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Estaban resultado ser, sin duda, unas semanas de pura locura. Me faltaban horas del día y tenía la sensación de que, por mucho que trabajase, las cosas avanzaban muy lentamente. Tras la mágica y más que necesaria noche que pasé con Lara –entonces parecía que hacía demasiado tiempo–, el trabajo se me había multiplicado exponencialmente. A penas dormía tres o cuatro horas diarias y tuve que realizar algunos viajes por Europa. Sin embargo, con el paso de los días, todo parecía estar mereciendo la pena.

Había conseguido recuperar algunos inversores de la fundación y había contactado con algunos nuevos que parecían dispuestos a colaborar. No obstante, lo mejor de todo fue que mis abogados en Australia habían logrado acelerar el proceso judicial con tal de que la justicia nos desbloqueara, al fin, las cuentas. Al parecer, y tal y como esperábamos, la empresa de la competencia que había interpuesto la demanda no había presentado ninguna prueba y mis abogados se encargaron de presentarle al magistrado que llevaba el caso, los proyectos –en teoría robados– con fechas mucho anteriores a las de la competencia. Aquello fue determinante para conseguir que la investigación siguiese con ciertas restricciones empresariales, pero sin la necesidad de bloquear las cuentas de la empresa.

Las pérdidas seguían siendo cuantiosas, pues debido al escándalo empresarial que la demanda suscitó, habíamos perdido algunos proyectos, clientes y mucho tiempo, pero sin ningún tipo de duda se trataba de un buen comienzo. Todo eso más el esfuerzo que estaban realizando todos y cada uno de los empleados tanto de mi empresa como de la fundación –y por supuesto gracias a la subasta benéfica– serviría como motor para volver a impulsar todos los proyectos, seguramente consiguiendo que ninguno de ellos –sobretodo los de la fundación– se viesen cancelados por falta de fondos.

Poco a poco, las cosas parecían estar volviendo a su lugar y tan solo deseaba que la subasta del sábado fuese todo un éxito para poder irnos olvidando, de una vez por todas, de ese tema –aunque, sin duda, estaba dispuesto a llegar al fondo del asunto tanto con el espía de la empresa como con el hecho de demostrar que, quienes habían cometido un delito de robo de datos y de información de mi empresa, habían sido los de la competencia y no a la inversa–.

Aquel jueves volví de mi viaje a Berlín. Me encontraba completamente agotado, como hacía tiempo que no me sentía. Sin embargo, y a pesar de que lo único que deseaba era poder ver a Lara después de varios días en los que tan solo habíamos podido hablar por teléfono, todavía tenía algunos asuntos urgentes que tratar aquella jornada. Pero tenía un plan y tan solo esperaba poder acabar todo lo que tenía que hacer, tal y como lo tenía previsto, para poder llevarlo a cabo.

¿Sí? –contestó la enérgica voz de Carla al otro lado del teléfono, pese a la pronta hora de la mañana en la que la llamé.

Hola, Carla. Soy Enzo –la saludé– Si Lara está contigo, no le digas que soy yo.

–¡Vaya, Enzo! –exclamó asustándome por si me había delatado– No te preocupes, Lara ha salido de camino al  trabajo hace unos minutos. ¿Qué pasa? –quiso saber ella.

Necesito tu ayuda para darle una sorpresa esta noche –le pedí.

Soy toda oídos –aceptó sin dudar.

Trabajé sin descanso durante toda la jornada y logré tenerlo todo controlado antes incluso de la hora que me había planteado. Eso supuso tener que comer en el mismo despacho, a penas un bocadillo que me trajo amablemente una de las trabajadoras de la sede al ver que no me moví en toda la mañana de allí, pero no me importaba.

Salí de la oficina hacia las siete de la tarde, dos horas antes del momento en el que Lara volvería a casa aquella noche –según me había dicho Carla–. Me dirigí sin entretenimientos al supermercado a comprar los ingredientes necesarios para la cena que tenía pensado prepararle, junto al ramo de flores que quería entregarle. Hacía a penas unos días que no nos veíamos y unas pocas horas desde que hablamos por última vez, pero ya me sentía ansioso por verla, besarla o tan solo por tener delante de mí aquella preciosa e hipnotizadora sonrisa que me regalaba cada vez que estábamos juntos.

Y de nuevo, tú © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora