43. Oli

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«Nombre de la sobrina de Luis y Aitana»

Aitana

La "charla" con Ana me había dejado dándole vueltas a la cabeza y sin poder conciliar mis horas de sueño habituales. Quizá tenía razón, quizá quería a Miguel, pero no como hay que querer a una pareja. Quizá había empezado a escribir con el anterior encima.

Me arropé de nuevo con la sábana e hice caso omiso a los mensajes que llevaba recibiendo desde ayer por la noche. No quería hablar con nadie y menos con Miguel, que me había llegado a llamar a las cuatro de la mañana para pedirme explicaciones de mi huida en la comida con sus padres.

Capullo.

Cerré los ojos y conseguí acomodarme en los brazos de Morfeo viendo pasar varias horas por delante de mí, sin importarme tan siquiera un poquito. Me despertó una llamada y mientras me levantaba de la cama juré que como fuese mi novio la aceptaría solo para decirle un par de cosas.

No estaba de humor, claramente. Por suerte era Jimena, que me preguntaba si hoy llegaban las telas para la nueva colección que estábamos maquinando. Más barata, más asequible para todo el mundo. Como un "prêt-à-porter" de los años 50-60 pero con la diferencia de ser para muebles, no para personas.

Quedé con Jimena a las doce, era una buena hora para empezar a trabajar. No muy pronto, tampoco demasiado tarde. Normalmente era a las once, pero yo hoy estaba dormitando así que, lo aplazamos.

Cuando terminé de hablar ya solo me quedaba media vuelta del reloj para que fuese la hora de estar en el taller y no me iba dar tiempo, como siempre. Desayuné un café, que aún después de mucho practicar no me salían tan ricos como se enseñó a hacerlos Luis. Me vestí cómoda porque estaré todo el día metida en ese cubículo que teníamos para diseñar los nuevos modelos de salas y dormitorios.

Cogí el primer metro que pasaba colándome en los últimos segundos donde las puertas se cierran, me negaba a tener que esperar al siguiente. Justo a tiempo, ni un minuto antes, ni tampoco tarde.

Cuando llegué Jimena ya estaba en esa mesa gigante que nos había visto crear nuestros primeros diseños, los fracasos y los éxitos. Tenía un café en la mano y deduje que ella tampoco había dormido porque la cafeína por la mañana no le venía bien. O eso me había dicho cuando le ofrecía uno.

Ni siquiera me di cuenta cuando alguien entró por la puerta haciendo sonar un par de acordes. Esta tienda quería que fuese parecida a los principios de mi abuelo, un pequeño local y un sueño. Jimena y yo estábamos en que no nos apetecía ni un poco escuchar ese sonido irritable que tienen todas las puertas de los comercios, así que, le pedimos a Roi que nos diseñase algo que hiciese sonar las cuerdas de una guitarra cuando abriésemos la puerta.

Miré hacia el frente encontrándome con la gran barriga de Miriam. Supuse que venía buscando una explicación por lo de ayer, y charla en general, que ahora con la baja por maternidad en los últimos meses y que se quedaba sola en casa se aburría un montón.

Hola bonitas —dijo ella captando también la atención de Jimena, que no se había dado cuenta de que alguien había entrado. Trajo una bolsa de churros para pasar la mañana, sabía cómo ganarnos— ¿Qué maquináis para esta colección?

¿Sabes el "prêt-á-porter" de Velvet? —ella asintió dándome paso a continuar— Pues algo así, pero con muebles. Todo es más barato y accesible, además, según los cálculos de Roi se supone que aumentarían las ventas y le pagaré un tanto por ciento.

No me hicieron palabras para saber que la idea le gustaba. Además, ese dinero les iba a venir muy bien porque con la inminente llegada de Pablo, Roi tuvo que empezar a hacer horas y ajustarse un poco en cinturón quitando muchos caprichos de su lista.

Tus acordes en mi guitarraWhere stories live. Discover now