20. Promesas

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«Acción de prometer.»


Una voz por megafonía les daba la última oportunidad para que sus meñiques se separaran hasta que el tiempo decidiese volver a juntarles. No querían que miles de kilómetros les distanciaran, no estaban dispuestos a que sus cuerpos no se despertasen con la caricia de la piel el otro. Pero a veces, las ganas no son suficientes y los últimos besos temporales sí existen.

Intentan no alargarlo más pues, cuanto más se hagan de rogar más les costará que el chico que ahora seca las lágrimas de su chica se suba en ese avión que le pondrá rumbo a un país totalmente desconocido para él.

Cinco meses, no más.

Sigue siendo mucho

Acuérdate de la promesa, cada día una canción.

Es que te voy a extrañar de más

Es ella quien se queda mirando a través de esa gigante ventana que el aeropuerto ofrece para ver como el vuelo IB5195 despega con total normalidad. Se seca las lágrimas restantes lo más discreta posible y sale de allí para cogerse el bus que la lleve directa a la universidad.

Y es eso lo único bueno que parece ocurrirla en todo el día pues, al contario que como pensaba, se encuentra mucho más descentrada en los estudios que incluso cuando apenas abría los libros pues los labios de Luis tenían muchísima mejor buena pinta.

Por suerte, su compañera Ann, que parece haber desarrollado un sexto sentido para saber cuándo su amiga está distraída, ha estado lo suficientemente atenta como para copiar todos los apuntes necesarios para el trabajo que tienen en común y del cual parece que, al menos durante las próximas horas o días hasta que todo se normalice, va a ser ella la que tire del carro.

Tiempo le falta para cuando, nada más abrir la puerta de su casa, se lanza desesperada al sofá en busca de comodidad para poder conciliar el sueño que la noche anterior no tuvo por culpa de los nervios.

Las pulsaciones aumentan al igual que los temblores. La ola de nervios arrasa por completo con ella y esa presión que hace mucho no sentía son las que la obligan a realizar esa llamada que desde aquel día en el que leyó la nota más dolorosa de su vida no ha tenido que hacer.

Su amiga vuelve a estar a su lado en cuestión de minutos para ayudarla a relajarse. Cuatro manos en torre sobre el pecho de la menor de ellas, la sincronización que es marcada por los "inspira, expira" que indica la de Pamplona buscando que los temblores de su amiga cesen de una vez.

Es el sofá ahora quien las acompaña y no la fría pared en la que la catalana se tuvo que apoyar porque sus temblores la impedían mantenerse en pie. Ambas se arropaban con una de esas mantas de borrego por un lado y tela suave por el otro intentando huir del viento congelado que azotaba las calles de Barcelona.

Y aparentemente es sólo el mensaje de Luis diciéndole que ya ha aterrizado y que deja de estar dentro de esos cacharros voladores que ella tanto odia lo que hace que su cuerpo se destense por completo y pueda respirar más tranquila.

Su mejor casualidad fue al encender la tele y ver que estaban echando su película francesa favorita pues desde que vio por primera vez "La famille Bélier" se enamoró por completo de aquel metraje. Podría ser culpable o no ese lazo que mantenía con el idioma porque detrás de él había recuerdos, música, historias, pero, sobre todo, personas, y una en concreto.

Sí, como siempre, había acabado llorando con el "Je Vole" y esta vez se lo contagió a Amaia. Se habían abrazado aún debajo de la manta, como si quisiesen esconder nuestras lágrimas sabiendo que llorar era de humanos.

Tus acordes en mi guitarraWhere stories live. Discover now