20. ERIK

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Hoy era el último día de clases iniciales, la última clase y el último maestro. Recuerdo a aquel elegante hombre en mi habitación, relatando el origen de los herejes y siendo el único dispuesto a hablar de mi condición.

Camine hacia la cómoda de mi habitación y me mire al espejo, llevaba el uniforme habitual de Ardulian con sus habituales pantalones y botas negras, su camisa fina y blanca, y su sastre gris. Llevaba también en mi cintura la espada reglamentaria del uniforme, la nota que detallaba la ubicación y los requerimientos para esta clase, indicaban que el arco era opcional, por lo que no lo llevaría conmigo. En especial por qué el tiro con arco era una de mis grandes debilidades, también había escondido una pequeña daga entre mis botas altas y una más en el bolsillo de mi sastre. Siempre ve preparado, el primer plan nunca funciona. Recordé las palabras de Eloise mientras salía de la habitación, camine por los pasillos de los que ya empezaba a acostumbrarme. La escuela aún molestaba a las personas, pero ahora lo hacía ocasionalmente como si se hubiera cansado de jugar con nosotros. El desayuno había sido ligero, el día de hoy la escuela había preparado un menú estándar. Lo que era extraño pues a ella le gustaba variar. El desayuno consistía en una crema y algunas hogazas de pan, acompañado de algunas frutas y jugo de lima. El ambiente era cálido en el comedor, todos sonreían y jugaban entre las mesas, me senté junto a Ilumia quien estaba al lado de Rick y Daimon lo cual era aún más extraño. Me acerqué a ellos y los saludé, Daimon no respondió solo se concentró en su comida. Me senté al lado de Ilumia y le pregunté por su tríada, ella me respondió que Julie y Tell habían acompañado a Guila y a Silva, a tratar un asunto urgente para la clase de hoy. Me gire hacía la mesa donde normalmente Ilumia se sentaba y me encontré con Artur, Zane, Ciaro y Karla. Parecían tener una charla amena aunque Artur parecía distraído, por todos los reportes que Daimon solía mostrarme en los periódicos empezaba a conocerlo de a poco, conocía a sus padres, su don, a sus amigos y su habilidad junta a muchas otras cosas. Que junto a los demás Candidatos conocía, pero no lo conocía a el. Ni siquiera había estado en el mísmo círculo que el, a excepción de anoche, en este mismo lugar. Pero incluso esa noche el había partido tras hablar con Rick, los había observado sin querer pues Daimon mantenía un ojo sobre ellos. Me intrigaban las palabras de Rick y su relación, no comprendía su dinámica ni mucho menos su lucha. Pero si conocía la sensación de querer hablar con alguien y no poder hacerlo, ese fue el sentimiento que percibí en la cara de Artur aquella noche. Como si buscará a alguien en la oscuridad, esperando oír sus palabras. Eso mismo hacia yo en las noches en las que las pesadillas me despertaban, girando mi cuerpo en esa pequeña cama buscando a Eloise en medio de una habitación vacía.

Caminamos hasta el último piso de la escuela donde se encontraba la sala de armas, la habitación era enorme e increíblemente construida, el techo era de cristal sólido, pero por su grosor dudaba que fuera de vidrio. Desde sus vigas hasta sus uniones estaban hechas de ese cristalino material, por el que destellos de luz se filtraban en una variedad de colores. Dándole a la habitación una tonalidad arcoiris. Tampoco tenia muros normales, estos estaban hechos de madera negra y tenían grandes agujeros por los que pasaba el aire, en medio de la habitación habían varios círculos con lonas blancas como tapetes, eran 5 círculos en total formando un cuadro, como una especie de pentágono. A su alrededor habían múltiples estantes llenos de toda clase de armas, desde espadas, arcos y lanzas. Hasta armas más pesadas, como hachas, mandobles y guadañas. Los cajones bajo estos estantes, estaban llenos de estuches de cuero. Donde estas armas podrían ser cargadas, también y encima del perchero había una colección de dagas de aspecto amenazante con diferentes y puntiagudas formas, cada una fabricada para causar el mayor daño posible.

En medio del pentagrama de círculos blancos estaba el maestro Sebastián Lovely, con su postura recta y su semblante elegante. Llevaba su habitual traje negro con sus guantes blancos de adorno, también llevaba su cabello blanco peinado hacia atrás y en su rostro una mueca indescifrable. En su cintura, colgada un cinturón de cuero negro donde descansaba una larga espada, era tan delgada que parecía una aguja y en su empuñadura había unos ligeros adornos plateados. Nunca había visto una espada como esa, pero la reconocí gracias a las Instrucciones de Eloise. Era un estoque, Eloise me había dicho que era su arma preferida de joven. Pero que en la ciudad amurallada no la fabricaban, era un arma muy fina y delgada. Que requería de más habilidad que fuerza, por eso muchos preferían las espadas de corte tradicional.

Hérederos: Dorado Ardulian.Where stories live. Discover now