.44.

3.2K 252 110
                                    




A medida que me iba acercando, sus hombros parecían contraerse con más fuerza. La intensidad del silencioso llanto de Carla era cuanto menos preocupante y lo único que pude hacer fue acercarme hasta a ella lentamente, tratando de no violentarla o incomodarla con mi presencia.

Carla parecía no haberme escuchado entrar, pues cuando se percató de mi cercanía –cuando a penas me encontraba a un par de pasos del sofá en el que estaba sentada– se sobresaltó ligeramente mientras intentaba limpiar sin éxito sus lágrimas. No obstante, la expresión de alivio que mostró tras quizás asimilar que quien estaba observándola era simplemente yo, me animó a acortar las distancias casi por completo, sentándome a su lado.

Dejé que llorase un rato más, sin presionarla. Carla era como una hermana para mí y sobretodo habíamos compartido buenos y grandes momentos. Sin embargo, las veces en las que la había visto triste, me habían enseñado a respetar su espacio y sus silencios, dejando que ella misma explicase lo que quisiese, del modo que prefiriese y en el momento que ella lo sintiese oportuno.

Cuando las convulsiones que el llanto le provocaba se fueron espaciando en el tiempo y vi que parecía comenzar a tranquilizarse, coloqué mi mano sobre su pierna, demostrándole que estaba a su lado para lo que necesitase. Y pareció surtir efecto, pues mi amiga me cogió de la mano apretándola con agradecimiento y me miró con esos gigantes y castaños ojos que tan poco me gustaba verlos de aquel modo tan afligido.

–L-lo siento, Lara. No quería que me vieras así –se disculpó sin sentido, todavía entre sollozos–. T-te envié e-el mensaje p-para que supieras q-que podías volver a casa, que Mateo ya no estaba, pero creí que estaría con Enzo y... y...

–Sentí que algo ocurría cuando me enviaste ese mensaje –le expliqué interrumpiendo una explicación que parecía poder acabar nuevamente en un llanto descontrolado.

–¿Cómo? Solo te dije que ya se había ido –quiso saber confundida.

–Un mensaje tan corto, sin emoticonos ni nada me hicieron pensar que querías esconderme que algo no iba bien –le conté viendo cómo una ligera sonrisa se instauraba en su rostro–. Instinto de amiga –intenté bromear.

Carla me sonrió. Sabía que, en el fondo e incluso inconscientemente, aquel mensaje quería transmitirme que me precisaba con ella, pero sin querer interrumpir mi día con Enzo o molestarme. Lo que Carla no sabía es que ella nunca podría molestarme y menos por algo así.

Mi amiga había estado a mi lado cuando más lo había necesitado. En mi ruptura con Álvaro fue la que me abrió los ojos sobre el tipo de hombre que él era y cuando pasó todo lo de Enzo... Sin ella mi mundo se hubiese venido completamente abajo. Aunque a veces me hubiese enfadado con ella por pesada, por insistir en que hiciéramos cosas cuando lo único que me apetecía era llorar encerrada en mi habitación, todavía no podía dejar de agradecérselo.

–Gracias por haber venido –dijo con la voz temblorosa.

Apreté su mano, gesto que pareció volver a abrir el grifo en el que sus ojos parecían haberse convertido –aunque de un modo algo más calmado que como la había visto al llegar–.

–¿Qué ha ocurrido? –pregunté con cautela.

Carla se giró ligeramente hacia a mí, haciéndome ver que tenía la completa intención de contármelo todo. No obstante, parecía no saber cómo comenzar. Además, el simple hecho de estar pensando en lo que sea que hubiese pasado para poder verbalizarlo, parecía estar aumentando el dolor que percibía y que sentía también en mi propia piel.

–Mateo –dijo sin más. A penas pudo pronunciar su nombre.

–¿Mateo? ¿Qué pasa con él? ¿Te ha hecho algo malo? ¡Iré a patearle el culo ahora mismo si me entero de que se ha comportado como un idiota! –me alteré. Y no dije nada que no estuviese dispuesta a hacer.

Y de nuevo, tú © [TERMINADA]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant