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La sonrisa no desapareció de mi rostro desde aquel momento compartido con Lara en la villa –esperaba que el primero de muchos–. Después de aquel salvaje y placentero acto con ella, tras el cual a penas nos dio tiempo a comer, debíamos asistir a una charla de una asociación de pacientes de la isla.

Una vez en la sala de actos del resort, en la que se celebraba dicha ponencia y en la cual Lara y yo decidimos sentarnos separados para evitar distracciones, no pude evitar que mi mente, precisamente, se distrajera con ella. Lara se encontraba sentada algunas filas por delante de mí junto a Ana, su nueva amiga y sabía que hija del director de Global economics –conocido y amigo de mi padre–. Además, estaba ligeramente en perpendicular a mí, por lo que podía admirar su hermoso perfil cuando la miraba.

Lara se mantuvo atenta en todo momento, con ese gesto ligeramente fruncido que ponía cuando estaba concentrada que tanto me encantaba. Sin embargo, de vez en cuando se le escapaba una ligera sonrisa, deseando con todas las fuerzas del mundo que fuese por recordar lo que habíamos compartido pocas horas atrás.

La charla era, sin duda alguna, interesante. Saber desde el punto de vista de una asociación de pacientes cuáles eran sus peticiones y necesidades sanitarias, pudo hacernos ver hasta qué punto el proyecto era necesario en el país. Y no me cupo ninguna duda de que nuestro convenio era realmente apropiado para dichas necesidades.

–Te veo demasiado centrado en la rubia y poco en lo que nos atañe aquí, Ferrara –escuché que alguien susurraba detrás de mí.

Joseph Aldrich. Ese apestoso aliento, acompañando a aquella desagradable voz, no podía ser de otra persona. Y lo comprobé al girar ligeramente mi rostro y encontrarme con él acomodado justo detrás de mí. ¿Es que no podía haber escogido otro lugar para sentarse?

–Tan agradable como siempre, Aldrich –contesté girándome de nuevo hacia el escenario.

De pronto, la sonrisa desapareció de mis labios, aterrizando en la Tierra de la peor de las formas. Y es que la presencia de mi competidor nunca había sido agradable para mí, y mucho menos desde todo lo ocurrido a partir de la demanda judicial.

–Es una mujer hermosa –soltó mirando a Lara, provocando un retortijón de ira y celos en mi interior. No tenía nada en contra de que la gente la mirase, pues realmente era preciosa, pero sentía que él no podía hacerlo. No quería que la contaminase con sus miradas–, pero quizás te distrae demasiado, ¿no crees? –continuó– No es que me importe, pero luego no llores cuando el convenio se lo lleve mi empresa y no tu ridícula fundación.

–Exacto, mejor que no te importe –contesté–. Además, estoy tan seguro de que nuestro convenio que, por cierto, fue escrito por ella, es tan realmente bueno y adecuado para el proyecto que no tengo dudas de que el proyecto será nuestro. Puedo permitirme mirarla si quiero, así que concéntrate tú en lo tuyo y quita tus sucios ojos de ella.

Escuché como se reía, intentando sonar con mofa, pero la manera en la que oí que se revolvía en su asiento denotaba la incomodidad que le provocaron mis palabras.

–Lo que tú digas, Ferrara –replicó, perdiendo fuerza–. Espero que el día de la presentación esta sea excelente, porque estáis dejando mucho que desear con vuestro comportamiento propio de adolescentes hormonados.

No quise contestar más. Me hubiese girado para decirle todo lo que pensaba acerca de él, de su compañía y de su inapropiada presencia allí dados los valores de la misma, pero preferí no entrar en su estúpido juego. Envenenar era lo único que sabía hacer y yo no debía hacer otra cosa más que pasar de él y confrontarlo tan solo legalmente o consiguiendo el proyecto.

Pero por mucho que me cabrease reconocerlo, había instaurado un desagradable malestar en mí para el resto de minutos que duró la conferencia. Tan solo deseaba que terminase para poder salir y respirar algo de aire puro, pues tener a ese hombre detrás mancillaba a cualquiera.

Y de nuevo, tú © [TERMINADA]Where stories live. Discover now