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El fin de semana había estado lleno de emociones. Tras el nerviosismo e incluso el miedo que le tenía al asistir a la gala, todo resultó ir de maravilla –a pesar de la presencia de Ashley, de la arpía de la madre de Enzo o de mi encierro en el baño–. Incluso con mi vestido manchado por el alcohol y rasgado por mi escapada por la ventana del baño, acabé yéndome de lo que comenzaba a ser un infierno con el hombre que acaparaba mis pensamientos de día y mis sueños de noche. Además, empresarialmente había resultado ser un total éxito.

En cuanto a Enzo... Pasamos una noche increíble. Pudimos hablar de todo lo que teníamos pendientes y acabé por convencerme de que no podía seguir negándome la oportunidad de volver a estar juntos, intentando ser felices de una vez por todas. Y cómo no, consumamos nuestra esperada reconciliación y nuestras ganas de volver a estar juntos con el maravilloso sexo al que Enzo me tenía acostumbrada.

Después de una noche de ensueño, pasamos una mañana de domingo relativamente tranquila si no hubiese sido por la intromisión de Ashley en la casa de Enzo. Por fortuna, pudimos deshacernos de ella con relativa facilidad y esperaba con todas mis ganas que le hubiésemos dejado, de una vez por todas, las cosas bien claras. Tan solo confiaba en que no volviese a entrometerse entre nosotros.

También, y aunque no me alegraba de que mi amiga estuviese sufriendo por Mateo –encontrándose confundida con sus sentimientos– las dos acabamos compartiendo una tarde de amigas que necesitábamos desde hacía tiempo, nadando entre confesiones y lágrimas, aunque las risas acabaron ganando la batalla.

El lunes llegó y a pesar de sentirme bastante cansada debido a la tormenta de emociones de los días anteriores, me desperté con ganas de ir a trabajar, pues la noche anterior Enzo me informó de que finalmente debía arreglar algunas cosas en la fundación y pasaría la mañana allí.

El cielo estaba completamente despejado y tan solo mirando por la ventana podía augurar que el día iba a ser caluroso hasta el punto de resultar agobiante. Amaba el verano, pero entre asfalto y altos edificios no era una buena forma de disfrutar de él.

Carla hacía algunos minutos que se había marchado a trabajar al parecer más animada y dispuesta a hablar con Mateo. Tras una larga ducha, salí del baño ya vestida y peinada para comenzar una nueva semana en la fundación. Me encontraba mordiendo el primer bocado de mi tostada cuando mi móvil comenzó a vibrar sobre el mármol de la isla de la cocina, captando mi atención. Se trataba de mi madre, quien me estaba llamando,  y debido a la pronta hora de la mañana en la que estábamos me extrañó que quisiese hablar conmigo.

¿Sí? –pregunté al descolgar.

Buenos días, hija mía –me saludó con una divertida musicalidad en su tono de voz– ¿Lista para ir a trabajar?

Buenos días, mamá. Estaba acabando de desayunar para irme ya –le expliqué–. ¿Todo bien?

Sí, hija. Todo bien. ¡Genial! –respondió–. Aunque eso debería preguntártelo yo a ti, ¿no crees?

La sorna con la que pronunció aquella última pregunta llamó mi atención. Si ya era sumamente extraña la hora a la que me estaba llamando, más lo era el inexistente motivo de nuestra conversación y su divertido tono de burla.

Mamá, ¿qué pasa? –pregunté sin querer perder más el tiempo– Nunca me llamas a estas horas y menos si no tienes un buen motivo y este no pueda esperar. ¿Para qué has llamado?

Ay, hija. Que rápido le quitas la emoción a las cosas –se quejó fingiendo molestia–. Pues mira, como no quiero que llegues tarde al trabajo, iremos al grano.

Y de nuevo, tú © [TERMINADA]Where stories live. Discover now