15. ERIK

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Antes de que las luces se desplegarán por el cielo anunciando la tragedia, me había reunido con Rick y Daimon en una misión para enfrentarnos al nocturnas racional y salvar a Ilumia.

Llevaba cerca de 10 minutos caminando sin ningún rumbo fijo, inseguro de a dónde debería ir. En un impulso de valentía había decidido tomar la prueba, pensando que la experiencia podría serme útil. Ahora que camino solo en medio del bosque con 3 bestias asesinas rondando en el. La idea de sentarme junto al maestro Gerald tomando el te, lucía tentadora. Mantenía una mano fija en mi espada esperando no tener que usarla, también afilaba mis sentidos en una técnica de control que Eloíse me había enseñado. "Si te encuentras solo no dependas de tus ojos, Erik. La soledad puede engañar a tu vista, pero no a tu instinto".

Tenía solo 7 años cuando Eloise empezó a instruirme en el arte de la espada por órdenes de mi madre, al parecer esperaba que algún día pudiera reintegrarme al castillo como un guardia. Según Eloise era su manera de protegerme, la Ciudad amurallada estaba pasando por un momento díficil. En especial durante los años de mi nacimiento y la década siguiente, incluso con las murallas aún estábamos en el centro de los siete grandes imperios. Siempre bajo tensión y asustados de ser invadidos por ellos, la ciudad había formado un ejército de poderosos magos de todos los Reinos, hábiles en todos las ámbitos de la magia. Lentamente la ciudad se estaba levantando, siendo capaz de enfrentarse militarmente hablando a una de las siete potencias. El creciente imperio recibió muchos llamados de otros reyes quienes nos invitaban a formar parte de ellos, fueron muchos los que se oponían, otros buscaban esperanzados la protección de un imperio. Pero para mí familia, para el anillo central de la ciudad amurallada, eso no era suficiente. No bastaba con sobrevivir bajo el ala de un grande, nuestro pueblo debía vivir siendo uno.

Como todos los imperios nosotros también le rezamos a la diosa del destino, pero en especial a su hijo y primer heredero Talos. Quien según las leyendas había nacido en la que era nuestra tierra muerta, bajo esta concepción habían nacido muchas leyendas que se transmitían en la iglesia de Sepehera y la capilla de Talos. Entre ellas y la que motivó el levantamiento del imperio, es la leyenda del Heraldo de la esperanza. Recuerdo la primera vez que la oí a través de la profunda voz de Eloise, el día que escuché y entendí el motivo por el cual mi destino no era permanecer como miembro de la familia Astrea.

Fue durante el cumpleaños número 5 de mi hermana, es tal vez mi primer recuerdo grato en las laderas. La ciudad se había encendido con fervor, incluso los barrios pobres vestían sus mejores galas y decoraban sus casas con luces y lámparas de luciérnaga, todos adorando al Heraldo. En ese tiempo aún permanecía en el anillo central, cerca al comercio. Pues mi herencia no me había causado ninguna complicación durante ese año. Vi correr a los niños con sus elegantes ropas, cargando dulces de todos los colores y máscaras con el rostro tallado de la diosa.

Acerqué mi rostro a la ventana disfrutando del olor del pan horneado y las calientes galletas del festival, durante las campanas del quinto cumpleaños de la princesa todos tenían permitido entrar al anillo central y disfrutar del conteo de sus pocos años de vida. Ansioso, había apilado los muebles junto a la ventana superior de la pequeña habitación. Para ver más de cerca los destellos en el cielo. Eloise entró en la habitación con su habitual manto negro y una caja de dulces.

- Si te caes de ahí, no pienso limpiar tus heridas. - dijo Eloise poniendo los dulces sobre la mesa y entrando en la cocina. Preparo su acostumbrado té negro de chía, al olerlo baje de los muebles y corrí hacia la mesa. Me deleite con el sabor a canela de los dulces y la dulzura de cada bocado. Camine hasta la cocina y deje que Eloise me sirviera una taza de su horrendo té negro, su sabor era extremadamente amargo y solía causarme dolores del estómago. Pero también era el único momento del día en el que podia fingír que estaba cenando en familia. Mire las luces que centellaban por la ventana, indeciso de si veía correr a verlas.

Hérederos: Dorado Ardulian.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora