.11.

4K 297 124
                                    



«Alelada».

Definición: persona que está lela, atontada o no se entera de lo que pasa.

Así es justamente cómo había estado aquella semana después de que Enzo asaltara con su presencia en mi apartamento, aquella primera noche de verano. Por una parte, me sentía todavía culpable por lo que había ocurrido, habiéndome dejado llevar por aquellos ojos, aquellos brazos, aquella voz y aquel cuerpo que, por mucho que intentase negarlo, continuaban perturbándome los sentidos. Por otra, no paraba de imaginar que aquello volvía a ocurrir.

Para colmo, hacía un par de noches tuvimos una conversación por Whatsapp que provocó que todo mi cuerpo quemase, tanto por la rabia como por el deseo que solo él era capaz de hacerme sentir a la vez.

Para colmo, hacía un par de noches tuvimos una conversación por Whatsapp que provocó que todo mi cuerpo quemase, tanto por la rabia como por el deseo que solo él era capaz de hacerme sentir a la vez

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Me volvía loca, y todavía no podía –o no quería– distinguir si era del modo positivo o negativo de la expresión.

Era tal el nivel de desconcierto que los pensamientos sobre Enzo desencadenaban en mí, que incluso aquella semana tuve ciertas dificultades para concentrarme en el trabajo, teniendo que quedarme hasta tarde para acabar la faena en el tiempo en el que lo había planeado.

No obstante, una parte de mí sabía que el hecho de quedarme en el despacho prácticamente hasta la hora de cenar todos los días, también era la excusa perfecta para evitar a David. Obviamente y, como siempre, él había intentado comunicarse conmigo para preguntarme sobre cómo me encontraba después de lo ocurrido la noche del festival. Pero solo hablamos en un par de ocasiones y tuve suerte de que, además, a él también le tocaron hacer un par de guardias en el hospital. Tenía demasiado trabajo como para insistirme del modo en el que estaba acostumbrada que lo hiciese.

Porque no. Obviamente no iba a contárselo. Lo que pasó no iba a volver a ocurrir y no podía permitir –o asumir– que hablarle de lo ocurrido le hiciese daño o provocase que se alejase de mí. No contárselo iba a ahorrarme problemas con él. No quería hacerle daño. Además, acabábamos de comenzar y no es como si nuestra relación estuviese ya definida como algo serio. Nos estábamos conociendo, comenzando algo, pero nada que mereciese ser estropeado por una noche estúpida de descontrol. Una estupidez que, sin embargo, me seguía pareciendo sublime.

Estaba completamente decidida a que algo así nunca volviese a ocurrir. Cierto era que Enzo me dejó desconcertada con aquellas últimas palabras que me dijo, convencido por recuperarme y que pronunció justo antes de irse de mi casa. Sus mensajes también habían conseguido acelerar los latidos de mi corazón mientras una sonrisa se dibujaba sin querer en mi rostro. Pero sabía lo que venía después: problemas y sufrimiento. Y no estaba dispuesta a volver a pasar por ello.

Si me preguntaban qué era exactamente lo que sentía por David, simplemente no podía definirlo. Sin duda era un joven muy guapo y atractivo –de hecho, sabía de buena mano que tenía a media plantilla del hospital detrás–. Además, era alguien que sabía que me hacía mucho bien. Un hombre que se interesaba por mí, que cuidaba de mí pese a todo, con quien lograba pasarlo bien, cuya compañía me hacía sentir mejor y quien se había convertido en un gran apoyo para mí.

Y de nuevo, tú © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora