☘ Capítulo uno ☘

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Jerome Mameri

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Jerome Mameri

La maestra dicta la última línea de la investigación. Ya me sabía el significado de lo que pedía, pero no le iba a dar largas al estúpido asunto. Siempre subestiman al de atrás, como ahora que se me queda viendo mientras escribo la letra de la canción, que se irá a la basura desde que le haga melodía y me ponga a cantarla.

Sus ojos finos enmarcados en lentes se quedan en mí y no le tomo ni el más mínimo asunto y prosigo en lo mío, la ignoro a ella y el resonar de sus tacones, deslumbro su falda de tubo a mi lado.

La mirada del salón me arde en la nuca, me tenso cuando la maestra trata de quitarme el cuaderno que cierro con rapidez apartándolo de su mano, miro arriba encontrándome con un ceño fruncido y el reproche me lo pasó por donde no da el sol.

Exacto por la raja del culo...

Digamos que después del accidente mi actitud puede que no sea la mejor y me harta este tipo de situaciones, como la de ahora que me está sacando de mis cabales con esta señora.

—Señorito Mameri —me llama por el apellido paterno —me imagino que se sabe todo lo que he explicado. Espero no siga escribiendo sus cancioncillas baratas —maldita escuela de riquitos donde los maestros joden más que el gobierno francés.

Acá pasan con dinero, pero yo con intelecto.

Le duela a quien le duela.

—Creo que usted solo le sirve al maestro de música, no a mí, la de matemáticas —prosigue con sus palabras y la burla del curso llega.

Ella es nueva y de seguro no sabe qué tan bueno soy, me está subestimando, que tiene de malo estar callado atrás, no es que no sea sociable, es que no me da la maldita gana de entablar conversación en el aula.

La acribillo con mis ojos, me recuesto en el pupitre despreocupado, para luego sonreírle y brindarle una mirada de arriba abajo que siento que hace que se moleste más con mi descaro.

—Demandez ce que vous voulez, professeur. —ya estoy saboreando la respuesta en la boca.

«—Pregunte lo que le venga en gana maestra.»

Se yergue firme y la dureza que emana me da igual. Tengo a una de acero en mi casa, la práctica hace al maestro. Mi madre no es una blandengue. Estoy más que entrenado y acostumbrado a recibir actitudes como la de esta mujer y otros que quieren pisotearme por no tener dinero.

Me la pelan todos ellos.

Se queda callada pensando lo que me preguntará, saco mi celular para ver la hora y darme cuenta de que debo hacer algunos pendientes antes de largarme de Francia. Escucho su resoplo con mi acción.

—No tengo todo el día, maestra —insistí. Ella no oculta la molestia y de inmediato estrella el libro de matemáticas en mi pupitre.

—Quiero que me hagas todos los problemas de la página 30, los cuales son cada uno de los ejercicios de geometría analítica —sonríe con superioridad.

Un verano con Summer © #1 ✔Where stories live. Discover now