1. ARTUR

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Me Sudán las manos de manera horrorosa, era de esperarse estoy muy nervioso. Pero que ridicula situación, son solo palabras, solo palabras. Si solo es eso. Simples sonidos encantadares pronunciados por mis profesionales labios. Fácil, muy muy facil. Diablos, si tan solo papá estuviera aquí.

Demonios!

Dar el discurso de bienvenida para los nuevos estudiantes de Ardulian. No hay problema, lo he hecho antes. He dado un sin fin de conferencias, ponencias y paragrafias. Entonces... ¿por qué mi voz se niega a pronunciar palabra alguna?

Joder Arthur enfocate. Hazlo de una vez, da el paso. Camina hacia el estrado y cumple con tu deber.

O es lo que quisiera, me tiemblan las piernas al intentar dar el primer paso y mis manos se enredan en un horrible juego de dedos que sin duda nadia va a ganar. Respiro, una, dos bocanadas de aire, eso esta bien. Todo ira bien Arthur, me repito lentamente. Respiro, respiro profundamente. Hay algo en respirar, en tomar aire y soltarlo. Como si al hacerlo el aire empujara los miedos fuera del cuerpo, como si limpiara el alma. Por fin doy el paso y caminó hacia el estrado principal. Me tomo mi tiempo y sonrío. Pongo mis manos sobre mármol y el oro que construyen el estrado de conferencias. Hay cientos de cámaras y micrófonos. Miles de ojos mecánicos escrutiñando mis miedos. No puedo fallar.

Bajo la mirada hacia el guión en la mesa y trato de desviar mis pensamientos más oscuros mientras los estudiantes y los reporteros me observan con admiración, esperando con ansías mis poco oportunas palabras. Levantó la vista hacia ellos y me siento extrañamente mareado. No puedo permitirme desvanecer, Así que desvió la atención, me concentro en el gran salón de fiestas ahora usado como salon de conferencias, en sus lustradas paredes de mármol blanco y en sus imponentes vigas de oro solido. Admiro cada detalle, cada grieta. Con la esperanza de alejar así el temor, logrando que se pierda en la inmensidad de la arquitectura. Escapándose entre los ventanales y los adoquines de cristal. Asi más tranquilo por fin me decido a hablar.

- Bienvenidos queridos hermanos, Compañeros de armas y futuros amigos. -

Mi voz es fuerte y resuena en cada lugar del recinto, esto hace que todos aquello que estaban dispersos y esperando en el salón se vuelvan ansiosos hacía mi. Sus miradas criticas se posan en mi ser, en mis gestos apenados y en mi ausencia de elocuencia, pero a diferencia de hace tan solo unos segundos, ya no tengo miedo. No mientras continúe hablando, mi padre me dijo una vez "tu voz es tu más poderosa arma, es nuestra herencia y nuestra mejor herramienta".

- Ardulian se siente honrada de convertirse en su maestra, su guía y su hogar. Durante su tiempo allí aprenderán a refinar sus herencias y su magia, el viaje será largo y peligroso. Como miembros de Ardulian el peligro los esperara en cada lugar y en cada momento, pero también lo harán la aventura y la Gloria. Fuertes y hábiles por Ardulian, el Dominio del rey. -

Los vítores y aplausos no se hacen esperar, seguidos de cientos de voces orquestando el credo de Ardulian. Continuo con la conferencia, doy un parde consejos sobre la escuela, relato historias de batallas antiguas y me aseguro de dar una serie de detalles precisos para que no haya espacio para preguntas.

Al terminar me alejo del estrado y la conmoción, saludo ligeramente con un adoquin de manos a los participantes. Me encamino apresuradamente hacia las grandes persianas y tras la elegante seda roja del fondo del estrado me oculto de los demás. No me doy ni un segundo para respirar o pensar o hacer cualquier cosa y simplemente me desplomo contra el suelo, me siento rapido sobre mis muslos adormecidos. Asustado de que el ruido de mi caída hiciera que algún incautó se acercara. Pongo mis manos temblorosas contra mi pecho. Demonios y mil demonios de las tierras oscuras, por favor diosa, ayudame. Dame fuerza. Mi corazon va a mil por hora como si el ritmo de un galope de guerra siguiera, palpita, palpita de manera descontrolada y para empeorar la situación mi vista se torna roja. Veo pequeñas partículas negras. Son como pequeñas nubes de tormenta peleando a muerte sobre un cielo carmesí. No puedo respirar, pero quiero respirar, necesito respirar.

Hérederos: Dorado Ardulian.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora