34. ERIK

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La noche del viernes llegó particularmente rápido. Nos tomo media hora llegar desde la posada, hasta campo muerto, partimos rápido y con premura. No sin antes auxiliar a la mujer, tras hablar con nosotros, la posadera aceptó recibir las artes Sanadoras de Uno. Y también nos enseñó el camino hacia la árboleda, el lugar de reunión de Cuervo.

Llegar a campo muerto, fue sencillo. El lugar estaba recubierto de árboles secos, cuyas ramas se extendían por el cielo, opacas y negras. La tierra también lucía gris, como si nada pudiera crecer en ella.

Según uno, en Soledad no era común andar a caballo. Por lo que tuvimos que caminar todo el trayecto, pasadas dos horas por el bosque desierto, llegamos a la arboleda.

En contraste con su ambiente circundante, la Arboleda, era una conglomeración de gigantescos arboles, que crecían en la orilla del río. Para nuestra sorpresa, el lugar no estaba custodiado.

Cientos de personas caminaban tranquilas por entre los árboles, por sus interminables raíces. Guiándonos hacia la reunión, lentamente nos unimos al llamativo grupo, Intentando no llamar la atención.

Reconocimos la entrada a campo muerto, por dos gigantescos guardias que vestían las mismas túnicas que los hombres en la posada. Al verlos, Uno me tomo del brazo, y me guío lejos. Ocultandonos en uno de los arbustos del espeso bosque.

- ¿Está listo? - Me preguntó Uno, al tiempo que activaba su Herencia. Protegiendo nuestro secreto.

- Lo estoy. - Le respondí seguro, a lo que él asintió.

- A Partir de ahora estará por su cuenta, tomaré sus cosas y lo estaré esperando en la estación del tren. - Dijo Uno, tomando mi pequeña maleta, donde estaba mi uniforme.

- Entiendo, muchas gracias. - Respondí, realmente agradecido con el hombre, con Rick. Esto habría sido imposible por mi cuenta.

- Una última cosa, joven Erik. - Añadió el hombre, estirando su mano hacia mí.

- Debe entregarme el Decire en su dedo derecho, Su poder podría delatarlo. - Respondió el hombre, ahora elevando su mano.

Lleve mi mano derecha hacia mi dedo índice, donde reposaba el Decire. El anillo negro que revela las mentiras. Me gire hacia el hombre inseguro de entregarle algo tan preciado, algo tan valioso para mi, como mi propia vida.

Relaje mi mano, hasta que el anillo salió. Me sentí vacío, como si algo me faltará, lo había usado por tan solo unas semanas y ya era parte de mí. De mi existencia, el Decire reflejaba mi conexión con Daimon, mi promesa.

Aún indeciso, puse el anillo en las manos del hombre. Uno la cerró lentamente y guardó el Decire en la maleta. Mirandome tranquilo.

- No se preocupe, yo lo cuidare. - Respondió el Guía.

- Tenga mucho cuidado, Cuervo es peligroso. Le recomiendo no usar su herencia a menos que sea necesario, después de todo, la mayoría de los miembros de Cuervo son plebeyos sin sangre real. - Añadió el hombre, poniendo mi maleta en su hombro derecho.

- Debo irme, lamento no haber podido encontrar algo más decente. - Se disculpó el hombre, haciendo referencia a mí nuevas ropas.

Para evitar ser descubierto, Uno había comprado en el mercado. Unos pantalones Negros, algo roidos y desgastados. También consiguió una camisa de color azul oscuro, con unos simples botones. La tela se sentía ligera, tan lastimada y usada. Que amenazaba con romperse en pedazos.

- No, está bien. Aunque no lo crea, me siento mejor con esto. - Le respondí, Uno me miró curioso. Preguntándose, como alguien de la realeza podría decir algo como eso.

Hérederos: Dorado Ardulian.Where stories live. Discover now