32. Reacciones

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«Cambio producido como respuesta a un estímulo.»

Aitana

Su cara lo decía todo. No se lo tenía que haber contado, todavía no.

Mis miedos, que como siempre me atormentaban, me hicieron subir corriendo hasta mi casa, dejándole a él solo en el portal, mojándose sin decir nada.

Me quité las deportivas que estaban caladas y las deje en el balcón cubierto para que se secasen, aprovechando para mirar si Luis seguía abajo esperando o ya era demasiado tarde. Vislumbré su espalada apoyada en el portal, dudando si llamar al telefonillo o irse. Bajé yo. Me arrepentía de pocas cosas de la vida, pero de esas, la mayoría eran por no haberlas hecho, y no me iba a permitir añadir una más a lista. No cuando se trataba de Luis.

Bajé corriendo las escaleras, con los calcetines mojados resbalando por el suelo frío del portal. Me importó una mierda como me miró el vecino que entraba, solo quería llegar a tiempo. Resbalé en el último momento cayendo de rodillas, por suerte solo me raspé las manos del roce. Cuando levanté la cabeza para ir a por Luis, su sombra ya había desaparecido y yo me sentía la persona más estúpida del mundo en ese momento.

Me metí en la cama, ignorando los mensajes que me llegaban al móvil y las llamadas que podía haber recibido. Me permití llorar toda la noche, lleva demasiado tiempo aguantando algo que no sabía ni que era y por fin lo estaba soltando. Perdí la noción del tiempo y entre lagrimas que me impedían ver con claridad caí en los brazos de Morfeo poco antes de ver el amanecer.

*****

Aiti, venga arriba, que es muy tarde —me hice la remolona, no quería saber nada del mundo. Tapé mi cuerpo entero con el edredón de nuevo e intenté hacer oídos sordos— Aiti, llevas días así, por favor, levántate.

Déjame probar a mí, anda -otra voz entró en escena como si de una obra de teatro se tratara. Noté como el lateral de la cama se hundía un poco más mientras una mano tiraba del edredón intentando destaparme— Aiti, no duermas más que ya es hora de que sigas tu vuelo. Venga, despierta ya, que el mundo sigue.

No. El mundo ha dejado de tener sentido desde que perdí a Luis el otro día —contesté yo, conteniéndome las lágrimas y volviendo a mi posición inicial—.

Por suerte o por desgracia, mis amigas se habían enterado de lo sucedido y cada día venía una de ellas a intentar sacarme de la cama, que comiese y por lo menos sonriese una vez al día. Siempre salvándome de todo, siempre a mi lado.

Ana consiguió tirar el edredón al suelo dejándome sin nada con lo que protegerme contra el frío de abril. La maldecí más de trece veces. Con ayuda de Ann me levantaron de la cama, y más a mi pesar todavía, para rematar la jugada llenaron mi cara de agua fría para que me despertase del todo.

¿Qué día es hoy? —pregunté, presa de la inocencia—

12 de abril.

¡¿QUÉ?! ¿En qué momento habían pasado dos semanas desde aquel suceso tan catastrófico? Es cierto que desde aquella noche me había limitado a pasarme todo el día moviéndome de la cama al salón y viceversa, comiendo lo mínimo o más bien lo obligado por mis amigas. No sabía nada de Luis, en parte, por mi culpa. Después de que no llegase a tiempo a alcanzarle en mi portal y solucionar el problema como dos adultos, me había visto incapaz de cogerle cualquier llamada que hubiese hecho para contactar conmigo durante este tiempo. ¿Y el motivo? Miedo, siempre miedo. Tenía miedo a que realmente estuviese embarazada, a que él no se quedase a mi lado para espantar todos los fantasmas como lo había hecho hasta ahora. No estaba preparada para todo lo que se me podría venir encima.

Tus acordes en mi guitarraWhere stories live. Discover now