75. Alma

583 34 61
                                    

«Según Pedro (Antonio), que tiene un corazón cálido»

Aitana

La barriga ha crecido tanto en el último mes que ninguna de las camisetas que me compré de embarazada me sirven ya. Desesperada porque voy a llegar tarde a la última reunión de mi libro antes de que se lance, acabo cogiéndole una camiseta a Luis, que silba cuando me ve con ella puesta.

Nuestro hijo o hija no para de moverse y darme patadas así que, cuando ya llevamos una hora de reunión pido que me dejen unos minutos de descanso porque el dolor ha ido a tanto que no creo que pueda seguir concentrada en durante mucho más tiempo.

La matrona durante las últimas clases preparto ya me avisó de que iba a tener contracciones dolorosas, pero no pensé que fuese tan literalmente. Contengo la respiración unos segundos y luego la acabo echando en cuatro tiempo, y lo repito repetidas veces hasta que mi prima Bea viene a asegurarse de que estoy bien para volver a la reunión.

Cuando retomamos los asuntos intento dar mi máximo y, aunque tengo muchas, pero que muchas ganas de ir al baño, me contengo porque ya solo queda un firma final y terminamos. El gerente que está en frente mía en la mesa me acerca el papel para escribirlo, pero cuando me voy a levantar noto como todas mis piernas se empapan y presiento que algo no va bien.

- Aiti... creo que acabas de romper aguas.

La que habla es mi prima, haciendo que me gire sobre mí misma para observar el panorama. Sí, definitivamente he roto aguas. Los minutos siguientes son de lo más estresantes porque todos estamos en una especie de shock por lo ocurrido y porque Luis no contesta a mis llamadas.

Bea me lleva al hospital mientras vamos llamando a todo el mundo para que sepa que nuestro bebé viene en camino. Luis lo coge el ultimo de todos y yo lo primero que hago es regañarle por no contestar antes ¡mira que si me hubiese pasado algo! No pilla lo que pasa hasta que tengo una nueva contracción y empieza a percatarse de que estoy de parto.

Cuando llegamos me dan una silla de ruedas porque casi que no puedo ni moverme del dolor que siento y segundos después llega Luis con Eli, Miriam, los niños y Roi. Puede que no haya sido una de las mejores ideas traer a los más pequeños porque presiento que va a ser un día demasiado largo para mi gusto, pero sé que esto les ha pillado muy desprevenidos y lo único que querían era llegar aquí.

Cuando estoy ya en planta me encuentro más relajada, Eli me mira extrañada entre los brazos de Ana que ha cerrado la tienda en cuanto ha podido y ya está aquí ayudando con todo lo que puede. Es Miriam y ella las únicas que se quedan cuando, observando como Luis desaparece para pedir que alguien me ponga la epidural, a mí me invade el miedo.

Durante los últimos días he estado preocupada por este tema, pero, como no me quedaba casi nada para salir de cuentas andaba distraída con todos los preparativos y el cuarto del bebé. Pero ahora, que estamos solas las tres otra vez, sin nadie que nos diga que va a pasar y con un montón de emociones en nuestros cuerpos, no puedo evitar derrumbarme y sentir que quizá no estaba preparada para todo lo que viene.

Un montón de preguntas pasan a la velocidad de la luz por mi cabeza mientras Miriam aguanta el dolor de mis contracciones cuando estrujo su mano y con Ana sentada a mi lado convenciéndome de que todo va a ir bien. Pero duele tanto, que todo se vuelve negro.

Veo la cara de Luis, con los ojos inundados de miedo mientras acaricia mi mejilla con suavidad. Hay médicos por todas partes dando instrucciones a mi alrededor mientras siento pinchazos en la tripa. Miro hacia abajo y me aseguro de que sigo teniendo una buena tripa y a un bebé que no deja de moverse dentro. Está bien, todo está bien.

- Aiti, estás dilatada, tienes que empujar porque el bebé ya viene.

Luis me mira con una sonrisa y yo agarro su mano antes de seguir las indicaciones de la matrona que ya está lista para mi parto. El silencio lo inunda todo y no es hasta entonces que me doy cuenta de que solo estamos los tres en la sala. Viene una contracción, cuento tres y empujo.

Las horas siguientes son eternas, o por lo menos a mí me lo parecen. Mi cuerpo está muy débil, pero debo de empujar, así me lo indica Marta, la matrona. Luis me alienta y al final, cuando estoy a punto de rendirme, oigo un pequeño llanto que se me contagia.

Luis va tras la enfermera y vuelve con nuestro bebé en brazos y miles de lágrimas corriendo por sus mejillas. Con la poca fuerza que me queda consigo hacerle un hueco en la cama para que se siente a mi lado. Me tiende a ese saquito de amor y yo lo cojo tímida. No tiene los ojos abiertos, pero aun así puedo asegurarte de que son los más bonitos que he visto en mi vida.

- Es nuestra niña Aiti, lo has conseguido, pequeña.

- Lo hemos conseguido Luis.

- Bienvenida al mundo, Alma.

No puedo evitar llorar al escuchar ese nombre para referirse a nuestra hija porque, hace mucho tiempo, en una noche de estrellas en otro país, le conté al que ahora es mi marido y padre de nuestras hijas que, si alguna vez fuera madre, no dudaría en llamarla así, pues era un nombre que mi abuelo adoraba.

Ana subió a Eli un rato después, cuando ya nos dieron vía libre con las visitas, aunque nos aconsejaron que no fuesen muchas para que bebé y mamá pudiésemos estar tranquilas y descansar. Sin embargo, acabó entrando toda la familia y amigos que llevaban el día entero en una silla de la sala de espera impacientes.

Miro hacia el techo y me acuerdo de mi abuelo, que sé que estaría pletórico de tener una bisnieta a la que comprarle chuches, helados y consentirle todo lo que yo no lo haría. Luis me besa la cabeza antes de reírse ante el bostezo de nuestra hija, que no es casualidad que su nombre lleva la primera letra de quien ahora echo tanto de menos. Es Eli la que me saca de mis pensamientos con uno de sus abrazos de oso, que antes eran de tres, pero que ahora son de cuatro.

Y ahí, rodeada de todos los que más quiero, con Luis a mi lado sujetando a Eli que acaricia la mejilla de su hermana con una dulzura y delicadeza increíble mientras yo las miro llenas de orgullo por ser su madre, entendí el significado de amor, de familia, de que hogar a veces son personas. Y yo por suerte, encontré el mío.

_______________________________________

Penúltimo capítulo subido💔

Le damos la bienvenida a Alma, que por fin ha llegado a nuestras vidas. Y el nombre lo ha elegido el más bonito club de lectura del mundo, en especial Pedro, vuestro Antonio, que no ha podido elegir mejor.

Además, y esto ellos (creo) que no lo sabían y es que yo con este nombre tengo cierta conexión. Por si no sabéis por qué, nos remontamos a Descolocas Todos, donde también la hermana pequeña de la familia se llamó así. Así que, ha sido como una especie de deja vù.

El viernes, es decir en dos días, tendréis a las 21:30 (hora española) el último capítulo, acompañado, si quieres, de una sorpresa🙊

Y con esto, ya me voy por donde he venido para seguir estudiando matemáticas, asignatura que me trae por el camino de la amargura.
Gracias infinitas por seguir aquí y, como siempre, OS LEO!!!🥺💘

Tus acordes en mi guitarraHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin