39. ERIK

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El sonido recurrente en mi cabeza desparece cuando mi cuerpo por fin Despierta. Sacudo mi cabello y llevo mis manos hacia mi frente, el dolor ha desaparecido por completo. Paso mis dedos por la piel de mi rostro y me encuentro con una extraña textura. Un paño se extiende por mi cien y me cubre la parte superior de la cabeza.

Parpadeó un par de veces para recobrar el aliento, mi ojo derecho está cubierto por el paño y un extraño líquido viscoso, pero se siente normal.

Levantó mi pecho y me siento en el borde de la pequeña cama en la que estoy, una pequeña pendiente de piedra caliza. Inspeccionó la habitación, es una Cárcel. Los muros están rodeados por vigas metálicas que separan las demás habitaciones, hay poca luz, pero logro diferenciar los pequeños pasillos que conectaban la jaula.

- Por fin despiertas. - reaccionó al escuchar una voz a mí espalda, es un anciano; por alguna razón su voz me es familiar.

Llevo mis manos a mi cintura y me levantó a la defensiva, no tengo mis espadas, ni siquiera los cuchillos ocultos. También noto que quien me habla está en otra jaula. Más tranquilo respiro y me acerco a la rejas para poder verlo más de cerca. Es imposible, la habitación no tiene suficiente Luz.

- Creí que no despertaría. - Responde el Anciano, parece que tuviera tos pues su voz es forzada.

- ¿Donde estoy? - El anciano parece no tener intención de responder, luego escucho un respiro fuerte. Le cuesta respirar. Apenas y puedo escuchar sus jadeos, parece que se está ahogando. Estiró mis manos contra la reja e intento acercarme a el. Parece que está susurrando algo, que intenta articular palabras a través de su garganta irritada.

- Mer... cancia... Cali...dad. - tras aquel susurro simplemente reina el silencio.

- Oye!, Oye!! Hey!!. - Le grité con fuerza, mi voz llenaba el recinto y rebotaba entre las paredes. No contestaba, ni siquiera podía escuchar aquel suspiro apagado que denotaba su dificultad respiratoria.

Le grité por unos minutos hasta que finalmente decidí detenerme. <No puede esucharme> me retiré de las rejas y me gire hacia la celda, era sencilla, solo una cama y un inodoro. La jaula circular era simple, tenía un muro de piedra caliza a mí espalda y unas rejas circulares a mí alrededor, habían otras cuatro jaulas en el pequeño recinto que me recordó a una trampa para pájaros.

Di vueltas por la oscura habitación por un par de horas, o eso supuse, tal vez fue menos. Calcular el tiempo en medio de la constante oscuridad y el silencio era difícil. Al final decidí rendirme y dejarme caer en la cama.

Una vez en cama levante la mirada hacia el techo, ni siquiera podía verlo a través de las sombras. Intenté dormir, girar, no pensar. Pero no podía hacerlo, en Ardulian podía escuchar murmullos y movimientos constantes incluso estando solo en mi habitación, allí en medio de esas rejas metálicas no había ruido alguno, ni siquiera el roce del viento. Estaba solo, y al vacío de mis pensamientos no le agradaba tal situación.

Mi memoria se dispersa y mis manos intentan deliberadamente ocuparse en algo. Recuerdo el sonido de los pájaros en la ciudad amurallada tan claramente que por un segundo se llevan el silencio. Pienso en la voz de Ilumia y mi cerebro se distrae en el sonido de su voz, en la manera en que sus labios se curvan al pronunciar mi nombre y en la sensación de sus suspiros. Al no ver nada más que sombras puedo imaginar su silueta en la oscuridad, el brillo de su alma y de su resplandeciente sonrisa.

Sacudo mi cabeza pues empiezo a creer que es real, incluso intento acercarme a ella. Me siento para darle algo de movimiento a mis pensamientos. Flexiono mis piernas y pongo mi cabeza entre mis rodillas. Tarareo una vieja canción para llenar el silencio. La melodía es triste, pues evoca tiempos pasados, la letra habla de dos amantes que se amaron y se perdieron en su orgullo.

Hérederos: Dorado Ardulian.Where stories live. Discover now