42. ARTUR

19 3 1
                                    

De alguna manera logré escapar del juego de Guila, Ilumia era un tema que quería guardar para mí. Por lo menos hasta que ella estuviera segura de sus sentimientos.

Avanzamos por la línea Sur hasta uno de lo puntos de Separación de los vagones, el viaje ya nos había tomado dos días. No teníamos dinero así que no asistíamos al vagón de recreación, ni al vagón restaurante. Permaneciendo en nuestro compartimento por horas, dejándolo solo para tomar una ducha en el vagón de servicio.

Veres iba y venía constatemente por nuestro vagón, Normalmente traía consigo comida, algunos sándwiches, botellas de agua y unos bocadillos. No le preguntamos de donde los obtuvo, ni que hacía cuando desaparecía. Tampoco nos hablaba mucho, no nos explicaba a donde íbamos ni que debíamos hacer al llegar a nuestro destino. Otro hecho extraño era que la apariencia de Veres era todo un mar de cambios. Algunas veces lucía mayor como de 30 o 40 años, otros de 20 o 25. Ahora frente a nosotros parecía tener tan solo 17 años. De no ser por sus gestos dramáticos y elegantes, fácilmente podría pasar desapercibida.

Veres nos sonrió al traernos el desayuno, hoy traía unos tazones de avena molida y algunas hogazas de pan. La mujer/adolescente entró en el vagón dejando la bandeja sobre la mesa, sonriendo con una extraña madurez. Empezábamos a acostumbrarnos a ella, incluido Zane quien en un principio resentia la idea.

Estire mi mano y tomé una hogaza de pan dándole un bocado, es suave y dulce. Comemos en silencio y agradecemos al finalizar. Veres asiente y toma la bandeja nuevamente, levantando los restos de pan, Nos sonríe al salir del vagón.

- Prepárense, hoy llegaremos a nuestro destino. - Su voz nos toma por sorpresa, no suele decir mucho y ahora nos daba tal anuncio.

Guila se levanta intentando articular una pregunta, pero Veres se marcha y la deja con las palabras en el aire. Guila baja su mirada, odia las cuestiones inconclusas. Zane Lanza un suspiro elevado mientras bosteza.

- Por fin saldremos de este tren.- parece aburrído. No es un hombre al que le guste esperar.

- ¿A donde creen que nos lleve? - Pregunta Guila, está haciendo su típico seño de desagradó. Posiblemente este formulando miles de preguntas en su cabeza y solo quiere expresarlas de alguna manera.

La línea Sur conectaba a las 12 ciudades de la cordillera. Todas eran ciudades medianas con pequeños puntos de acopio. Todas tienen problemas, en todas podría esconderse la oscuridad.

- No lo sé. - Respondo más para mí que para ella, después de todo ya no me escucha, está mirando por la ventana. Conversando con ella misma, planeando miles de caminos y rutas en su banco de memoria.

Al igual que Guila, mi mente también rodaba sobre un océano de preocupaciónes. La sola idea de enfrentarme nuevamente a un mago negro me paralizaba, Zane y Guila habían salido intactos de milagro. Las llamas de aquel hombre eran todo un misterio, funcionaban diferente a cualquier herencia o arte que haya visto, eran potentes y devastadoras. Pero aún así, no dañabán como las flamas normales. Aún estando en mi piel no me lastimaban el cuerpo, pero sentía dolor, como si ese fuego fuera capaz de consumir el alma misma.

Mi herencia había funcionado una vez, no sabría que tan bien funcionaria en una segunda batalla. Además, Veres había dicho que el último punto de magia negra era también el más grande. Donde más se podía sentir el poder de Voltakh. Posiblemente tendríamos que luchar con algo peor esta vez. Tengo miedo de fallarle a la confianza que Guila y Zane ponían en mi, pero también estaba seguro de lo que quería hacer.

Sacudo mi cabeza y me golpeó los cachetes con las palmas de mis manos, para tratar de calmar así mis pensamientos. El sonido llama la atención de Zane y me giró hacia el apenado, me está mirando directamente, como preguntado que te pasa. Aún no hablo con él sobre nuestra rencilla, pero ya no me siento incómodo. Simplemente sacudo mi cabeza ahogando una negativa y el levanta una ceja. Se acerca un poco y me golpea con su hombro, simplemente fue un roce, pero se sintió tan cálido que me obligó a sonreír.

Hérederos: Dorado Ardulian.Where stories live. Discover now