3. ERIK

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El aire es demasiado cálido incluso para la región dorada, examinó con suma atención las calles adornadas del más pulcro oro y me asombro con cada nuevo detalle. Nos tomo dos días en auto llegar a la capital dorada, mi madre pensó que el viaje en globo aerostático sería demasiado pretencioso para un plebeyo. Por lo que me vi obligado a tomar el camino largo, gracias a ello tuve tiempo suficiente para conocer más de cerca a el que sería mi futuro hogar. El Reino dorado es tal como lo describen los libros y las fotografías, ordenado, enorme, lleno de energía y de un increíble nivel jerárquico. Totalmente diferente a las laderas donde crecí e incluso más diferente al anillo central de la ciudad amurallada. Donde miles de personas se encuentran, cada una diferente, con sus propias historias, caminos y lugares de destino. Pero todas unidas por el bien de la ciudad. Aquí, todos son muy similares. Su color de piel, de ojos, su manera de caminar y vestir. La forma en que se miran, se saludan. Con recelo y cautela, no existe la confianza ni la cercanía. Todos se mueven de forma ordenada y diligente, sin chocar con nadie ni detenerse un segundo, viven en la que es tal vez la ciudad más hermosa del reino y tal vez nunca la han observado.

El auto avanza veloz por las vías sin tráfico de la capital dorada, los edificios, las casas y las personas se desvanecen rápidamente para ser reemplazadas por enormes árboles. La vista me reconforta un poco, recordándome a los barrios pobres ocultos entre la maleza. Lentamente el chófer detiene el automóvil frente a un enorme portón dorado con tantos adornos y tallados que harían que la palabra ostentoso quedara corta. El brillo del oro centella ante los rayos de la tarde e ilumina toda la entrada, cegándome por momentos. Tomo mi equipaje de mano, una pequeña valija negra de los múltiples regalos de mi padre y el pequeño paquete de Eloise a un sin abrir en mis manos. Al salir del auto una mujer rodeada por dos hombres me espera. La mujer es increíblemente alta y va vestida con un ceñido vestido turquesa, en su juventud debió ser una mujer hermosa, pero ahora su rostro esta totalmente blanco por el bálsamo y el excesivo maquillaje, intentando deliberadamente lidiar una batalla en contra del tiempo y perdiendo de manera magistral.

- Dimar, Justo a tiempo. Solo dos maletas?- la voz de la señora es potente y clara, en cierto modo me recordó a Eloise y sus enseñanzas.

- Si, Mi lady.-

- lady? Un plebeyo con cortesía, que inusual sorpresa.-

Normalmente ese tipo de comentario me lastimaría, pero no ahora, no desde hoy. Los rumores de Ardulian al parecer eran ciertos, la escuela está acostumbrada a tratar con miembros de la realeza o de alta estirpe. Tenerme bajo su regazo debe causarles una gran molestia. Le sonrío a aquella señora de la manera más alegre y despreocupada que puedo, si iba a ser una molestia debía tomármelo enserio. La señora parece confundida con mi actitud, pero no le presta mucha atención, en cuanto los guardias a su lado toman mis maletas emprende su camino, Parece que esta acostumbrada a tratar con adolescentes pretenciosos.

Seguirla es tal vez lo más sencillo. La escuela es mucho más parecida a mí hogar, los estudiantes corren de un lugar a otro, las paredes están en constante movimiento y ningún lugar por el que pasamos es parecido al anterior. Todo es tan ruidoso y demencial, El caos es algo a lo que estoy acostumbrado, algo que incluso aprecio, La dama de turquesa tampoco parece molesta por el ruido, por el contrario se mueve con delicadeza cada que un nuevo pasillo a parece de la nada bloqueando su camino, esquivamos a muchas personas, lo que me pone inquieto, nadie me habla o me mira, pero el simple hecho de verlos caminar a mi lado me llena de adrenalina, es una maravilla combinación entre terror y estasis, el trayecto termina hasta que llegamos a un gran salón. El salón tiene el tamaño de toda una comuna de las laderas, es enorme,  todo era elegante y Blanco. casi parece una escultura, mi estasis se cae y empiezo a sentir que desentono entre tanta monotonía perfecta, La señora me pide esperar por unos minutos y sale corriendo nuevamente con los guardas detrás llevándose mis maletas.

Hérederos: Dorado Ardulian.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora