Un verano con Summer © #1 ✔

☘ Capítulo ocho ☘

Jerome

En el camino a donde me guiaba parecía otra, como si hubiese votado la otra piel del dolor y la chica que me confeso que también deseaba morir y que intento irse de este ya mundo no estaba.

Parecía imposible de creer, salió de ese baño siendo otra persona como si no hubiese pasado absolutamente nada.

¿Qué ocultaba bajo ese rostro?

¿Cuál es el verdadero rostro de ella?...

—Summer esto es una mala idea —dije mirando con horror a esa loca y su idea —no podemos entrar al área de Hockey mientras está cerrado esa mierda es ilegal, me rompen el culo aquí por ser extranjero si nos cachan.

Ella me ignora por completo y sigue trepando hasta llegar a la ventana, mientras yo le alumbro con el celular. No quiero ni imaginar toda la basura que me hablaría un policía si se entenderán... siempre dirán "los extranjeros solo vienen a hacer desorden" y bla, bla... pura basura verbal que me vale.

—No seas tonto no, —me regaña —No, nos van a descubrir – dice divertida.

—No me digas tarada – ruedo los ojos con sarcasmo. —terminaremos con plomo en el culo.

—Ay solo cállate y alumbra con el celular.

Ella termina de adentrarse por la estrecha ventana y yo me quedo como pendejo a esperar afuera vigilando que nadie nos quiera venir a hablar pura basura. Ya lleva muchos minutos adentro y comienzo a preocuparme por ella.

—Summer —la llamo en un susurro por la ventana, pero no responde – ¡maldición! —sabía que algo saldría mal.

Y si esa tonta se atascó por uno de los ductos, no me jodas esto está mal...

—Sí, dime... —su voz a mi lado me hace voltear a verla y me tranquilizo de imaginarla atascada por ahí.

—Si muero por tu culpa tendrás que hacerme el funeral en Dubái con mucha bebida, música y artista incluidos. —la miro con regaño.

—Sí, pero antes deja el dinero... quieres. —responde sarcástica.

—Ja...ja muy graciosita —rio sin gracia.

—Ya deja el drama y entremos. —me toma de la mano arrastrándome con ella.

—Espera... —la detengo —¿cómo abriste la puerta principal? —indago con el ceño fruncido.

Ella me enseña las llaves y sonríe divertida.

—Estaban en el despacho del entrenador.

—¿Cómo entraste al despacho? —levanto una ceja al aire y la miro desconfiado algo anda mal aquí.

—Digamos que en mi otra vida era ladrona. —bromea.

—Eso veo tarada. —asiento sorprendido. Es astuta.