66. Hablemos

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«Mantener una conversación [una persona] con otra u otras acerca de un asunto»

Cepeda

Esa mañana había sido una de las más agobiantes de mi vida.

Por una parte, cuando nos fuimos a casa después de tomarnos unas cuantas copas en el bar, más alguna que nos sirvieron de más, noté como mi resaca se estaba formando en alguna parte de mi cerebro dispuesta a macharme al día siguiente. Y efectivamente, así fue.

Roi y Ana estaban igual que yo y, aunque pueda sonar un poco grosero, eso me sirvió para no sentirme demasiado viejo en cuanto a salir de fiesta respecta. Conseguimos cerrar la tienda a mediodía aprovechando que no había nadie a quien atender, por suerte para nuestros derrotados cuerpos.

Rumbo a la cafetería les fui contando a ambos lo que ocurrió después de que la exhibición terminase y el público fuese yéndose al comienzo del local para marcharse. Para ser sinceros, yo sabía que ellos ya lo sabían porque durante la fiesta para celebrar lo que bien que había ido todo puede que Aitana y yo estuviésemos más pegados que dos lapas y cuando digo puede me refiero a que es de lo poco que recuerdo con nitidez de ayer.

Cuando llegamos a casa estábamos los dos solos porque Eliette se había quedado con Miriam y sus hijos, que ya estaban destrozados. Además, a Oli le hacía demasiada ilusión que su prima durmiese en el mismo lugar que ella y con los pucheros que hizo fue muy complicado negarle nada. Roi por un momento se negó a oír más llantos de los necesarios, pero después de aclararle que Eli no molestaba por las noches más que si había tenido una pesadilla o algo así, y después de una copita que le achispó lo suficiente, acabó cediendo.

Ana me echa una mirada que si la hubiese practicado un poco más probablemente habría conseguido matarme. Roi se limita a sonreír porque desde hace una semana no paraba de repetirme que saltaban chispas entre nosotros y que sabía que este mismo mes empezaríamos algo. Fruncí el ceño cuando me lo dijo porque daba por hecho que la situación era fácil cuando en realidad era un maldito rompecabezas, literalmente.

Cambiamos de tema a Eliette y nuestra preocupación porque ya había pasado casi un mes desde que la acogimos y se nos acababa el tiempo para encontrar soluciones que nos ayudasen a adoptarla. Ana había investigado y la única forma que fuese rápida era que la madre firmase un documento legal en el que nos dejaba la custodia a ambos, pero no nos servía, porque para eso teníamos que encontrarla.

Por las pruebas de identidad que le hicieron en los servicios sociales su madre se llamada Louane Vinsonneau y nacida en un pequeño pueblo del norte de Francia. Eso era lo único que sabíamos. Y con eso, era imposible encontrarla. Quien sabe si había vuelto a su país natal o si estaba a dos mesas detrás de nosotros. Yo solo pude recurrir a una cosa: ir al parque donde la encontramos por si ella pasaba por allí todos los días.

Tenía que hablarlo con Aitana, bueno en realidad teníamos que hablar de muchas cosas y esta tarde lo haríamos. Miriam se quedaría con la pequeña para que no tuviésemos distracciones ni interrupciones y así terminásemos cuanto antes. Estaba nervioso porque no sabía como empezar aquella conversación. Le debía tantas disculpas...

Cuando llegué a casa después de un turno un tanto desastroso Aitana ya estaba en casa porque mientras los técnicos recogían el local ella no podía hacer nada que ir actualizando el catálogo de la tienda para posibles interesados y según me explicó, eso comparado con otras cosas era pan comido.

Me tendió una taza de café recién hecho y nos sentamos en el sofá envueltos en una especie de silencio que ambos teníamos miedo de romper. Me aclaré la voz antes de dejar que mi voz se hiciese hueco entre las paredes.

Tus acordes en mi guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora