22. Pasado

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«Tiempo que ya sucedió y que, en una línea cronológica, ha quedado atrás.»

13 de junio de 2010

La pequeña Aitana de diez años camina sonriente agarrada de la mano de su abuelo que la lleva hacia un puesto de helados para, después de unos cuantos pucheritos, comprarse su cono favorito, el de nata.

Va dando saltos por la alegría que le provoca que, como cada sábado, su yayo la haya recogido en casa y vayan a dar una vuelta.

Es cuando, parece perderle de vista después de ir corriendo tras unas palomas, que parece que el miedo la invade.

Por suerte, su abuelo no la pierde de vista en ningún momento y cuando ve que sus expresiones se tornan llenas de aprensión y sus ojos empiezan aguarse pronto los grandes brazos la rodean y así parece tranquilizarse.

Siguen su camino hasta aquella placita de su barrio en la que hacen los mejores helados artesanos. Aitana se mosquea cuando, de repente su abuelo, suelta su diminuta mano para alcanzar uno de sus cigarros que guarda todos los días en su bolsillo de pantalón. Observa como lo enciende y como él inhala algo que ella cree invisible. No le gusta que fume y por más veces que le ha pedido que lo deje, él se ve incapaz de dejar su medicina contra el estrés.

— Yayo, fumar está malo —le avisa ella, como si se le hubiese olvidado que, más que curar, ese cilindro le está matando—.

Antonio se pide el de arroz con leche que asquea un poco a su nieta, la cual no para de chincharle con que el suyo está más rico.

— Es que yayo, mi helado lo ha hecho una vaca con su leche, entonces está muucho más rica —expone la pequeña levantando el morro mientras imita el sonido del animal al que se refiere—.

— Claro que sí petita, no seré yo quién te lleve la contraria —se defiende el mayor de los dos riendo—.

Ambos caminan felices por el camino que lleva hasta el parque, mientras que se cuentan sus anécdotas de la semana y rememoran momentos. Antonio, más consciente de la vida, pide que esos ratitos duren muchos años en los que poder disfrutar de la compañía de su nieta. Sin saber que el destino les tiene algo diferente preparado.

24 de febrero de 2019

Últimamente se encuentra muy cansado, puede ser que el caminar todos los días por el centro de la ciudad le agoten más de lo recomendado o que no recupere toda su energía con el sueño. Sin embargo, ya acumula más dolores que él achaca a la edad, aunque su mujer no esté de acuerdo, como los dolores de espalda o los picores por todo su cuerpo, sobre todo en las zonas en las que cada vez se aprecian mejor un tono amarillento.

Por presión de su hija va de camino hacia el médico, con esta misma que le lleva en el coche, un tanto nervioso por lo que le puedan decir.

Las enfermeras se muestran amable con ellos y eso, por un momento, le hace sentir tranquilo.

Le hacen varios análisis de sangre, una exploración más concreta para lo que los médicos empiezan a sospechar y un resultado, que tarda en llegar más de los que les hubiese gustado, confirmado por un TAC abdominal.

Cáncer de páncreas.

Su mundo se derrumba en cuanto le aquellas palabras en un folio sin sentimiento alguno de pena. Demasiado extendido como para una cirugía, demasiado peligroso para una simple quimioterapia. Aunque ese proceso en sí no fuese sencillo.

No sabe cómo va a contárselo a su hija, ni a su mujer, pero todavía menos a una chilindrina que, llena de ilusión, le espera en la puerta del hospital para ir, como cada sábado desde que tiene recuerdos, a comprar sus helados favoritos.

Tus acordes en mi guitarraWhere stories live. Discover now