33. ARTUR

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Llegamos a Abadía cerca de las 12 de la tarde, el viaje en tren fue pacifico, después de la división en Capri. Zane conocía la ciudad y nos guió por sus calles hasta una pequeña posada cerca al rió. La Abadía era una ciudad de pescadores que se había fundamentado en la caza de bestias marinas, no tenia una infraestructura desarrollada como las demás ciudades capitales, pero ejercía un increíble control sobre el comercio del rió. Convirtiéndose en una de las ciudades mas tranquilas del reino.

Una vez en la posada, Zane registro dos habitaciones separadas, una para el y para mi, y otra para Guila. pues fuera de Ardulian, no era normal ver a una chica pasar la noche con dos jóvenes en una posada. Guila parecía feliz de tener su propio espacio, por lo menos por una noche.

- Princesa, podrías dejar de sonreír, empiezo a sentirme mal. - Dijo Zane, mientras subíamos por las escaleras de la posada, hasta el cuarto piso donde estaban nuestras habitaciones.

Guila nos observo y se rió, su risa era contagiosa y alegre. En especial bajo su tono cálido.

- Una noche sin los ronquidos de Zane, creo que estoy soñando. - Respondió Guila, sacudiendo su cabeza con dulzura. Como si sus propias palabras le hicieran gracia.

- Eso duele, princesa. - Alego Zane, poniendo las manos en su pecho, apretando la zona de su corazón en un gesto adolorido. Mientras le lanzaba pequeñas miradas tristes a la chica.

- Tienes razón, mejor me voy contigo.- Añadí, corriendo hacia Guila y poniéndome a su espalda. Escondiéndome bajo sus brazos y risas, mientras elevaba mi rostro por sobre su hombro derecho.

- Oh príncipe, eso es traición. - Replico Zane, aumentando su mueca exagerada de dolor. Dejándose caer sobre su espalda, recargando su cuerpo sobre la puerta de nuestra habitación.

- No se si alguna vez mi corazón podrá recuperarse de semejante ofensa. - Dijo Zane, mientras sonreía con fuerza.

El sonido de la puerta cediendo contra su peso, le arrebato su fingida tristeza y le entrego una sorpresa verdadera. Zane cayo contra el suelo, no sin antes estirar sus manos hacia nosotros, tomándonos por las mangas del uniforme y llevándonos con el hacia el frió suelo.

Zane cayo de espaldas, sirviéndonos de cojín. dejando que su cuerpo soportara nuestro peso mientras reía.

- Zane, idiota. - Grito Guila, mientras se reía con el y le lanzaba pequeños golpes en el pecho.

Sonreí con ellos e intente incorporarme cuando sentí nuevamente aquel misterioso frió en mi espalda.

- Parece que los Herederos de Ardulian, son cada vez mas aterradores. - Dijo una voz femenina en la habitación. Al escucharla, Guila tenso su cuerpo, rodando por el suelo e incorporándose de golpe, tomando el arco en su espalda y tensando una flecha con fuerza, todo ello en menos de un segundo.

- Es bueno ver, que por lo menos uno de ustedes esta alerta. - Añadió la voz.

Al notarla, lleve mis manos hacia mi cintura, mientras Zane giro hacia delante, listo para ser nuestro escudo. Guila no perdía la fuerza en sus dedos, tensando la cuerda del arco, preparada para lanzar un fulminante ataque dada la ocasión. La chica, se levanto del suelo, inspeccionando la habitación, caminando tras nosotros sin dejar de apuntar su arco. Seguramente planeando alguna estrategia en su Ágil mente.

Presione mi mano, sobre el frió tacto de Solaris. La espada ardía en mis manos, lista para salir y enfrentarse al peligro. Pensé en usar mi Herencia, en usar mi mandato para obligar a aquella voz a hacerse presente en la habitación. Antes de vocalizar las palabras sentí un impulso negativo en mi pecho. Me gire hacia Guila asombrado y me encontré con su mirada, la chica había utilizado nuestra conexión para impedirme usar mi herencia. La joven me observo por un segundo, para luego regresar hacia la habitación, Guila se acerco lentamente a mi, siempre alerta del peligro.

Hérederos: Dorado Ardulian.Where stories live. Discover now