52. Bailey

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«Por George Floyd y todos los que murieron luchando por la igualdad»

Cepeda

A veces me pierdo, siento que no pertenezco al lugar donde estoy y las dudas se apoderan de mí. Sin embargo, últimamente, tenía la suerte de poder mirar cara a cara, y sin pantallas de por medio, a varias personas que hacían que todo se disipara para que a mi mente le llegase la calma.

A Ana a penas le quedan unas cuantas secuelas del accidente, aunque tal y como el médico dijo que debía hacer, una vez a la semana le llevo al hospital para cerciorarnos de que todo va sobre ruedas, y hasta el momento, así ha sido.

Oli me despertaba por las mañanas con uno de sus besos de esquimal, que aprovechaba para rascarse con mi barba y estallar en carcajadas. Luego, como ritual, le dejaba en la cuna de su hermano a pepo, su peluche favorito y con el que dormía todas y cada una de sus noches.

Aunque ya le había comprado uno muy parecido a su hermano, cuando ella ya estaba vestida y lista para abandonar la habitación se lo dejaba a su hermano junto con el otro peluche, pues estaba segura de que esos muñecos le protegerían a Pablo de los monstruos que se esconden debajo de a cama.

Cuando llegué al salón después de una dura batalla con Oli por intentar concienciarla de que no se puede poner un vestido de verano en octubre, Miriam escuchaba desde su móvil que se había pegado al oído lo que supongo que sería una canción, por como movía la cabeza.

Oli se sentó con ella intentando averiguar que es lo que su madre escuchaba, mientras, yo fui a la cocina donde me encontré con Roi. Tenía unas ojeras que casi se le salían de la cara y fumaba en la ventana un cigarro. Fui a robarle uno para fumar con él, pero no me dejó.

Desde unos meses atrás había intentado alejarme lo más posible del tabaco, aunque no vamos a negar que a veces recaía, sobre todo en momento de tensión y nervios, cuando solo eso me da aire para seguir respirando. No pensé que fuese a ser tan fácil, en los anuncios te lo venden muy bien, pero la realidad no es esa, es mucho peor, y aun lo es más darte cuenta cuando ya te llegas a fumar dos cajetillas al día.

Cuando volvimos al salón con tres cafés y un colacao para la pequeña de todos Miriam seguía prestándole atención a lo que quiera que se reprodujese en su móvil, aunque esta vez, a diferencia de la anterior, miraba a la pantalla. Oli me sacó de dudas diciendo que era la nueva canción del cantante "farovito" de su madre, Pablo López, con "Mariposa".

Me extrañó que no la hubiese escuchado antes puesto que mi hermana era de esas que se quedan hasta las doce de la noche para escuchar la canción y es capaz de quedarse sin uñas en la cuenta atrás cuando quedan dos minutos.

La puso por la noche, pero el pequeño Pablo no la dejó disfrutarla como merecía —me dijo Roi, como si supiese lo que estaba pensando en ese preciso instante—.

Negué con la cabeza mientras reía y senté a Oli en la trona que tardó menos de lo normal en desayunar. Parecía que hoy era un día especial para todos y yo no me había enterado. De hecho, mis dudas acrecentaron cuando Aitana apareció en casa de mi hermana.

Venía con cazadora y gorro, aunque probablemente este último fuese porque le había apetecido, no por el tiempo que pudiese hacer fuera. Nos saludó a todos con un beso en la mejilla y se preparó un colacao fugaz pues en dos tragos ya había acabado con él.

Venga Oli, que tenemos que irnos —apremió Aitana a la pequeña—.

Miré a Roi mientras alzaba la ceja en modo de pregunta. Él no tardó en percatarse y me contó que hoy Aitana iba al colegio de Oli para ayudarla a preparar su disfraz de Halloween, que casi estaba a la vuelta de la esquina.

Tus acordes en mi guitarraWhere stories live. Discover now