60. Bandera

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No han hablado durante el camino de vuelta a excepción de cuando han parado en una gasolinera porque Aitana no se aguantaba más sin ir al baño y Cepeda aprovechó la oportunidad para comprar un café.

En realidad, dos, otro para Aitana que acompaña con un croissant de chocolate.

Cuando vuelven a ponerse en marcha Luis le tiende la comida a la chica que sonríe en forma de respuesta antes de emitir un bostezo que se le contagia al gallego. La radio, por primera vez en mucho tiempo es lo único que se escucha en ese coche ahora que no hay conversaciones que dejen a la cadena de música en un segundo plano.

Suena "Cero" de Dani Martín y Luis no puede evitar cantarla en un susurro casi inaudible mientras tamborilea con sus dedos el volante. Aitana de mira de reojo sonriendo e ignorando lo guapo que está cuando conduce. Porque está claro que, como lleva confirmándolo casi una década, esa una de las facetas del chico que más le gustan.

Se concentra en mirar por la ventanilla el paisaje verdoso que dejan atrás hasta cambiarlo por césped seco y arboles que pierden hojas a cada segundo que pasa. De un momento a otro la catalana va cerrando sus ojos de forma inconsciente hasta quedar rendida en el asiento de copiloto. Luis frena la velocidad y alcanza una manta que tenían en los asientos traseros para colocársela a la chica que se acurrucaba hecha un ovillo, presa del frío que siempre le entra en los viajes. Cuando percibe una ligera sonrisa en el rostro de la chica confirma que ahora sí duerme plácidamente y decide continuar con el viaje.

Le quedan varias horas por delante en las que su cabeza probablemente no deje de dar vueltas ni un solo segundo. Intenta concentrarse en las canciones que ahora se reproducen por la conexión que ha establecido con su móvil en la parada que hicieron para ir a los servicios pero que no le puso hasta ahora.

Lo consigue durante los primeros cincuenta minutos, donde se deja llevar por el pop rock español de cuando era años más joven y salía de fiesta casi cada noche. Sin embargo, minutos (o eso es lo que piensa él que han pasado) antes de que la catalana se despierte de su siesta de dos horas, él se rinde y empieza a divagar por sus pensamientos.

Le cuesta creer que en el cuerpo menudo que hasta hace unos días podía cubrir con un solo brazo, hubiese crecido una pequeña personita que era mitad suya. No se imagina a Aitana con una panza abultando casi más que ella ni sacándose las típicas fotos donde enseñas la tripa desnuda semana a semana para guardar el recuerdo de esa época. Él las ha visto, un poco borrosas por culpa de las lagrimas que se agolpaban en sus ojos, pero las ha visto y por un segundo, se permite imaginarse cómo habría sido todo si él estuviese allí.

Quizá se hubiesen enterado a la vez encerrados en el baño de su casa mientras se mordían las uñas, nerviosos, durante la espera del resultado. Habría sido él quién sacaría las fotos semana a semana guardándose alguna para llevarla en la cartera y otra para ponerla de fondo de pantalla en su móvil. Le hubiese agarrado la mano a Aitana en cada ecografía y luego hubiesen pegado las imágenes de su pequeño en la nevera para cada mañana despertarse de buen humor y tener un motivo para sonreír.

Y cuando hubiese llegado el momento, porque a veces el destino es traicionero y si las cosas ocurren son por algo, simplemente y como desea haber hecho, hubiese estado ahí. Para abrazarla, animarla, llorar, pensar en positivo, guardar la esperanza, volver a llorar y abrazarse todo el rato. Y lo hubiesen hecho juntos.

Se quita de su mejilla una lagrima fugaz antes de volver a intentar centrar todos sus sentidos en la carretera. No se ha percatado de que la catalana se había despertado y le ha visto quitarse esa lágrima mientras se debatía entre quitársela ella misma. Ahora, su debate es si tocarle el hombro como muestra de apoyo o quedarse quieta y callada, que a veces es mejor.

Pero no.

Si va a tirarlo todo por la borda que sea por volver a sentir su piel. Aunque solo sea con la caricia casi imperceptible que le deja. Sin embargo, es gesto suficiente para que la piel del gallego se erice y ambos se miren durante una milésima de segundo a los ojos.

Con las mejillas sonrojadas Aitana vuelve a mirar al horizonte intentando divisar en los carteles algo que la indiquen que ya están a punto de llegar. Es cuando ve uno de una ciudad cercana cuando recuerda que tiene un encargo que enviar a esa misma ciudad.

Busca con el tacto de su mano su mochila que dejó en uno de los asientos traseros. Cuando consigue encontrarla y llevarla hasta ella busca con ímpetu su agenda de la famosa marca de papelería con frases motivadoras que se compra cada año.

No puede evitar llevarse una mano a la cabeza al ver que, tal y como había supuesto, tiene un encargo para el martes que ni siquiera ha empezado a planificar. Coge rápidamente de su mochila un folio que encontró y un boli para, por lo menos, tener alguna idea de la que tirar cuando llegue al taller.

Luis la mira de reojo muriendo de ternura por dentro al ver como la chica con la concentración ha sacado un poco su lengua de lateral y no deja de hacer dibujo y escribir cosas por todos lados.

A penas quedan veinte minutos para entrar en la ciudad de Barcelona así que la avisa para que sepa que su viaje se está acabando y por lo tanto el tiempo de "trabajo" que ha sacado de donde no lo había.

Se ofrece a llevarla hasta el taller a pesar de que ya es bastante tarde y Jimena probablemente ya no esté allí para ayudarla. Aitana se niega defendiendo que eso sería dar mucha vuelta, pero cuando se quiere dar cuenta, Luis está aparcando a un par de calles.

Ambos se bajan, una dispuesta a trabajar y él otro queriendo no separarse pues teme que, si se va, quizá no se vuelvan a ver. O al menos, como lo hacían antes. Cuando abre el taller Aitana no se equivocaba y no encuentra a nadie, así que tiene que sacar todas las cosas para ponerse manos a la obra.

Mientras que ella intenta planificarse Luis se ofrece a ir encendiendo los controles de las luces y poner en marcha los artilugios que la chica utiliza. Cuando vuelve de una pequeña sala donde ha encontrado todos los controles, Aitana ya está en su escritorio con una hoja en blanco gigante mientras pinta sobre ella.

Se queda unos minutos mirándola desde el marco de la puerta, pensativo y buscando algo con lo que poder ayudarla. Al final, cuando parece que la chica no la necesita y que allí es alguien remplazable, da media vuelta con el objetivo de salir. Es entonces cuando oye una voz tímida que la pide ayuda.

Gira su cuerpo inseguro y retrocede los pasos que ha dado. Aitana, escondiendo la cara, le tiende un lápiz pidiéndole una tregua.

Bandera blanca en medio de la batalla. 

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Hola!!!
Aplausos porque hoy llegué a tiempo, incluso un pelín más prontito👏🏼👏🏼👏🏼

Antes de que sea demasiado tarde , he de avisaros que nos quedan 16 capítulos para el final. No me odiéis mucho porfi. Y ya os explicaré el significado.

En cuanto al capítulo de hoy, poco he de decir. Simplemente espero que os haya gustado aunque sea bastante de transmisión. Al menos ha servido para que hagan entre ellos bandera blanca 🏳️

Y con esto y un bizcocho, hasta el viernes siguiente a las... 20:00, por ejemplo?

Pasar buen finde y semana. Como siempre, os leo!!!👀

Tus acordes en mi guitarraWhere stories live. Discover now