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La noche junto a Enzo fue maravillosa. Después de nuestra divertida tarde surfeando y de aquel excitante y placentero momento en la bahía durante el ocaso, volvimos a la villa. Las sonrisas y las miradas no se separaron de nosotros y fue como si me sintiese más conectada a él que nunca.

Cuando las cosas iban bien con Enzo, sabía que junto a él estaba mi lugar y no quería que nada más volviese a perturbar el amor real que sabía que ambos sentíamos por el otro. E iba a hacer todo lo que estuviese en mis manos para que nadie más se interpusiese en nuestro camino, queriendo entorpecerlo.

Ya rodeados por la oscuridad de la noche y una vez en la villa, Enzo se encargó de pedir a la cocina del resort que nos trajeran una variedad de platos de comida tradicional para cenar con intimidad los dos solos. Además, todavía nos encontrábamos en bañador, con el característico aspecto desaliñado que una tarde de playa –y sexo– profiere y con el cuerpo cubierto de sal. Era demasiado tarde para arreglarse y salir a cenar y los dos nos moríamos de hambre.

Sin ninguna duda, el surtido de delicias que nos hicieron llegar con relativa rapidez reflejaba la variedad extensa de la gastronomía del país, su diversidad y también su cultura. Todo tenía una pinta exquisita. La noche resultó ser altamente bochornosa, así que Enzo tuvo la gran idea de usar las bandejas flotantes para poner nuestra comida en las mismas y poder así degustar los platos mientras nuestros cuerpos se encontraban sumergidos en la fresca y tranquila agua de la piscina. Un auténtico disfrute.

A pesar de encontrarnos en un viaje de negocios con varias horas del día dedicadas a las jornadas, momentos como aquel hacían ya de aquel viaje una auténtica maravilla, a pesar de llevar a penas dos días en el país asiático.

Después de cenar y de satisfacer a nuestros paladares, varios rincones de la villa fueron testigos de nuestros besos, caricias y erotismo, acabando realmente agotada al llegar la madrugada. Por fin, aquella noche pudimos dormir juntos y fue increíble lo mucho que parecía necesitarle ya para conseguir conciliar el sueño. Nunca más quería irme a dormir sin ser arropada por sus brazos o con la sonrisa que solamente él era capaz de dibujar en mis labios tan solo con su presencia.

Hacía días que no disfrutaba de un sueño tan plácido. Sin embargo, a eso de las cinco de la mañana, me desperté tras haber tenido una pesadilla. Una de la que no recordaba absolutamente nada pero que me hizo despertar asustada, con el pulso acelerado y un incómodo sudor frío por mi rostro, mi pecho y mi espalda.

–Lara, ¿estás bien? –escuché que me preguntaba la ronca voz de Enzo.

Sin haberme dado cuenta, me encontraba sentada en la cama y el movimiento había provocado que el brazo de Enzo que antes me rodeaba, se desplazase hasta caer en el colchón.

–Sí, eh... solo ha sido una pesadilla –expliqué todavía confundida.

De pronto, y a medida que mis sentidos iban despertando, sentí como un moderado dolor abdominal llegaba a mí para, poco después, transformarse en náuseas y dolor de estómago. Fue tan repentino que tuve que levantarme corriendo para poder llegar al baño, donde vomité varias veces. Me encontraba realmente mal, incluso llorando por el esfuerzo que me suponían las arcadas, y comencé a tener tremendos escalofríos.

–Lara, oye, ¿cómo estás? –escuché que Enzo preguntaba al otro lado de la puerta, después de haber dado dos suaves golpes en esta– ¿Puedo entrar?

–N-no... –dije sin más y a duras penas, y es que de nuevo las náuseas se apoderaron de mi garganta.

Sin tener que decirle nada más y a pesar de mi respuesta, Enzo entró al baño, mirándome con preocupación al verme acuclillada frente al sanitario, con la mala cara que debería de tener en aquel momento. A pesar de todo, ni siquiera se lo pensó. Se acercó a mí, se agachó a mi lado y me sujetó el cabello mientras acariciaba mi espalda con cariño.

Y de nuevo, tú © [TERMINADA]Where stories live. Discover now