29. ARTUR

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- Estás seguro de que quieres llevar contigo a Solaris. - me preguntó Zane, pasándome la pequeña espada.

La sostuve en mis manos, su hoja era tan brillante y hermosa que incluso a pesar de tener 500 años centellaba como ninguna otra. Mi padre me había entregado a Solaris como un recordatorio de mi origen y de mi labor, sin Arqeus en la competencia. era el único Ardain que podría obtener la victoria. Observe mi reflejo en el plano metálico de la espada, ya no era un niño asustado sin herencia. Ahora era la viva imagen de la fuerza, envaine la espada en mi cinto seguro de que su filo me guiaría a la victoria.

- Está bien, no tiene sentido dejarla aquí. - le respondí cargando mis cosas.

Guila estaba perdida esta mañana, llevaba cerca de una hora mirándose al espejo, peinando su cabello sin prestarnos mucha atención. Como era de esperarse de una persona tan ordenada, la chica había preparado su sencillo equipaje hace dos noches. Ahora su pequeña maleta reposaba sobre su cama.

Zane y yo aún corríamos con los últimos preparativos, estaríamos cerca de una semana fuera de Ardulian y nos tomaría un día llegar a la frontera del Reino negro, hasta Abadía, la ciudad fronteriza.

Para los estudiantes de Ardulian era obligatorio vestir su uniforme fuera de la escuela, incluso para las misiones. Pues no solo servían como un estándarte, si no también como un escudo. La tela del uniforme aunque delgada era realmente resistente, además estaba encantada para no ensuciarse ni rasgarse con facilidad. Por lo que los estudiantes podían vestir las mismas ropas por días, semanas e incluso meses sin que estás se tornarán mugrientas, pesadas o malolientes.

Esto también permitía que el equipaje fuera lo más ligero posible, la escuela financiaba los viajes por lo que los gastos no podían superar cierta cuota establecida, para alimentación, hospedaje o cualquier otra necesidad.

Guila se había decidido por un arco delgado, alegando, que llevar una espada sería poner una sobrecarga en el frente de batalla. Zane escogió una espada larga y ancha, que era tan grande como para ser una molestia en su cintura.

Me acerqué a Guila y puse una mano en su hombro, llamando así su atención. Le tomo unos segundos reaccionar como si no hubiera estado despierta, dejo el cepillo sobre la cómoda y se levantó, amarrando su largo cabello negro en una pequeña coleta.

Caminamos por los pasillos hasta llegar al jardín de reyes, el campo principal de la escuela donde las estatuas doradas reposaban. Aquel era el camino principal de la escuela que daba al gigantesco portón de oro macizo.

Había pocas tríadas en el lugar, la mayoría ya había partido a sus misiones en la noche anterior. En el jardín solo permanecían las seis tríadas campeonas y los grupos de Tod y Montgomery.

Nos acercamos a ellos ubicandonos cerca al portón, cada tríada tenía la libertad de elegir su medio de transporte dependiendo de la distancia y el origen de su tarea. Las misiones más alejadas requerían del viaje en globo aerostático, el medio de transporte más veloz de los siete reinos, seguido únicamente por la línea férrea. Para las zonas urbanas se podían disponer de los automóviles negros de Ardulian. Autos tan elegantes como resistentes, la caza de monstruos era particularmente especial, pues para ella se debía viajar en medio de terrenos desconocidos, normalmente para llegar a ellos era recomendable viajar a caballo o en carrozas, pero muchos preferían tomar el tren y seguir su último tramo a pié, pues regularmente los caballos no sobrevivían a la cacería.

Nuestro viaje sería sencillo, tomaríamos el tren hasta Veda. La ciudad central de la región y de allí seguiríamos nuestro camino en auto hasta la Abadía. Donde debíamos reunirnos con el informante del director.

Hérederos: Dorado Ardulian.Where stories live. Discover now