11. ERIK

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Me desperté más temprano de lo usual gracias al aterrador frío de agosto. El sol empezaba asomarse por entre las persianas de madera cuando me levante de la cama. Aún con algo de sueño en mis acciones, logré por fin retirar las pesadas mantas sobre mi cuerpo. No me había cruzado con Ilumia ni Rick en la noche anterior, lo que me había dejado la horrible sensación de estar un poco solo. Era extraño lo rápido que me había acostumbrado a su presencia, y lo díficil que se había convertido el paso de las horas al no tenerlos cerca. Me recordaba los solitarios días en las laderas, observando a los niños correr y jugar a través de las ventanas, sin poder unirme a ellos. Rebusque en el armario el ya cotidiano uniforme gris y tome también algunos de los libros que había leído la noche anterior.

En la cuál me había topado con la maestra Eva, un poco antes del cierre de las puertas. La mujer fue amable y cortes, pero sin llegar a ser amistosa, fue muy directa al mencionar que no podía ayudarme, pero también me había hablado de la biblioteca, de los miles de libros que está contenía y de lo poco que se usaba en Ardulian.

- No es ni de cerca tan grande ni tan ilustrada como la biblioteca en Avalken. Pero tenemos algunos tomos interesantes, en especial sobre la era de los primeros reyes. Tal vez encuentres más información sobre tu estado allí. -

Esas palabras me habían animado a investigar sobre mi herencia, esperanzado sobre lo que Ardulian podría ofrecerme. Le había agradecido por su consejo antes de verla desaparecer entre los juegos de movimientos imposibles de la escuela, la idea de conocer más acerca de Talos, el primer heredero me causaba un pequeño cosquilleo en mi espalda, como si de un escalofrío se tratase, además los libros eran algo con lo que me sentía cómodo, mi padre solía enviarme libros sobre el arte de la guerra y la estrategia militar. Solía pensar que enviaba algunos mensajes ocultos entre ellos y me decepcionaba al no encontrar ninguno.

Abrí la puerta de mi habitación y me topé con Daimon. Aquel chico que siempre me ignoraba y que hacía caso omiso de mi presencia, ahora ese joven estaba frente a mí puerta, imponente y perfectamente arreglado, con su uniforme alisado y su cabello peinado en una pequeña ola. Daimon me miró por unos segundos para luego tomar la manga de mi saco y halarme tras el, el chico tenía una fuerza descomunal, incluso aunque plantará los pies contra el suelo, detenerlo parecía ser una misión imposible.

La escuela movía sus paredes y ponía ante nosotros largos pasillos, que terminaban en interminables escaleras. Le pedí que se detuviera, grite su nombre y en vano intenté resistirme. Daimon se detuvo al llegar una puerta de madera roja, con el símbolo de un libro sobre ella.

Las puertas se abrieron de golpe al sentir el suave tacto de las manos de Daimon contra la madera solida, al hacerlo, una gigantesca habitación llamo mi completa atención. La habitación era sencilla e iluminada, en cada pared habían cientos de libros perfectamente ordenándos en muebles de caoba. En el medio de la habitación había un gigantesco tragaluz que irradiaba delicados destellos solares sobre todo el lugar. La habitación tenía también 12 mesas dispersas y 3 escaleras movibles que daban acceso a los libros en las estanterías más altas, Daimon me había traído a la biblioteca. Me gire hacia el para preguntar la razón de haberme traído hasta este lugar, solo para ser arrastrado nuevamente por su potente agarré. Daimon me llevo por entre los libreros y los iluminados pasillos hasta una sección más oscura que las demás, los libros también se veían más viejos, algunos incluso tenían sus portadas de piel recubiertas de finas capas de polvo. Con cada paso los libreros se veían en peor estado, algunos libros estaban carcomidos por el tiempo y otros destruidos por la humedad. Mire curioso los movimientos de Daimon al guiarme por los pasillos, ahora más expectante que preocupado. El chico se detuvo frente a una sección perfectamente arreglada. Era obvio que al igual que las demás, los libros en aquel librero también habían sido afectados por el paso del tiempo. Pero estos, estaban ordenados según su tamaño, también estaban limpios. Tome uno de los libros y lo abrí esperando encontrarme con el papel desgastado y estuve gratamente sorprendido al ver sus hojas algo amarillentas, pero en buen estado, las letras estaban remarcadas con tinta de este siglo y la escritura en ellos tenía una caligrafía perfecta. Alguien se había tomado la molestia de restaurar estos viejos libros, cerré aquella antigua pieza de escritura y leí el título de la obra. Reyes dorados.

Hérederos: Dorado Ardulian.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora