72. Cita

676 32 19
                                    

Cepeda

Aitana se asoma por la puerta de la tienda con una sonrisa tímida y la mía deja de tener miedo a dejarse ver. Todavía quedan varias personas para atender así que después de dejar un rápido y casto beso en mis labios sale para la sala de empleado y aparece con uno de los polos que tienen bordado el logo de la tienda.

Como solo estamos los dos nos dividimos las tareas que quedan mientras nos reímos porque Roi en el turno de ayer tuvo un despiste y no reordenó las cosas así que, os podéis imaginar el desastre que era la tienda por la mañana.

El susodicho aparece un rato después, justo cuando hemos terminado así que, sin preámbulos mando a Aitana ponerse su ropa mientras que yo le cuento a Roi los encargos y lo que queda por hacer. Lleva unas ojeras considerables, pero me dice que no pasa nada y se pone a lo suyo. No le fuerzo porque sé de sobra que si lo hago es cuando no me va a contar nada, además, Roi es tan parecido a mí que ni juntos hablamos demasiado de nuestras cosas.

Y vuelvo a sonreír. Porque sé que lo que quiera que le esté pasando se va a arreglar. Pero sobre todo porque hoy va a ser un día muy especial.

Aitana y yo ponemos rumbo a casa con nuestras manos entrelazadas y no es hasta que tenemos que entrar por la puerta que no nos separamos. Llega al sofá derrotada mientras suelta un suspiro, pero yo la mando a la ducha antes de que me bombardee con preguntas que no tengo intención de responder.

Cuando escucho el agua caer salgo disparado hacia la habitación y saco un traje de los que guardo en el fondo del armario porque nunca suelo ponérmelos, además de porque son incomodísimos. También saco un vestido negro corto que Aitana llevaba un tiempo mirando pero que nunca se llegaba a comprar porque prefería gastarse el dinero en algún juguete para Eli o en cosas para los dos. Así que, el otro día, cuando ella estaba en el taller aproveché para comprárselo sin que lo supiese.

Sale de la ducha y yo ya estoy hecho un pincel. Me mira arqueando una ceja antes de echar a reír y lanzarme unos cuantos piropos perfectamente provocativos y que tientan a dejar la sorpresa para otro día por meternos en la cama y no salir hasta el día siguiente.

Cuando ve el vestido emite un pequeño chillido haciendo que el que ría esta vez sea yo al verla correr por todo el pasillo hasta la puerta de nuestra habitación donde está colgado. Asiente emocionada cuando la pregunto que si le gusta y antes de cerrarse para ponerse guapísima (aunque ya lo esté siempre) me deja un beso en la mejilla que sabe a poco.

Me siento en el sofá mientras miro el móvil y los mensajes que me ha dejado Ana, que después del otro día cuidando a nuestra hija ha querido repetir y a mí me ha venido perfecto para la sorpresa que le voy a hacer a una de sus mejores amigas.

Cuando sale, veo que el rostro que lleva es serio y me asusto por si le ha pasado algo a ella o a alguien de nuestro círculo. Me acerco a ella preocupado y buscando en su mirada alguna respuesta, pero tiene la cabeza agachada y no puedo ver nada. de repente la sube y empieza a sonreír y a saltar y yo me tengo que tomar unos segundos para saber que era una broma y que en realidad todo está bien.

— Te queda como un guante —afirmo—

— Sí. Lo único es que hoy he debido comer algo que me ha sentado mal porque tengo la tripa un poco hinchada —dice mirándose en el espejo de lateral.

— ¿Te encuentras bien? ¿Prefieres que nos quedemos en casa?

Aitana me mira y niega repetitivamente. No estoy muy convencido de que se encuentre del todo bien pero como cuando me quiero dar cuenta ella ya está en la puerta calzada, maquillada y con el bolso colgado, tampoco me da demasiado tiempo a pensar nada más que ene coger las llaves del coche y la casa.

Tus acordes en mi guitarraWhere stories live. Discover now