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Este capítulo se lo dedico a @ingridjulirth07 . Gracias por leerme

***

A penas pasaban las nueve de la noche. La tarde con Enzo se me había pasado volando, y es que cada vez que estaba con él el tiempo parecía acelerarse a la par que el ritmo de los latidos de mi corazón.

Cuando llegamos frente a su coche, que estaba aparcado a poco más de cincuenta metros de mi casa, no supe qué decirle. Tenía ganas de seguir estando con él, pero una suave voz me avisaba de que no lo hiciese, de que no volviese a engancharme tan rápidamente a él –aunque quizás ya era demasiado tarde–.

Pero Enzo se adelantó. Con aquella mirada cristalina que la tenue luz de las farolas iluminaba, me propuso ir con él a su casa. Me moría de ganas de saber dónde vivía ahora, pues bien sabía que vendió su apartamento cuando se marchó a Australia –noticia que cuando la supe me apenó en demasía al imaginar que nunca volvería–. ¿Y por qué engañarme? Todo mi cuerpo, cada pequeño rincón de mi piel, pedía seguir teniéndole cerca. Mas cómo no, su mirada suplicante y sus palabras lograron convencerme.

El momento y la conversación que mantuvimos mientras esperábamos a subirnos a la montaña rusa invadía mi mente desde que aquella se había dado. La intención de Enzo de volver a empezar; la insistencia por saber qué posibilidades tenía conmigo me habían ablandado y, por qué no admitirlo, conquistado, así que no pude negarme. La sonrisa que se dibujó en su rostro al decirle que aceptaba, me hizo pensar que fue la mejor decisión.

Él mismo me abrió la puerta del copiloto de su coche. Enseguida arrancó y nos pusimos en marcha. El tráfico permitía circular por la ciudad de forma cómoda y ligera, y es que a pesar de ser sábado todos los fines de semana de verano la gran mayoría de los habitantes de la ciudad se marchaba a los pueblos costeros de sus segundas residencias.

Nos encaminamos hacia la zona alta y meridional de la ciudad, aquella en la que los apartamentos y las casas que allí se construían solían ser de alto standing y cuyas calles llenas de vegetación y de zonas comunes privadas eran envidiadas por cualquiera.

En una de las que podrían ser las pendientes más inclinadas de la ciudad, Enzo giró a la derecha y pude ver cómo una gran puerta se abría automáticamente mientras daba paso a un precioso jardín. No era ni mucho menos una casa de aquellas que parecen hoteles de lo grandes que son o demasiado ostentosas. Cierto es que el jardín se percibía bastante grande e incluso contaba con una piscina que invitaba a pasar horas nadando en ella, pero la casa en sí era de un tamaño adecuado y de líneas sencillas y modernas, construida casi por completo de madera, hormigón y de grandes cristaleras.

–¿Vives aquí? –pregunté sorprendida.

–Sí –dijo él mientras entraba el coche a la que era la zona de aparcamiento, en la que cabrían perfectamente tres o cuatro coches–. ¿No te gusta?

–¡Sí! Me gusta. Es solo que... nada. Me esperaba un apartamento. –La verdad es que me sorprendía que se quedase allí cuando, en teoría, iba a quedarse tan solo dos meses.

Enzo apagó el motor del coche cuando lo aparcó justo debajo del bonito porche de madera que lo resguardaba de la lluvia que hacía pocos minutos había vuelto a caer sobre aquella zona de la ciudad. Tras sonreírme, se bajó del coche para venir rápidamente a mi lado y abrirme la puerta, ayudándome a salir como todo un caballero –cuando quería podía ser encantador–.

El aire en aquella zona alta y con menos densidad de construcciones de la ciudad se sentía más fresco y limpio. Además, el olor del césped mojado de su jardín era cuanto menos grato para los sentidos.

Y de nuevo, tú © [TERMINADA]Kde žijí příběhy. Začni objevovat