62. Decisiones

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«Determinación definitiva adoptada en un asunto.»

Cepeda

Me miré al espejo y por una vez me gusté.

Caminé hacia la terraza, pero olvidé que mi hermana deja la persiana medio levantada cuando ella se despierta así que cuando fui a salí me llevé un golpe en la cabeza que temo se convertirá en moratón.

La primera nada más despertar en la frente, y nunca mejor dicho.

Tras casi sacarla arrastras de la cama conseguí que Oli abriese los ojos, aunque todavía creo que no se la podía considerar persona. Gruñó y fue a por su taza de colacao ignorándome por completo.

Cuando llegué a la tienda Aitana emitía los mismos ruidos que su sobrina mientras sorbía de el café que le compré de camino, y no pude evitar reír.

Esa mañana no fui demasiado productivo sin contar con que Aitana me sentó en su sofá del despacho con una guitarra que no sé dónde guardaba para que cantase y así de paso practicar para la exposición.

Saqué boli y papel para apuntar las canciones que haría, y aunque la jefa quiso que ninguna se quedase fuera yo me negué porque, entre otras cosas, nos pasaríamos del tiempo.

- Bueno, Oli y yo estaríamos encantadas de asistir a un concierto privado.

- Si me invitas a una pizza, un día os lo hago.

Puso cara de ratona y yo sonreí satisfecho. Seguí con mi ardua tarea de elegir canciones. Una vez terminé, le tendí el folio a Aiti para que diese el visto bueno.

- "Esta vez", correcto; "Si me dices", adoro esta canción, esta cuando llenes conciertos te cantará una parte el público, no tengo pruebas, pero tampoco dudas; "Llegas tú" -me miró y susurró un «gracias» tan bajito que casi dudé de su existencia-; "Tú desnuda", que pillín, "El silencio dijo sí" esta me recuerda a Ana, es preciosa; "Cuando no estés" y "vuela" creo las he escuchado cuando se las cantas a Oli pero "Fuimos vida" es su favorita, le va a encantar escucharla allí y hará que todo el mundo haga la ola con la mano -ambos reímos porque sabíamos que nuestra sobrina era capaz de conseguirlo y solo de imaginarlo no pude evitar que las ganas de cantar aumentasen-; mmm... "Gentleman" y "Si tú existieras" no las escuché, ¿de qué van?

- De... nada

- ¿Ya estamos otra vez? Dios Luis, no te soporto.

Levanté las cejas sabiendo que no lo decía en serio. Ella me pegó manotazo y se encaminó a la entrada del taller donde estaba Jimena para comentar con ella un par de cosas.

Yo ojeé el móvil y me preparé para irme porque, sinceramente, no sabía que pintaba ahí. No hoy, ni el resto de los días, pero le había cogido el gusto y ya nadie me lo podía quitar.

Miriam me preguntó si comíamos juntos en uno de los restaurantes que habían abierto cerca de aquí, invitando también a Aitana, porque esa semana no había visto casi a Oli y seguro que se morían de ganas ambas por achucharse. Le planteé la invitación y no tardó ni dos segundos en aceptar después de escuchar el nombre de su sobrina.

Al roce de la una y media salimos los tres del taller cerrándolo hasta después de la hora de la comida y descanso. Entre los días que había pasado aquí había aprendido que no demasiada gente viene a lo largo del día, sin embargo, las chicas nunca dejaban de tener encargos.

Caminamos en silencio, con el viento picándonos en la cara haciendo que de vez en cuando te estremecieses. Nada que nuestros abrigos no pudiesen evitar al aferrarnos bien a ellos a pesar de no haber llegado todavía a noviembre, donde ya el frío se hacía más patente.

Tus acordes en mi guitarraWhere stories live. Discover now