.63.

2.5K 275 143
                                    




Una noche más, el sueño brilló por su ausencia. Enzo no había vuelto a llamarme después de aquellos dos intentos de la tarde. Ese hecho me turbaba del mismo modo que me sosegaba, pues lo que más temía en aquel momento era que me llamase para despedirse de mí, diciéndome que había vuelto a marcharse para dejarme o simplemente me dijese que ya no quería estar más conmigo.

Eran casi las tres de la mañana cuando el insomnio comenzó a preocuparme. El día siguiente iba a ser algo ajetreado, ultimando los preparativos para Bali y repasando una vez más tanto el proyecto de Indonesia, como el convenio o la jurisdicción del país asiático. Debía estar preparada para cuando estuviese allí y no podía sentirme tranquila si antes no aclaraba algunos aspectos.

Me encontraba inmersa en la lectura del proyecto, pues no quise perder el tiempo y quizás leer sobre leyes me ayudase a conciliar el sueño, cuando a eso de las cuatro de la mañana escuché dos suaves golpes en la puerta de mi habitación.

–Lara, ¿estás despierta? –oí que susurraba la que era la voz de Carla. No había estado en todo el día en casa y parecía que acababa de llegar. Si su intención era despertarme, no entendía por qué se había esmerado tanto en no hacer ruido con la puerta de la entrada. Carla y sus contrariedades.

–Pasa –le dije.

La desordenada y castaña cabellera de mi mejor amiga se asomó por la puerta, pareciendo algo tímida y asustada. ¿Qué hacía?

–¿Vas a entrar o prefieres quedarte a medias entre el pasillo y mi habitación? –pregunté con sarcasmo, aunque soné, sin querer, malhumorada.

–Es que... tu viaje repentino a Bali y tu más que visible mal humor me dicen que algo pasó ayer por la noche en la subasta y me siento la peor amiga del mundo por no haber aparecido hasta ahora –pareció estarse disculpando.

Sonreí. Amaba a Carla y que siempre se preocupase por mí, pero ella merecía ser feliz. A juzgar por sus sonrojados labios y mejillas, confirmé que había pasado un increíble día con Mateo. Di dos suaves golpecitos con la palma de mi mano sobre el colchón, invitando a Carla a que se tumbase conmigo, y cuando ella sonrió para unirse a mí me hice a un lado para dejarle más espacio.

–Así que sí que pasó algo... –susurró una vez estuvo acomodada junto a mí, abrazándome con cautela– Siento no haber estado ahí...

–No te disculpes. Tú tenías tus propias preocupaciones y no tenías por qué saber lo que ocurrió –la tranquilicé.

–¿Ha pasado algo con Enzo? –quiso saber de inmediato. Yo simplemente asentí y ella suspiró, pareciendo cansada de que siempre nos ocurriesen cosas– ¿Qué ha hecho esta vez el italiano cabrón?

–La verdad es que esta vez fue culpa mía –le hice saber. Mi amiga levantó su cuerpo para mirarme con desconcierto, interrogándome con su expresión–. Resulta que Marcos Sanz, el hijo de los Sanz y actual CEO de F&A, se puso en contacto conmigo esta semana pasada para realizar una donación a la fundación.

–¡¿Qué?! –exclamó extrañada– ¿Por qué no me lo habías contado?

–Se suponía que debía ser discreta con el asunto... En fin, resulta que él mismo me pidió que no se lo contase a Enzo, pues de ser así él rechazaría la donación, y fui tan idiota que le hice caso. –Los ojos de mi amiga se abrían por la sorpresa por momentos, pero agradecí que no me dijese nada y me dejase terminar– Enzo debió de enterarse de algún modo sin yo decirle nada antes, quizás cuando entró a mi despacho a buscar el dosier de finanzas –recordé en aquel momento–. Cuando Enzo llegó a la subasta, en la que por cierto Marcos también estaba a pesar de haberme dicho que no iba a asistir porque en teoría al final no pudo realizar la operación financiera de la que hablamos, pero en la cual pujó por un millón y medio de euros–comencé a explicar sin sentido–... La cosa es que nos vio hablando mientras bailábamos y....

Y de nuevo, tú © [TERMINADA]Where stories live. Discover now