59. ARTUR

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No se muy bien por qué lo hice, por qué mis acciones y mis palabras se tornaron tan reales, aun cuando mi conciencia no estuviera descuerdo, aún así Sostuve las manos de Erik, escuché su historia y le prometí que lo ayudaría. Lo hice sin saber lo que eso implicaba, sin saber la historia completa y más importante; sin entender que hacer a continuación.

Ahora mismo estoy de pie en la puerta de su habitación, he estado aquí por casi media hora sin moverme. Sin tener el valor de golpear la madera y decir su nombre. Que debería decir, como debería actuar? Tal vez, solo tal vez debería simplemente decir hola. Pero como continuar tras ese corto saludo? Como verlo a la cara sabiendo que podria ser la última vez que lo veré.

Es curioso, nunca me había planteado la muerte como algo cercano. No como un reloj que cuenta poco a poco mi deceso y en el caso de Erik, como un calendario al que empiezan a faltarle días. Siempre que pensaba en ello, divagaba en mis antepasados, en la innumerable lista de reyes que forjaron este reino. Todos ellos murieron en la comodidad de sus castillos, rodeados de su gente y recibiendo a la muerte tras haber logrado todo en vida. Ahora... ese pensamiento no está, No puedo evitar pensar en otra cosa que no sea la muerte cercana, y en defensa del chico de ojos dorados. No todo es por el.

Pienso en Ronald, aquel hombre que solo quería ser reconocído. Que deseaba lo que para otros es tan sencillo como respirar. Aún así la muerte y la tragedia llegaron a el antes; a diferencia de mis predecesores el no murió en medio de lujos, si no rodeado de fango y hielo mientras su carne ardía a causa de su triste ambición. Murió solo, cuando puse mi mano en su pecho pensé en lo triste que sería morir así. En si aquel hombre aún tenía familia, amigos, alguien quien al igual que yo pensaría en el tras su partida. Probablemente no sea así, es por eso que no se escapa de mis pensamientos. En ellos también están los magos negros, con su inconmensurable poder, sus hechizos que ignoran las reglas y sus objetivos tan poco visibles. Incluso ellos que me mostraron lo pequeño que soy ante la magia, cedieron ante la mano fría de la muerte.

La muerte... Es justicia. El transportista, un hombre sin escrúpulos que intento matarnos. No tuvo un destino diferente al del Padre de Ilumia; Un ejemplo del amor fraternal. Al final comprendo las palabras de mi padre, un Rey imparte justicia ya sea de la mano de una espada o de una flor. Por que al final de nuestras vidas lo único que es igual para todos es la muerte.

Sin embargo, ese no es el destino que quiero para Erik. No es algo con lo que quiero cargar por el resto de mi vida, el saberlo y no haber hecho nada para impedirlo. Ese sentimiento me atormenraria por toda la eternidad, incluso cuando mi cuerpo se fundiera en oro y fuera plantado en los jardines de esta escuela, incluso allí; mi mente pensaría en que a unos cuantos metros, está la habitación del chico cuyo Rey no pudo salvar.

No se por lo hago, no somos amigos, no hemos tenido una conversación real... Jamás. Tal vez sea egoísta, tal vez sea un simple capricho de mi corazón incompresible. Pero quiero lograrlo, quiero conocer más de sus secretos y quiero que viva. Algo en sus ojos me dice que debo hacerlo. En su mirada de ámbar dorado que pide ayuda cuando sus palabras se niegan a hacerlo.

En estos momentos comprendo muchas cosas, comprendo a Arqeus. El por que siempre me ayudaba y por qué pensaba que debía protegerme. Hay personas, que son luces. Personas como Erik, cuyo brillo se ve amenazado por el viento y la tempestad. Personas que merecen ser protegidas; tal como tú lo hiciste conmigo Arqeus. Tal como yo planeo hacerlo.

Toc, toc.

- Erik, estás ahí? -

No hay respuesta por un rato así que insisto nuevamente.

- Si estás ocupado puedo volver después. -

Aún nada, puede que simplemente no quiera hablar. El también debe tener mucho en su mente ahora. Estoy tan acostumbrado a compartir mis pensamientos y emociones con mi triada, que aveces olvidó comprender los de las otras personas. Pienso en si debería golpear de nuevo y me detengo cuando mis dedos rozan la aspera madera en un sonido ahogado. Tal vez debería irme, los maestros podrían enojarse si me ven dando vueltas por los pasillos. Tras la asamblea nos pidieron mantenernos en las habitaciones, un nuevo protocolo de seguridad.

Hérederos: Dorado Ardulian.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora