54. Medicina

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Cepeda

El despertador sonó con fuerza como cada mañana y yo lo odié, como cada mañana.

La rutina de desayunar con Oli, ayudarla a vestirse y acompañarla al cole fue la que marcó el ritmo de la primera parte del día. Bueno, realmente solo era el comienzo, como el primer párrafo de un capítulo, que te introduce a todo lo que va a suceder en el resto de las páginas que leerás.

Mi hermana se incorporó al trabajo de forma telemática, pues según muchos padres, la sustituta no era del agrado y Miriam se ofreció a mandar los deberes para que los niños no perdiesen su ritmo normal.

¡Adiós tito, que pases un día chachi! —se despidió Oli con su manita en la puerta del colegio antes de entrar con sus amigos a su clase. Ella, que siempre conseguía sacarme una sonrisa ante cualquier situación.

Adiós renacuaja, luego te veo

Esa misma mañana habíamos tenido una interesante conversación sobre por qué su hermano la tiraba de los pelos. Ella defendía que no era justo porque le daba muchos mimitos de tata mayor, no le quité la razón, pero quise hacerla entender que él estaba empezando a jugar con sus manos y que por eso agarraba todo lo que veía cerca suyo, incluso las coletas sus coletas.

Después de dejar a Oli en el colegio me dirigí a la tienda, donde tendría que atender a gente hasta poco después del mediodía, cuando llegaba Roi a ocupar mi puesto.

Ana estaba allí ya con todo preparado y es que, pasase el tiempo que pasase, nunca iba a dejar de sorprenderme su puntualidad, era como un reloj, siempre en el instante correcto, daba igual la ocasión.

Había sido un día agotador, como cada viernes, la tienda se abarrotaba, sin contar con la gente que se quedaba a tomar un café de esos que Ana preparaba tan ricos.

Cada vez la tienda se hacía más conocida y eso se notaba en la afluencia que tenía. No pude evitar pensar en Antonio, en cómo sonreiría junto a mi padre al ver que su pequeño proyecto tomaba cada vez más fama e importancia.

Siempre quisieron compartir su pasión por la música con el resto de la humanidad y que mejor manera de empezar que con una tiendecita de barrio en la que vendían instrumentos.

Tenía planeado un viaje a Galicia este mismo día hasta el lunes, que me sustituiría Ana para poder visitar a toda mi familia y amigos con tranquilidad. Esperaría a que Aitana me enviase un mensaje de que ya estaba en su pequeña oficina para pasar a despedirme, sin embargo, las horas pasaban y yo seguía sin tener noticias de ella.

Al roce de las tres de la tarde, cuando mi turno ya había acabado y estaba preparado para partir le escribí un mensaje a Jimena para saber si Aitana no estaba con ella o es que había sido víctima de su despiste una vez más.

Quise concienciarme de que era la segunda opción porque sabía de sobra que si me preocupaba mis nervios se dispararían y ya no habría marcha atrás. Así que esperé lo más calmado posible a la contestación de mi mensaje.

"Pensé que estaba contigo, por aquí no ha pasado en todo el día"

Ahí fue cuando me permití dudar del paradero de Aitana. Sabía que iba a ir a su tienda porque empezaba nueva colección y quería estar ahí cuando recibiese las últimas telas. Me avisó la noche anterior de que si yo no salía demasiado tarde y ella no tenía un jaleo excesivo podíamos salir a comer por ahí, y evidentemente, acepté encantado. Y ahora, había desaparecido del mapa.

Ana entró por la puerta en ese preciso instante, yo me había refugiado en nuestra pequeña, pero por ello menos acogedora sala donde me tomaba un té para calmarme. Durante el día y con tanta demanda casi ni habíamos intercambiado dos frases así que ahora que parecía que se iba a tomar unos minutos decidí empezar una conversación con mi mejor amiga y de paso, consultar por si ella sabía algo de su amiga y compañera de piso, porque al menos, debía de haberla oído salir, ¿no?

Me dijo que estaba en un bar con Miguel, que no desayunase, aunque tampoco iba a hacerlo, dijo que iba a traer algo que me gustaba. Pero no venía y yo iba llegar tarde a trabajar así que me fui. ¿Por qué?

Le expliqué la situación lo mejor que pude deseando que no se pusiese nerviosa, pero es que últimamente cada vez que levantábamos la cabeza de una caída era para ver la cuesta abajo y sin frenos a la que nuestro cochecito, como si de una montaña rusa nos tratásemos, se acercaba.

No aguanté mucho más allí y salí a buscarla. Tal vez no era buena idea coger el coche en mi estado, pero no había más opciones. Estuve minutos que se me antojaron eternidades sentado frente al volante pensando en donde podría estar. En casa de su abuela no, que estaba en el pueblo, y en la de sus padres tampoco porque se fueron de viaje. Ni Ana ni Jimena sabían nada, y Amaia y Andrea estaban demasiado lejos.

Memoricé cada uno de los lugares que en algún momento me confesó que le transmitían paz y me dirigí a todos ellos. La heladería a la que vamos con Oli estaba cerrada y el parque de juegos también el estanque de los patos solo había gente corriendo y personas mayores que disfrutaban de unas partidas a las cartas. Empezaba a quedarse sin lugares a los que ir mientras que el agobio podía conmigo. Y entonces recordé un último sitio. En realidad, dos.

El parque del caos, pero también el aeropuerto.

Arranqué de nuevo el coche y me desplacé hasta esa pequeña colina donde me dio la maldita carta. Según mi razonamiento sería más probable encontrar a cualquiera ahí que en un aeropuerto multitudinario. Cuando llegué no parecía haber nadie, pero aun así subí la pequeña cuesta hasta llegar arriba donde el árbol verde empezaba a sufrir la perdida de sus hojas que ya se teñían anaranjadas.

No. No había nadie. Mis esperanzas se desvanecían, pero intenté aguantar un poco más, por lo menos hasta que el aeropuerto me arrebatase todo lo poco a lo que me aferraba antes de pensar lo peor.

Fui al aeropuerto, pasé por las terminales y las recorrí enteras, hasta donde una persona sin billete de vuelo pudiese ir. No sabía qué hacer, pero mis pies parecían llevarme involuntariamente a esos bancos metálicos e incomodos donde la esperé para abrazarla por casi última vez.

Y la encontré.

Estaba sentada en el mismo lugar que me senté yo, con lágrimas jugando a las carreras por sus mejillas y su puchero retándola a marcarlo más. Corrí hasta ella, que se asustó con mi presencia. No habló, no hablé. Solo se acurrucó en mi pecho y yo la envolví con mi cuerpo.

Porque ante el miedo, abrazos como medicina.

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Hola a todas/os!!! Hoy me adelanto unas horitas porque en cuanto llegue al pueblico empiezo a llenar todo de cajas para la mudanza y conociéndome se me pasa la hora.

Pues nada, Aiti desapareció y volvió en poco más de mil palabras xd. Lo cierto es que este capítulo lo tenía escrito desde el viernes pasado y el siguiente ya lleva empezado (que no terminado) unos días.

Y como reflexión del día "ante el miedo, abrazos de medicina". Rodeáos de gente que os abrace en lo mejor y en lo peor, a vuestro lado y en la distancia. Y bueno, al abrazo de hoy invito yo💙

Os leo polluelillos (ignoremos que cada vez os llamo de una forma distinta) 🤠

Pd: chiquito bucle el que tengo con Bipolar, gracias vida por darme tal colaboración. Por cierto, me llena de orgullo que cantantes como Pol y Otero confíen sus canciones más icónicas a Luis, es tan bonito todo que muero de amor. Poco se habla de lo bien que elegimos a este hombre *STREAM BIPOLAR*


Y sí, en este vídeo sale GUAPÍSIMO.

Tus acordes en mi guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora