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Llegué al edificio de la fundación con una sonrisa en el rostro. A pesar de lo que hubiese imaginado tan solo unos pocos días atrás –o incluso a penas hacía unas horas–, el verme en una portada con Enzo no me molestaba en absoluto. Incluso creí percibir que ocurría justo lo contrario.

Tiempo atrás, creí que no sería capaz de lidiar con los periodistas o los paparazzi; que el hecho de saber que nuestra relación podía verse expuesta en algún momento acabaría con todo lo que la sustentaba. De hecho, quizás todavía podía parecerne así y era incluso probable que a partir de aquel momento debiera acostumbrarme a verlos más de lo que me hubiese gustado. Sin embargo, amaba tanto a Enzo que me alegraba de que al fin todo el mundo supiera lo nuestro. Habíamos superado tantas cosas juntos que unos periodistas cotillas ya no significaban nada y no tenían poder algunos sobre lo que pudiese pasarnos.

Sabía que Enzo iba a estar aquella mañana en la fundación, así que me apresuré en llegar al ascensor, llamándolo con insistencia, para poder llegar a la oficina lo antes posible. Aquel día llegaba algo temprano, así que quizás podría pasar a verle a su despacho antes de ir al mío para comenzar con las tareas diarias. Pero la sonrisa se me borró en cuanto las puertas del ascensor se abrieron para dejarme en aquella amplia, luminosa y espaciosa oficina que seguía embelesándome cada vez que la veía.

El ambiente estaba cargado. A medida que avanzaba junto al repiqueteo de mis propios tacones, este se vio silenciado por los gritos que enseguida supe que salían del despacho de Enzo. A pesar de tener la puerta cerrada, se escuchaba cómo él mantenía una acalorada conversación telefónica que no parecía estarle gustando en absoluto.

Fuera de aquel despacho, Alessandro y los pocos trabajadores que ya había en la estancia a aquella hora se encontraban petrificados e incluso asustados con lo que estaban escuchando. Todos se giraron a observarme, quizás algunos siendo conocedores de los rumores que la revista se había encargado de detallar en su interior sobre nuestra relación, pero me dio igual. A pesar de llevar poco tiempo allí trabajando y de temer que se pudiese pensar que había conseguido mi puesto gracias a mi relación con Enzo, yo bien sabía lo que valía como profesional. Y estaba dispuesta a demostrárselo a cualquiera que pudiese tener una mínima duda sobre mi valía o mi capacidad para trabajar.

Me acerqué a Alessandro, quien me saludó brevemente con un ligero movimiento de cabeza, sin dejar de observar la puerta tras la cuál su hijo continuaba manteniendo aquella discusión que nos mantenía a todos presos de la inquietud, esclavos de las preguntas que estaba segura que a todos nos invadían.

–¿Qué ocurre? –le pregunté a Alessandro cuando llegué a su lado en voz baja, como si elevar un poco el tono de mis palabras pudiese perjudicar a Enzo.

–No lo sé... –contestó él–. Llegó esta mañana bastante serio y me dijo que no dejase pasar a nadie a su despacho, que debía hacer algunas llamadas importantes. No logro entender nada de lo que dice.

No quise preguntarle más. El hombre ya estaba lo suficientemente nervioso como para presionarle con preguntas que algo me decía que ni él mismo me podría responder.

Me di cuenta de que el corazón se me había acelerado levemente y el ritmo de mi respiración parecía querer acompañarle. A pesar de identificar que Enzo estaba hablando inglés, tampoco pude distinguir a penas nada de lo que decía. Pero no debía ser nada bueno. Jamás había escuchado hablar así a Enzo, tan nervioso y perdiendo los papeles. Me preocupaba demasiado lo que le pudiese estar pasando para ponerse así, impacientándome, sintiendo aquella inquietud, nerviosismo y malestar también dentro de mí.

Algo en mi interior se encendió para comenzar a sentir como un escalofrío recorría toda mi espina dorsal. Temía que el problema de su empresa se hubiese agravado, debiendo volver de nuevo a Australia. Que se marchase en aquel momento podía volverme realmente loca y, aunque pudiese sonar egoísta, tan solo deseaba que las cosas no se hubiesen complicado hasta a ese punto.

Y de nuevo, tú © [TERMINADA]जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें