25. ERIK

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Me sangran las manos y el sudor corre por mi espalda, aumentando el dolor de cada golpe. Salto hacia atrás y recuperó el control de mi cuerpo y del espacio que me rodea, sostengo el estoque con fuerza mientras mi espada de doble filo permanece en mi cinturón. Me lanzo de lleno contra el muro de estocadas y práctico mis golpes, dos puntadas a mí derecha, una a la altura de mi cabeza y tres más bajo mi cintura.

Presionó el suelo con mis pies en cada paso, en cada golpe. Mi muñeca está adolorida llevo tres meses practicando sin cesar mi habilidad con el estoque, recordando el sonido del metal quebrandose contra el hacha de Raven. Recordando como había perdido, el sentimiento de debilidad que se apoderó de mí.

Mis manos ardían, llenas de callos y ampollas. Que se habían convertido ya en pequeñas cicatrices, gire sobre mi cuerpo y puse el mango del estoque en mi pecho. En un impulso para lograr la mayor perforación posible, empuje mi brazo con fuerza y la delgada arma se impactó contra el muro, rompiendo el cemento y atravesando la pared.

Retire el arma y di unos pasos atrás revisando el caos que había creado, el muro estaba totalmente destruido, los ladrillos, la madera e incluso el metal habían sido perforados múltiples veces. Había mejorado bastante, todo el trabajo había mejorado. Eloise me había entrenado en el combate, conocía la técnica, pero me faltaba la habilidad. Eso era algo que la escuela reforzaba, en cada día, con cada clase.

Camine hacia el borde de la pequeña terraza donde entranaba y me deje caer sobre el suelo. Traía únicamente un esqueleto blanco y una sudera gris, el sudor se mezclaba con la tela y hacía que esta se pegará a mí cuerpo. Adhiriéndose a cada músculo posible de mi ser, no recuerdo haber estado en mejor forma jamás.

Mi cuerpo se había tonificado gracias a los arduos entrenamientos de la maestra Astrid, donde cada semana nos llevaba al límite de nuestros capacidades, nos pedía más de lo que teníamos y como resultado nos había hecho más fuertes. No sólo físicamente, también éramos más sabios. Los demás maestros nos afilaban en toda clase de conocimientos, nos convertían en armas.

Levante mi brazo, sintiendo como un par de gotas de sudor caían por los músculos de mi cuerpo hasta llegar a mí cuello. Vi la sangre correr por mis dedos y derramarse en mi rostro, las ampollas eran cada vez más grandes y el esfuerzo era cada vez peor. El maestro Lovely había accedido a entrenarme personalmente en el uso del estoque tras la primera prueba. No tuve que pedírselo mucho cuando acepto, me trajo a esta terraza, me enseñó la postura, la movilidad, práctico conmigo un parde veces, tuvimos más de una docena de duelos de práctica, incluso había pedido que fabricarán un estoque especial para mí. Era más ligero que el anterior, pero también más resistente, no conocía la aleación de metal usada, pero estaba seguro que esta arma en particular no se rompería como la anterior.

Llame al poder de mi herencia y una pequeña criatura dorada apareció bailando en mi cabeza, la mariposa danzaba alegremente sobre mí como si me estuviera animando a seguir. En sus clases la maestra Bodeler insistía en que debíamos encontrar una manera útil de usar nuestras herencias, cada semana los estudiantes mostraban increíbles avances, muchos ya eran expertos manejando sus virtudes, yo aún no estaba seguro de que uso debería darle a mí habilidad.

La mariposa se posó en mi nariz y aleteo un parde veces, en Ardulian podía usar mi herencia sin limitaciones, nadie pensaba que era extraño, ni que era peligroso. Eso me había permitido alcanzar un control mayor de mi herencia. Ahora podía llamar a un enjambre de mariposas doradas tan grande que podría llenar una habitación con ellas, también había logrado hacerlas más sólidas, más concentradas, ahora y de no ser por su característico color y brillo. Mis creaciones eran tan perfectas que fácilmente podrían ser vistas como reales.

Sentí un par de pasos antes de ver a Daimon cruzar la puerta, sin importar donde me escondiera el siempre me encontraba, llegó con una botella de agua y una toalla, por lo menos ahora siempre que me visitaba traía algo consigo. El único problema era que sus visitas eran cada vez más constantes y en los peores momentos.

Hérederos: Dorado Ardulian.Место, где живут истории. Откройте их для себя