto que tarde intentando que Ana, que ahora vivía conmigo, no se diese cuenta de la locura que iba a cometer. Pero era solo eso, una idea loca que atravesó mi mente semanas atrás, causante de que yo ahora estuviera "escapando".

Le dejé una nota pegada en la nevera a Ana, un mensaje de voz a mi madre y un wasap a Miriam para agradecerle que me guardase el secreto. Se lo compensaría con unas gominolas de esas que tato le gustaban sin azúcar, se lo había prometido.

El aeropuerto estaba más vacío que de normal, quizá porque apenas eran las cinco de la mañana o porque entresemanas laborales la gente, que no trabaja de allí para acá, viaja mucho menos. Esperé paciente a que mi vuelo estuviese, al menos, en las pantallas para poder ir a alguna puerta.

Me tomé un café rápido en el Starbucks y agarré mi bolso lo más deprisa posible cuando oí por megafonía el ultimo aviso para mi vuelo. Siempre tarde Aitana, siempre tarde.

No vamos a negar que lo pasé estrepitosamente mal en el despegue y en el aterrizaje, pero, quién me iba decir la de cosas que era capaz de hacer por amor. Bajé rápidamente del vehículo con alas después de despedirme de la amable señora que viajaba a mi lado y que amenizó todo el trayecto con sus maravillosas historias.

Vi su gran cuerpo entre la muchedumbre y no pude evitar salir corriendo, olvidándome de que no estábamos solos. Había extrañado su perfume, sus abrazos, sus besos en mi cabeza... todo. Por suerte, la sensación de volver a él aumentó cuando me propuso esta escapada exprés.

— Bienvenida a Normandía, pequeña.

Los dos días siguientes pude conocer una ciudad tan maravillosa como era Normandía. Luis me llevó a montones de sitios, desde las playas del Desembarco hasta Etretat pasando por Bayeux, Caen, Ouistreham, Cabourg, Deauville y Honfleur . Mis pies estaban muertos de tanto trayecto pero que bonito había sido descubrir esos lugares.

No obstante, sabía que no estábamos de viaje de novios. Ojalá. Estábamos para hablar, para aclarar las cosas. Para cerrar las puertas y ventanas que dejamos en su momento entreabiertas por si queríamos volver. Era hora de pasar página, cerrar el libro y guardarlo en una estantería.

— ¿En qué momento cambió todo? ¿Por qué nos separamos tanto y tan rápido? —lancé yo la pregunta, tirada en la cama del hotel mientras miraba al techo pensativa—

Tus acordes en mi guitarraWhere stories live. Discover now