.9.

3.9K 326 153
                                    




Finalmente, Enzo se quedó a dormir. Era ya muy tarde cuando nuestros cuerpos dijeron basta y no podía dejar que cogiese el coche, aunque bien sabía que, en el fondo, aquello era una simple excusa para seguir estando con él.

Hacía tiempo que no me sentía así. Haber podido desahogarme, con el añadido de haber vuelto a sentir su cuerpo contra el mío compartiendo aquellas sensaciones que solamente él era capaz de hacerme vivir, había sido un bálsamo para mi alma hasta aquel momento abatida.

En cuanto me metí en la cama y él se acercó a mí para abrazarme, me sentí por primera vez en casa. Sentir su respiración rozar mi cabello, sus brazos envolviéndome y su mano acariciando uno de mis hombros me calmó hasta tal punto que, en poco menos de un par de minutos, me quedé profundamente dormida. Por primera vez desde hacía tiempo, logré dormir sin pensamientos que lograsen perturbarme, sintiéndome en paz al fin. Y eso bien sabía que se debía al sentirme protegida junto a él.

El sol ya iluminaba con intensidad toda la estancia cuando abrí los ojos, sintiéndome al instante completamente relajada a pesar de las pequeñas molestias que la pasión que habíamos compartido durante la noche había dejado en mi cuerpo. Sin embargo, pronto me di cuenta de que Enzo no estaba en la cama ya, pensando que se habría ido y que quizás me hubiese dejado una nota.

Me levanté de la cama poniéndome una fina bata de satén por encima, pues los días calurosos del verano estaban presentes en la ciudad desde hacía ya algunas semanas.

En cuanto me acerqué a la puerta y mis sentidos ya parecían completamente despiertos, un ligero olor a pan tostado se coló por mis fosas nasales. Me dirigí hacia la cocina, siguiendo aquel olor que tanto siempre me había agradado, y lo que vi allí me robó la primera sonrisa del día.

Enzo estaba de espaldas a mí, tan solo con los pantalones que llevaba la noche anterior, sacando un par de rebanadas de pan de la tostadora –quemándose ligeramente los dedos, lo que provocó que me aguantase la risa– mientras hacía algo también en la sartén. Estaba tan concentrado en lo que hacía que ni siquiera se percató de que me senté en uno de los taburetes de la isla para seguir observándole con atención.

–¿Qué haces? –pregunté de golpe con tono curioso.

Enzo pegó un bote, seguramente debido a la sorpresa de escuchar mi voz, dándose un buen testarazo con la campana de la cocina. Verle de aquella manera, sin camiseta, cocinando algo en mi apartamento y entonces frotándose la cabeza mientras su cara se convirtió en una mueca de dolor, hizo que mi risa estallase de pronto.

Me reí casi sin control, teniendo incluso que tener que agarrar mi estómago por el dolor que sentía mientras otra mano apartaba las lágrimas que la risa hizo brotar en mis ojos. Me pareció una situación tan cómica que la carcajada, la cual le pegué enseguida, nos acompañó durante varios segundos.

–Menudo susto me has dado –dijo él al fin–. Quería llevarte el desayuno a la cama, pero veo que mi plan ha fracasado –continuó con cierto disgusto.

–¿Así que eso que estás haciendo es mi desayuno? –pregunté coqueta mientras él preparaba un plato con dos tostadas y un revuelto de huevo y verduras.

–Sí. Para que recuperes todo lo que te hice quemar anoche –jugó mientras dejaba el plato en frente de mí, mirándome con aquellos ojos que avivaron al instante la llama que le era tan fácil prender en mí.

Comenzamos a comer, en silencio. Y por muy delicioso que estuviese todo lo que había preparado él, yo cada vez comencé a sentirme peor. Y no en cuanto a lo que a la comida se refiere.

De pronto, como si algo dentro de mi mente hubiese despertado de golpe, David apareció en mis pensamientos. ¿Cómo había podido hacerle algo así? ¿Cómo había sido capaz de hacer todo lo que había hecho con Enzo durante la noche, incluso después dormir con él, con todo lo que David hacía por mí? ¿Y por qué no le había tenido presente en ningún momento hasta entonces?

Y de nuevo, tú © [TERMINADA]Where stories live. Discover now